Venganza Millonaria

Capítulo 17: Reconfiguraciones

Sentía que hiperventilaba mientras iba caminando con desesperación de vuelta al estacionamiento. Mis manos sudaban mientras sujetaba mi cartera e iba trastrabillando hacia la salida. No me importaba si las personas se me quedaban viendo, yo solo tenía que salir de aquí. Aún no sé como convencí a Phil de que estaba bien y que tenía que terminar mi turno, el cual obviamente no terminé. Seguramente él se quedaría observando a Warleggan de lejos, sin duda es su enemigo público número uno. Y yo tenía uno, dos, tres y cuatro. Pero sin duda Charlotte Murray estaba en los primeros tres.

Por más que intentaba enfocarme no podían todos los autos me parecían iguales, no podía ni encontrar el mío, ¿estos son azul, negro o gris oscuro? La noche no me ayudaba y el estacionamiento estaba solo, al aire libre, todas las personas concentradas en entrar y disfrutar de una tarde noche de perder dinero a manos de un millonario que les hace creer que pasan un gran momento. En cambio, yo solo quería un lugar tranquilo en el que poder quedarme tranquila a respirar, me sentía sofocada, perdida, sin rumbo. La peor sensación posible.

Quizás debí haberme ido al baño, pero mi deseo de salir de ahí, era inexplicable.  Solo recordaba los momentos más oscuros de mi vida. Por segundos creo que ni puedo ver bien, menos respirar y cuando no puedo más y siento que las piernas me van a fallar me recuesto del auto más próximo, apoyando mi espalda y sujetándome con mis manos. 

Es extraño tenerle miedo no a algo en específico, como las alturas, las serpientes, las arañas, el encierro… sino a un momento en sí, un momento pasado, uno ya vivido. No tenía sentido, era difícil de explicar. Pero el momento en sí no es culpable realmente, ni la hora en que sucedió, ni las nubes o el sol que había, ni la temperatura, ni con quienes estaban.

Ni siquiera era culpable la música que sonaba o la ropa que tenía puesta, mucho menos la posición de los astros, mercurio retrógrado o aries en la diosa sabe qué demonios de lugar en el firmamento. Y, sin embargo… yo recuerdo exactamente todo de ese momento, y todo lo que me recordaba a esos tristes minutos en mi vida. Ese fue el día en que me di cuenta de que fui engañada, robada, estafada… burlada. Lo recuerdo como si fue hoy mismo, queda grabado en mi mente como un sello a fuego.

No es que pasara de un día para el otro, todo lo contrario, fue poco a poco, pero yo fui lo suficientemente ciega para no ver. O mejor, dicho decidí ser ciega, decidí no ver. Y la vida tiene formas extrañas de demostrarte el resultado de las decisiones que tomas. Lo peor era el constante miedo, no saber qué pasará al día siguiente. Levantarme en la mañana y llorar. Pensar ¿qué sucederá hoy? Y no tener las fuerzas para continuar. Le tenía terror a un momento que ya pasé, pero que, sin embargo, no había superado, como era evidente ahora mismo.

En un momento de claridad, con ayuda de la luz de la luna encuentro mi auto. Con las manos temblorosas introduzco la llave y despues de tres intentos fallidos, por fin entro a mi lugar conocido, un sencillo espacio de confort. Me siento en el asiento del conductor y me quedo ahí simplemente, por segundos, solo cierro los ojos e intento respirar entre lágrimas.

Me concentro en alguna cosa, un buen recuerdo, como el sabor de la tarta de fresa de Lolo, la risa de Rita cuando toma mucha champaña… las bromas de Greta, los chistes malos de Dafne, los abrazos tímidos de Caro… la voz de Baptiste y su acento… como algunas palabras no las pronuncia bien y aun así, se escucha maravilloso, como si susurrara un secreto o palabras de amor, constantemente.

Cuento lentamente uno, dos, tres… intentando calmar mi respiración. Pensando que el peligro, real o imaginario, ya pasó. Que esos tiempos ya pasaron, que soy otra Monique. Aunque hay muchas cosas aún por trabajar, continúo esforzándome. Ahora soy una mujer que tiene un objetivo y no se va a dejar amedrentar. Una que le va bien en su plan, una que intenta aceptarse como es, no es fácil, pero lo intenta.

Y pensar que hace pocas horas le confirmé a Phil que podía con esto. Él no me lo decía a mal, sino que era un hombre inteligente, un hombre con una claridad impresionante. Sabía que mi tarea y mi objetivo no era para débiles, requería un esfuerzo sobrehumano y yo era solo una chica, sin muchos contactos más que él mismo, sin mucho apoyo, y seguramente sin mucho dinero. Lo único que tenía era mi convicción, mis ganas de vengarme, mi tiempo entregado a ello. 

Pero los malos eran más en número y más fuerte. Tenía que apoyarme en mi convicción, en todas esas características más de mi espíritu y en mi personalidad que en mi fuerza física y en mis recursos. Y aquí estaba con un pequeño ataque de pánico solo con verla. Creo que jamás la había visto de cerca, siempre en fotos, nunca de forma personal.

Charlotte sin duda es una mujer hermosa con aires de entender que es especial, sin miedo a codearse con los poderosos, pisando fuerte, segura de sí misma. Al menos eso fue lo que pude ver antes de que mi mente se nublara. Suspiro y veo el tatuaje en mi mano.

Hace ya más de un año que hice ese pequeño acuerdo. Si tuve la oportunidad de pedir un deseo, no pedí que las cosas no pasaran, ni que volviera al pasado para detener a Felipe antes de que me engañara y robara. Tampoco pedí justicia, menos que todo se me restituyera en un abrir y cerrar de ojos. Solo pedí no tener miedo.

Ni siquiera sé como lo pedí, lo sentí, supliqué a ese poder mayor ayuda. Quería dejar de sentir esto: la sensación de estar desahuciada, perdida, con miedo constante, sentirme una víctima. No quería ser una víctima. Estaba cansada de ser una víctima. Así que cuando pensé eso… se traducía en venganza. No hay mejor forma de vencer los miedos que convertirte en ellos. 




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