Monique
Una vez alguien que a mí me importa mucho, me había dicho que era necesario cerrar un ciclo, especialmente con mi venganza. Y yo creo que es importante terminar con ciertas cosas que formaron parte de nuestra vida, cosas o situaciones que tenían su razón de ser.
La venganza había dado a mi vida, fuerza y determinación, y tenía una importancia que jamás había imaginado. Nunca me había considerado una persona qué se dejara llevar por el odio, por el enfrentamiento, por la intención de hacer que otro sufra. Claro que tampoco me habían sucedido tantas cosas desastrosas que amargaron y golpearon mi vida.
Había pasado un año y daba casi por cerrada mi etapa vengativa. Había guardado mis armas, qué eran simplemente información, esa gran cartelera que colgaba en mi cuarto con fotos, con mapas, con números de teléfono y pequeños datos. También había carpetas, archivos, computadoras, monitores, cámara de vigilancia.
No voy a decir que voy a desechar todo y olvidarme completamente, pues una parte de me decía que siempre había que ser precavida, no por el hombre que tenía a mi lado, ni por la gente que me rodeaba...
Pero si creía que no estaba de más estar atento para que la vida no nos sorprenda, al menos no de una forma no grata. Además, tenía que tener un ojo encima de Caro y constatar que el tema con Robson y con Los Escorpiones se solucione de una vez por todas.
Así que aquí me encontraba, en un lugar en el que realmente nunca pensé venir, a ver a alguien que juré nunca más volver a ver. Mi francesito me acompaña, él insistía en que si yo quería estar sola podía él esperarme afuera sin ningún problema.
Pero después de todo lo que yo había pasado había entendido que esta venganza, aunque yo la había liderado y la había prácticamente manejado a mi antojo, era de varias personas más. Sin querer yo, ustedes saben todo lo que yo he odiado qué se involucren personas inocentes en esto... finalmente terminaron metidas las personas que más yo quería.
Y por obra y gracia de la diosa, salimos todos intactos y sanos. Que francamente es lo que importa.
El edificio era lúgubre y sentía que en cualquier momento algo de terror iba a salir. No podía ni imaginarme las cosas que acontecían en este pequeño infierno.
Los pasillos eran bastante desagradables y no podía ni siquiera empezar a entender el por qué algunas personas terminaban aquí. Mientras el enfermero nos guiaba y nos pedía que estuviéramos juntos, se escuchaban gritos, y de vez en cuando un profundo y atemorizador silencio.
Baptiste toma mi mano con fuerza, apretando sus dedos con los míos, como diciéndome que aquí estaba él para mí. Y yo se lo agradecía infinitamente.
—Estaré aquí afuera si lo necesitan... Recuerden no quedarse más del tiempo necesario... el paciente no tiene permitidas visitas tan frecuentes. Y para ser sinceros, su estado ha empeorado mucho en los últimos días — nos decía el enfermero en frente a la puerta gris. Veía que también había personas de seguridad.
Esto no era un psiquiátrico común, sino un penitenciario también. Esas noticias no me daban felicidad y tampoco habían sido producto de mi acción, aunque debo reconocer que mi actuar había ayudado un poquito.
Cuándo entramos al pequeño cuarto, lo primero que observó es que felipe está muy acabado. Parece un despojo del hombre que era antes, el hombre siempre envalentonado, creyéndose mejor que los demás, orgulloso, con esos aires de superioridad, altivo.
El hombre que veía al frente mío tenía un traje de un color claro como un uniforme sumamente sencillo, zapatos deportivo sin trenzas, la cara pálida, con ojeras, y su complexión también había cambiado. Se veían entre demacrado y a la vez hinchado, como si los medicamentos le estuvieran afectando.
También veía que tenía en los brazos rasguños. Baptiste me miraba de reojo y creo que pensaba lo mismo: Sí, lo hubiésemos visto por la calle, no lo hubiésemos reconocido.
Su cabello estaba cortado totalmente al ras, tenía las manos atadas hacia adelante, el enfermero nos había dicho que era para evitar que se hiciera daño, y estaba encorvado, mirando hacia el suelo, repitiendo, casi murmurando unas palabras que no entendía muy bien.
No estás solo... si piensas que todo...Felipe Alonso, te va a salir bien como siempre,
y qué será impune todo el daño que has hecho, termina pasándolo mal.
¿No lo sabes? Quién se mete con las mujeres, Todo vuelve en este mundo
Balbuceaba él como una retahíla de la que no pareciera consciente, cómo se repitiera las palabras una y otra vez, daba la impresión de que están grabadas en su memoria.
—Felipe— le llamó la atención mientras me siento con cuidado en la silla que está al frente de él. Baptiste se coloca a mi lado colocando su mano en mi hombro. Felipe se me queda viendo por un rato y de repente sus ojos oscuros se abren, supongo que me ha reconocido.
—Monique... Mi novia...¡Has venido de nuevo!... Pero…¿Quién es él? ¿Quién eres tú y qué haces con mi novia?— dice con palabras atropelladas y yo intento ocultar mi asombro.
—Felipe yo no soy tu novia... Y no ha venido antes, ni vendré más... Solo quería hablar contigo. Y este es Baptiste, mi prometido, ya lo conoces— le digo en voz calma, con firmeza y frialdad, pero a la vez con suavidad como si estuviera hablándole a un pequeño.
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Editado: 19.02.2023