Había despertado por la mañana sintiéndome adolorida, pero estaba segura que no era por aquel sueño, era por la tarea de búsqueda, suspiro y me pongo de pie, voy al baño para vaciar mi vejiga antes de bajar a desayunar, me moría de hambre.
El día transcurrió normal, a veces pensaba en Gorka y el sueño, lo que me hacía sonrojar con ganas, porque eso es lo que había sido aquello, un sueño producto de las cartas, archivos e información recabada, seguro era por las cosas que decía Elena.
Durante una semana no supe de Gorka, fui a visitarlo pero no había nadie, las muertes también dejaron de ocurrir, lo que quería decir que el virus, bacteria o lo que sea que causara aquello, había acabado, y claro que no tenía nada que ver con la ausencia de Gorka, o eso me negaba a creer.
- Gracias –le sonrío a una enfermera tras recibir el informe médico, lo reviso y un escalofrío recorre mi piel erizándola, el paciente había muerto por un paro, pero lo que me tenía nerviosa era la falta de sangre en su cuerpo y su apellido, Cazares Arriaga, ese tipo descendía de un Cazares Henríquez. Siento un sudor frío bajar por mi espalda, me apresuro a la habitación donde lo habían atendido, reviso su cuello y para mi horror, ahí estaban las marcas, niego, no podían ser mordedura de vampiro, me negaba a creer aquello.
Salgo sintiendo que todo me da vueltas, mi corazón latía rápido, quería irme pero no había nadie más a esa hora que pudiera cubrirme.
Por suerte logré salir una hora antes, me apresuro a ir a mi casa, me angustiaba pensar en mi padre, si algo le pasaba... Niego dejando que el resto de la frase muera, si él llegaba a hacerle algo, yo mismo acabaría con él, y esa idea me provocaba dolor.
- Amelia, llegaste antes –me dice mi nana, parecía tranquila, suspiro, todo estaba bien–, ve a cambiarte y baja a cenar, tu padre estará muy feliz de eso –asiento, si Agustina lo decía, mi padre debía estar bien, en su despacho haciendo negocios, suspiro mientras camino, entro a mi cuarto y doy un grito al ver a Gorka de pie en medio de la habitación, enciendo la luz y lo veo ahí, por un momento creí que era un ilusión.
- ¿Qué haces aquí? Mi nana no me dijo que viniste –intento calmar mi corazón, él se acerca y a pesar de que intento moverme, no puedo.
- Vine a despedirme de ti –mi corazón comienza a latir muy rápido–, lo lamento mi amada Lía –acaricia mi mejilla, quería llorar.
- ¿A dónde vas? –mi voz temblaba con cada palabra.
- A saldar cuentas –lo miro extrañada–, fuiste muy clara con respecto a tu padre, pero el pacto esta hecho, no lo puedo romper, dejarte ir es lo único que puedo hacer –lo miro con horror, niego–, lo siento Amelia, todo se acabo –sujeta mi rostro suave mientras intento alejarlo–, al menos, no estarás sola –sopla suave mi rostro y siento que mi mente se pierde de a poco hasta que veo todo negro.