En el hogar de los Reinhardt Clare y Gabriel esperaban ansiosos, tanto que al ver que las puertas se abrían corrieron rápidamente hacia su padre, pero se detuvieron en seco al ver que no venía solo, en sus brazos cargaba a una pequeña niña. Su padre siguió caminando, se dirigió a la sala de estar y puso a la pequeña sobre un sillón largo.
-Clare trae cobijas y ropa seca.
Clare asintió y corrió rápidamente a buscar cobijas.
-Gabriel trae agua caliente y un pañuelo.
Gabriel también se apresuró en su tarea.
Ambos regresaron casi a al mismo tiempo, Leonard tomó el pañuelo, lo humedeció en el agua caliente y comenzó a limpiar la cara de la pequeña que permanecía con los ojos cerrados, Clare la miró, sintió una extraña curiosidad por la pequeña, no tenía muchas oportunidades de ver gente de su edad, y mucho menos a una niña como ella. Gabriel también quedó impresionado al verla, sintió que el corazón le latía más fuerte de lo normal y sus mejillas comenzaron a enrojecer, no sabía lo que sentía pero lo llenaba de una emoción creciente, la miró fijamente por un momento cuando su padre le hablo.
-Hijo voltéate, debemos cambiarle la ropa.
El muchacho obedeció, y entre padre e hija cambiaron de ropas a la pequeña y la envolvieron en las cobijas para hacerla entrar en calor. Cuando Gabriel volteo de nuevo la niña parecía haber recobrado un poco de color y su respiración sonaba más tranquila.
-Traeré un vaso con agua. –dijo Gabriel a su padre.
Leonard asintió y giro la cabeza hacia su hija.
-Clare –le dijo-. Perdóname por ponerte tareas como estas cuando estas enferma, debí ser más considerado contigo.
-No pasa nada padre, sin mi ayuda, Gaby y tú no habrían podido solos. – Ambos sonrieron en complicidad.
Gabriel regresó con un vaso con agua en sus manos, lo entregó a su padre y él lo puso sobre la boca de la niña, sosteniéndola con sus brazos para mantenerla sentada, justo como lo había hecho cuando la encontró en el bosque.
-Se pondrá bien –dijo el padre-. Necesita descansar.
Un silencio invadió la sala, no duró mucho pero tampoco duró poco, fue Clare la primera en hablar.
-Papá –dijo la niña como en un susurro-. ¿Quién es ella?
Su voz parecía temerosa, hacer esa pregunta después de haberla atendido como si de un familiar se tratase parecía tonto, sin embargo continuar sin hacer la pregunta durante el resto de la noche lo parecía más.
Leonard dio una mirada cansada a cada uno de sus hijos, dejo escapar un suspiro y comenzó a relatarles lo que le había ocurrido desde que entró al bosque hasta que regreso a casa.
Al terminar su historia ambos hijos asintieron y miraron a su padre con admiración. Clare estornudó.
-Sera mejor que ese estofado esté listo cuanto antes. –le dijo a su padre sonriendo-. Creo que ambas lo necesitamos.
Su padre asintió con una sonrisa, dio un golpe en el hombro de su hijo y ambos se dirigieron a la cocina para preparar la cena, los ojos de Gabriel se abrieron como dos platos al ver el tamaño de la liebre, seria perfecta para esa noche.
En la sala de estar Clare tomo la mano de la niña, le miro el rostro y comenzó a fantasear sobre de dónde provenía aquel ángel recostado sobre el sillón, pensó en si de verdad sería una princesa o algo parecido, “viéndolo desde otro punto de vista yo también lo soy” pensó Clare para sí misma y sonrió tristemente recordando la historia que sus padres le habían contado sobre cuando se conocieron.
Leonard Reinhardt provenía de una familia de cazadores, su padre había sido contratado por una familia real para cazar un temible oso que asechaba a los alrededores y evitaba el transporte de los comerciantes, lo que los mantenía alejados de la sociedad. Leonard con diecinueve años había decidido acompañarlo, aunque más que decidido estaba obligado, su padre quería que aprendiera cuanto antes como ser un buen cazador ya que su familia se dedicaba a la caza desde hace mucho tiempo y era la única forma que conocían para sobrevivir. El hombre que contrató al padre de Leonard era un anciano, pero también era la cabeza de la familia Richardson quien poseía una pequeña mansión muy cerca de un bosque, la mansión albergaba al anciano, su nieta de diecisiete años y el personal encargado de mantener funcionando todo correctamente. Todo el bosque pertenecía al dueño de la mansión y gran parte de tierra fértil que los rodeaba también, el anciano esperaba que cuando su nieta sea mayor creara una pequeña colonia en ese lugar, ellos tenían todo tipo de derecho para hacerlo, prácticamente en su pequeño hogar él era el rey y ella su princesa. Leonard y su padre iban acompañados de muchos otros cazadores que trabajaban para ellos, la caza duró tres días en los que buscaron el lugar de descanso de la bestia y posicionaron estratégicamente varias trampas, la caza dio resultado y el anciano estuvo satisfecho, tanto así que los invitó a pasar unos días en su hogar, durante estos días Leonard conoció a la nieta del hombre, Lizbeth, quien también se convertiría en el amor de su vida. Durante el tiempo que paso con ella su amor floreció en secreto debido a la diferencia de sus posiciones, cuando Leonard y su padre regresaron a su hogar los jóvenes continuaron comunicándose por cartas, contándose sobre sus vidas sus sueños y esperanzas, todo parecía perfecto hasta que llego una carta con el sello que se utiliza cuando esta es urgente, Leonard se había asustado y la leyó mientras sus manos temblaban, Liz le contaba que su abuelo había muerto hace dos días, de una enfermedad del corazón, eso habían dicho los doctores, no había dejado testamento pero ponía por escrito que la mansión donde vivía así como la tierra que la rodeaba pertenecían a su preciada nieta, por lo demás toda la fortuna fue peleada por sus parientes cercanos. Le contó también que sus parientes habían despedido a todo el personal de la mansión y la habían abandonado ahí a su suerte, esperando quizá que muriera para así poder pelearse también por quien se quedaría con la mansión, se disculpó por no escribirle antes pero decía que se encontraba en una tristeza profunda y había tenido que ver a muchos abogados que la habían visitado, terminaba la carta despidiéndose de él para siempre, pues no le quedaba nada más que su tristeza. Leonard no pudo contener las lágrimas mientras sostenía la carta, corrió rápidamente a la habitación de su padre y le conto todo sobre Lizbeth desde su romance secreto hasta la última carta, le dijo entonces sin basilar que iría con ella y la tomaría como esposa, no pidió su bendición pero en el fondo esperaba escucharla. Su padre lo miró con expresión severa y después de unos minutos asintió “pero iras solo” le había dicho, palabras que no lo hicieron desistir. Una vez en la mansión Richardson, Leonard cruzó la puerta que se encontraba abierta y se apresuró a llegar a la habitación de su amada, ella se levantó, lo miró con lágrimas en sus ojos y corrió a sus brazos, Leonard la abrazo con todo su corazón y la beso en los labios.
#21954 en Fantasía
#8730 en Personajes sobrenaturales
#12763 en Thriller
#7206 en Misterio
Editado: 21.01.2019