Sinceramente, no podía unirme a él, no podía por más que lo miraba, él extiende su mano mientras que del otro lado se pone a centímetros de mí, no podía creer el odio que le tenía a una persona, era tan grande hasta el momento que le conocí, lo odiaba más que a la emperatriz sangrienta, al mirar sus manos noto los callos, algo que me hacía ver que él era un plebeyo, aún cuidaba el cuerpo de Sebastián como si mi vida dependiera de ello.
—Sabes niña… Siento mucha lástima lo que estás pasando… — Me dice, pero no podía considerar que lo que decía era verdad —. Yo también tuve a alguien que amé, incluso llevas el nombre de ella. Se llamaba Sofía, era una plebeya hermosa, la más hermosa del mundo, pero personas como tú la corrompieron, un maldito noble pensó que pudo venir y tomarla como suya hacerla suya. Y solamente me quedé allí, mirando… ¿Dónde quedo la moralidad de los nobles?
Me pregunta mirándome.
—¿Qué es la moralidad si no un conjunto de reglas creadas por débiles para que crees para limitar el poder de los fuertes? — Él era un noble, no entendía lo que decía… —. No soy un villano Sofía, soy un visionario. Estoy dispuesto a sacrificar todo para crear un mundo mejor, el mundo donde pude haber protegido a Sofía mejor…
Este me arroja un plato de comida, era carne, tenía bastante que no lo probaba, pero eso no hacía que me derribara, no iba a ceder.
—Prefiero morir… — Le contesto con lágrimas en los ojos, era bastante débil, no podía con la fuerza de mis palabras, no era tan fuerte una vez que perdí todo. Solo me quedaba esto, la fuerza que tenía…
—Tus deseos son órdenes… — Este me retira el plato, mientras me quedo allí.
La precariedad era notable, no era capaz de comer, ni tomar agua, ir al baño se me daba peor, me orinaba sobre mí misma, lo que hacía que la enfermera tuviera más trabajo, era un vegetal, todas las malditas noches me visitaba el recuerdo de Caleb, que me reprochaba por no salvarlo, por no hacer algo por él, el recuerdo de su muerte se hacía presente con el olor putrefacto del cuerpo descompuesto de Sebastián los otros prisioneros pedían que se lo llevara.
El vizconde no volvió a visitarme, las enfermeras me daban órdenes. Una en particular era amable conmigo y siempre que limpiaba mis heridas era con demasiado cuidado, me cantaba.
Los guardias me sacan del calabozo, y por primera vez en mucho tiempo miro la luz, que hace que me sienta débil, me llevan a uno de los cuartos, sabía que era el cuarto de la emperatriz sangrienta, todo estaba justo como se había dejado hace unos años, era su manera de seguirme torturando, comienzan a desvestirme para ponerme una bata blanca hoy sería el día donde me mandarían a matar, me reuniría con Caleb y Sebastián.
—Duquesa… — Me habla la enfermera de antes —. Tiene que resistir…
Me mueve la cabeza, ella tenía una complexión similar a la mía, ella levanta mi cara para que la mire, pero no podía, no podía mirarla. Esta me ayuda a ponerme de pie, mientras pone una bolsa en mi cabeza, no podía ver nada, más que escuchar las voces que me guiaban, estaba lista para morir, el vizconde destapa mi cara para verme, habían venido muchas personas, algunas lloraban, otras mantenían un semblante sereno.
—¿Aquí está su héroe? — Pregunta riéndose, me jala del cabello haciendo que todos miren, me arroja al suelo. Siento como me ponen la tabla sobre la cabeza, entre la gente veo a personas que quería, la mujer con sus 2 hijas que miramos en el teatro, ellas estaban allí, más crecidas, pero estaba segura de que por fin me reconocían —. ¿Últimas palabras?
—¡LARGA VIDA AL IMPERIO DE CLYDE! — Grita un hombre mientras lo ponen de rodillas. ¿Para qué había venido al mundo?
Memorias golpean mi cabeza, noches donde me sentaba en el regazo de mi padre que me decían que iba a hacer la diferencia, que él había hecho una mujer fuerte, golpean mis recuerdos. Caleb siendo la fuerza, mi hermano, Hiro, Alexander, había personas que luchaban por mí aún.
—Hace un buen día… — El calor del sol golpeaba mi espalda, en los ojos de mi madre noto como cae una lágrima, ella en serio le dolía, trata de impedirlo, pero la arrojan, tal vez en este momento quería unirse al lado correcto, una gran sacudida, comienza a darse por los pasillos, eso logra distraer lo suficiente, logro zafarme para derribar al Vizconde no había nadie cerca por la emboscada, todos estaban tratando de huir.
Pongo mis manos alrededor del cuello de este.
—¿Vas a matarme por lo de Sebastián, por lo de tu padre…? ¿Pequeña, héroe…? — Se ríe.
—Durante mucho tiempo, él trató de mantenerme firme en mis principios y valores, creyendo en la bondad y la justicia como las herramientas para cambiar el mundo. Pero después de luchar contra ustedes, contra ti, después de ver todas las vidas que ha destruido y el dolor que han causado, me doy cuenta de que la línea entre el héroe y el villano es más delgada de lo que pensaba.
—VEZ ¡SOMOS IGUALES! — No tenía la fuerza para apretar su cuello, mis manos temblaban —. Al fin… Te has unido a mí…
—No te confundas, no me he vuelto hacia tu lado, simplemente estoy peleando contigo en tu propio terreno, porque sé que es la única forma de derrotarte de una vez por todas — Tomo la daga y se la clavo en el cuello sin piedad delante de todos, sus ojos se abren de incredulidad, jamás me hubiera atrevido a hacerlo por mi cuenta a menos de que en serio necesitara el hecho de sobrevivir, esto logra causar una gran conmoción, lo que defendían como “héroe” había matado al “villano”, sabía que él era uno de los que quedaban, me miro hacia mi madre, la veo fijamente, haciéndole saber que ella sería la siguiente.
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Editado: 13.08.2023