Venganza Millonaria

Capítulo 6: Apoyo

Monique

Cuando salgo del pasillo, doy vuelta inmediatamente en la cocina y en uno de los lockers de los empleados encuentro mi ropa casual que dejé expresamente escondida para después. Hace unos días trabajé en el catering de este lugar, con el objetivo de conocer el lugar y de dejar esto guardado.

Me cambio rápidamente ahí mismo y dejo mi vestido en mi mochila, junto con mis zapatos de tacón, me coloco una gorra y escondo mi largo cabello y así, en jeans y una chaqueta salgo por la puerta principal como si nada. Una más, una empleada, dejé rápidamente el papel de la chica glamorosa. Evidentemente, nadie me reconoció. Camino varias cuadras y tomo un taxi directo a casa, siempre pagando con dinero en efectivo. En mi mano sigo teniendo la tarjeta de Baptiste dice: Baptiste Katz. Artista

¿Artista? ¿Es en serio? Que hace un artista en ese ambiente de millonarios. Siempre imaginé a los artistas como gente bohemia en ambientes relajados, jardines, espacios abiertos, que se yo. La imagen de él no me cuadra con la de un artista. Y sin embargo, era la persona más confiada y amable del lugar, tan increíblemente diferente a la de los políticos, empresarios y millonarios, cuya vidas de los demás no importan nada.

Aún no sé por que me ayudó, inclusive después de yo contestarle descaradamente. Me escuchó, me entendió, me apoyó y me ayudó a escapar. Mientras estoy de regreso, solo pienso en cómo su cara se acercó a mí, sus manos en el terciopelo de mi vestido con delicadeza, como tocaba con la punta de los dedos el borde del escote de mi vestido, mi espalda, su aliento cerca de mi a vino, él huele a… algo natural y a la vez, casi mágico. Y su boca… esa boca con esa voz y ese acento. Tiene unos labios gruesos y firmes pero que se ve que darían los besos más tiernos. 

Basta Monique, concentrate. Él solo fue algo pasajero, una ayuda, apreciada pero momentánea. Este camino es solitario y debo mantenerme enfocada. Él no es el tipo de ayuda que necesito. Phil es a quién necesito. Y sin embargo era tan diferente al francés, con sus manos intentando tocarme, poseerme… si, con todo y eso. Él tiene recursos, información y alcance que lamentablemente yo no llego.

Porque si fuera por mi, sin eso, jamás me asociaría con él. El francés tiene razón, él es un hombre de la peor calaña. Pero que aún y eso, al hablar con él vibraba poder, podía sentirlo, podía saber muy dentro de mí que él podría darme lo que necesito, que me serviría en mi camino de venganza. Lo sabía, como esa voz, más que voz, esa sensación que me dice que estoy por el buen camino. Siempre sigo esa señal. Sin ella, estaría perdida.

Algunos tienen un amor que les hace levantarse cada día, quitarse las sábanas y enfrentar al mudo, otros tienen una familia, o un trabajo que aman. Incluso una idea, una meta. A mi lo que me hacía levantar todas las mañanas era la venganza, hacer pagar uno a uno por lo que me hicieron.

Despertarme e ir quitando de la pared los próximos pasos, mis targets, las cabezas que para mi tienen que rodar. Los caminos que tienen que dejar de existir. Así que seguiría las señales que guían mi venganza así me llevaran con un tipo como Phil Heller.

Le pido al taxi dar un par de vueltas más y meterse en lugares desconocidos y finalmente me deja en casa.  Bien, esta noche y este primer paso no fue como esperaba y, a la vez, no fue del todo perdido. Ahora tengo que seguir con mi plan y contar con que logré despertar la curiosidad de Phil para que me contacte, eso es vital. Tendré mi teléfono a mano a todo momento, un mensaje, una llamada de él no puede esperar. Luego de bañarme y volver a ser yo, sin maquillaje y joyas me dispongo a volver a ver mi plan, cuando voy a la sala, alguien me espera. 

—¿Caro? ¿De verdad? ¿Te has propuesto como meta matarme de un infarto un día de estos?— pregunto mientras me tomo el pecho, mi corazón sufrió un duro golpe sin duda, de la mano de mi amiga.

—Perdón. Estoy aquí desde hace rato pero consideré que mejor te cambiaras y descasaras un rato— dice la muy mocosa encogiéndose de hombros. Está sentada con la piernas recogidas en el sofá en su acostumbrado look oscuro. Por lo que veo está comiendo una de mis sopas instantáneas, tranquila como si estuviera en el comedor de su casa.

Caro es una de las chicas que trabaja con mis amigas Lolo y Rita, en su empresa de comunicaciones. Claro que Caro tiene unas habilidades fuera de lo común, y no del todo ligadas al mundo empresarial y de comunicaciones, diseño y eventos. Nada más lejos de ello. Comenzó siendo una ayudante y pronto mis amigas se dieron cuenta que se habían topado con un diamante mientras buscaban carbón. 

Caro es una experta en informática y tecnología, y cómo romper cualquier seguridad. Si algo está en internet o en las redes, ella es capaz de encontrarlo. Llámese imágenes, datos, cámaras, informaciones variadas, cuentas bancarias, o hasta un insecto escondido bajo una piedra. Lo hace con una maestría que da miedo, en serio. Todas siempre decimos, mejor tenerla de amiga, porque de enemiga debe ser el infierno mismo.

Para remate tenía una personalidad casi indiferente, donde cualquier cosa que sucedía provocaba una mínima o en absoluto reacción en ella. Tenía pulso de acero y no temía meterse donde no debía, sin remordimientos, sin culpa y sin pensarlo dos veces.

Supongo que era necesario cuando ibas a hackear algo o meterte en la vida de otra persona, o peor aún cuando buscabas información de la policía. Es más, mientras más peligrosa la búsqueda, la situación… yo estaba convencida de que a ella más le gustaba. Incluso cuando la conocí salía con un policía. El descaro en persona. 




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