P.O.V. Sebastián
Habían pasado 6 años de que el reino había sido nuestro, la reconstrucción era la tarea más difícil, había demasiadas necesidades y el reino necesitaba no solo un buen líder sino un buen amigo. Sofía, quien se encargaba de las cosas del pueblo, no había estado en completo servicio, debido a lo que estaba pasando y la carga excesiva de trabajo no había podido pasar tanto tiempo con ella.
—Javid, ve a la cama — Le pido a este quién se encontraba dormido en el sillón de mi despacho. Mi hijo había crecido demasiado, pareciéndose a su madre, pero guardando el coraje que su madrastra le había implementado. No diría que Sofía le hacía un mal, pero si últimamente lo mantenía alejado, por lo que él dormía conmigo —. Alexander.
Lo llamó, pero no parece hacerme caso. Últimamente, se quedaba dormido en el trabajo. Al salir veo que no había nadie, ninguna mujer. Se escuchan unos gritos provenientes de arriba, era la planta donde vivía Sofía, tomo a Javid quien se asusta, para subir con una espada.
Las damas corrían con toallas.
—Su majestad el emperador — Me saluda una de ellas, mientras de la habitación de Sofía sacaban telas llenas de sangre. Esta gritaba. Me trato de acercar, pero Alexander me impide el paso —. ¿Qué demonios está pasando?
—Ella no me tiene permitido decírtelo — Se excusa mientras escucho como esta gritaba.
“PUJE SU MAJESTAD” En eso todo toma sentido, ella estaba dando a luz. Dejo a Javid con una de las mucamas, mientras me acerco.
—Su majestad no puede entrar — Me dice la doctora del castillo, trato de mirarla, pero esta se interpone.
—Mi esposa está allá adentro, tengo que estar con ella — Le digo, pero esta se niega a que pase —. Si ama su trabajo más vale que se aparte y me deje apoyar a mi mujer.
Desearía no tener que usar palabras tan duras, pero es de la única forma en la que me dejan verla, ella estaba aferrada a las cobijas maldiciendo. Me mira a mí, y ni siquiera puede hacer otra expresión del dolor que sentía, no entendía mucho, pues en el parto de Victoria cometí el error de dejarla sola, pero no haría lo mismo, no haría lo mismo con ella.
Me acerco a ella poniéndome detrás de su espalda, ella sostiene mi mano, mientras comienza a pujar, me había enfocado tanto en el trabajo que me perdí de vista a mi familia, no puedo imaginar lo que paso por la mente de ella, al llevar todo este proceso sola. Ella puja aún más fuerte porque su cara se pone roja, estaba llena de sudor, que solo me digno a escuchar el llanto de un bebé.
Ella se libera, tomo un paño para limpiar el sudor de su cuerpo.
—Lo siento en serio, lo siento — Le pido perdón sabiendo que en realidad no era mi culpa, pero era lo que ella necesitaba.
—No te enteraste… Hice bien…
—No, debes de contarme cuando estés embarazada, pues es nuestro — Le beso la mano, mientras esta sonríe escuchando el llanto —. El próximo, no te dejaré sola. Te lo juro.
Apenas tenía uno, y ya quería otro con ella, quería tener todos los hijos que pudiera tener que restar con ella.
—Es una princesa — Dice la dama mientras me la da, era una bebé bastante pequeña, rojiza, tenía nariz arrugada cuando algo no le gustaba hasta en eso se parecía en ella.
—Algo me dice que ya le tienes un nombre — Le digo y esta sonríe pidiéndomela.
—Sheila Alessandra del norte — Ella le había puesto mi segundo nombre a nuestra hija, beso su frente, mientras pido que, entre Javid, para que conozca a su hermana, la heredera del trono del norte.
Doy gracias a dios y a Victoria por darme de nuevo una familia, por entregarme lo que siempre quise, nunca estar solo.
FIN.
#7819 en Otros
#698 en Novela histórica
#13374 en Novela romántica
romance a escondidas amor celos, realeza amor triangulo amoroso traicion, realeza olvido recuerdos reencuentro
Editado: 13.08.2023