La semana había pasado demasiado lenta para mi gusto, no había vuelto a soñar nada raro, gracias al cielo porque de verdad necesitaba el descanso.
No habían sucedido más muertes, por lo que quizás no era algo tan grave, pudieron ser eventos aislados, o al menos, así lo creí hasta que aquel hombre volvió, era imposible que muriese por una fractura de brazo, quizás si hubiese estado mal atendida, pero eso no era posible, había estado muy al pendiente.
Esta situación me tenía al borde de la desesperación, y fue justo en ese momento que mi profesor contesto el correo, aunque debo decir que celebre antes de tiempo ya que me indicaba que no tenía conocimiento de alguna enfermedad que causara aquello pero que investigaría.
Echo la cabeza hacia atrás resoplando, esto me dejaba peor que al inicio, o igual, sin una sola respuesta.
Suspiro y apago la computadora, esa semana tenía turno de día, ya eran las tres y era hora de ir a casa. Me quito la bata, guardo las cosas en mi mochila y salgo de ahí rumbo a mi casa.
- Hola Amelia –la voz de Gorka me saca de mis pensamientos.
- Hola Gorka, ¿andas de compras? –pregunto lo obvio tras ver algunas bolsas con comida.
- Sí, aproveché que no tengo más trabajo –me había contado que hacía trabajo desde casa.
- Justo terminó mi turno, quizás vaya a comprarme un esquite, no sé –me encojo de hombros, la verdad no tenía apetito, pero necesitaba distraerme un poco.
- Escuché a unas personas mencionarlo, ¿te parece si te acompaño?, bueno, si antes me acompañas a dejar esto –señala las bolsas.
- Claro, si soy sincera, me genera un poco de curiosidad tu casa, si no te molesta que eche un vistazo, claro –susurro apenada, él ríe negando.
- Para nada –me sonríe, comenzamos a caminar mientras como una manzana que me ofreció. El camino fue tranquilo, me hablaba un poco de su familia, de su bisabuela que se había quedado a vivir donde su esposo pero que hablaba mucho de México, de los paisajes, de sus tradiciones, de su gente.
- ¿Esta casa era de tu bisabuela? –pregunto extrañada una vez que entro, a simple vista lucía como cualquier otra casa, salvo que había muchos cuadros colgados, si fuese un poco más oscura podría recordarme a la casa de Victoria Everglot, la del cadáver de la novia. Me quedo en el recibidor viendo todo, había muchas cosas antiguas, me imagino que las dejaron aquí antes de mudarse. Lo veo asentir antes de alejarse a donde creo, es la cocina.
Al revisarlas puedo ver que están en muy buen estado, lo que le da sentido a mi hipótesis de que alguien le dio mantenimiento a esta casa mientras nadie vivió aquí.
Sin ser consciente comienzo a caminar mirando todo, había espadas, cuadros, jarrones, estatuas. Una puerta semi abierta llama mi atención, me acerco y sonrío al ver una enorme biblioteca, entro olvidando por completo que esta no es mi casa.
Me acercó a un estante y tomo un libro al azar, era de Shakespeare, sonrío. Me giro y casi pego un grito al ver a Gorka del otro lado, parpadeo dándome cuenta que no es él, más bien un retrato de un hombre parecido.
- Es un tío bisabuelo –la voz de Gorka me hace saltar, siento mis mejillas sonrojarse al ser descubierta merodeando–, de parte de mi bisabuela, ambos vinieron aquí pero ese pariente no volvió, nunca supimos que le ocurrió –miro con atención el cuadro, eran diferentes ahora que lo veía mejor, el hombre del retrato usaba un traje antiguo, casi podría afirmar que era de la época virreinal, además de eso, parecía más viejo y mientras Gorka tenía una expresión relajada aquel hombre parecía estar molesto.
- Pues eres igualito, es impresionante como la genética gana terreno –me giro a verlo, noto como me observa con fijeza, me encuentro sosteniéndole la mirada, algo me obligaba a verlo.
- Y tú –parpadeo sintiendo como los ojos me pesan, me acerco a una silla y me dejó caer, estaba mareada. Lo último que recuerdo antes de desmayarme es verlo acercarse lento, por un momento pude imaginarlo como un león acercándose a su presa.