- Quiero que estés de vuelta en casa a las 8. Nada de quedarse hasta tarde ni demorarse, sin excusas. ¿Entendido? – preguntó mi padre.
- Sí, señor – respondí.
Han pasado dos semanas desde aquella noche. Dos semanas desde que, accidentalmente, nos cruzamos con Harry Ellis y decidimos que era buena idea el colarnos en la fiesta de Tammy.
No se suponía que debíamos estar ahí. No nos habían invitado a aquella fiesta y la mayoría de nosotros no conocía a Harry. Tal vez, sí se suponía que debíamos estar ahí. Si no hubiéramos ido a esa fiesta, no nos habrían botado y, de tal forma, no habríamos encontrado a Bryan, Harry y los demás bravucones dirigiéndose a la Casa Ferris. Aún peor, no habríamos estado ahí para rescatar a Harry y quién sabe qué hubiera ocurrido de haberse quedado atrapado en aquel armario, solo, sin ayuda.
Al tiempo que nos convertimos en héroes, ignorábamos completamente que otros eventos sucedían en la ciudad. La madre de James se alarmó por nuestra repentina ausencia y decidió llamar a nuestros padres para averiguar si conocían sobre nuestro paradero. Ella sabía que me recogerían en su camino de vuelta, así que primero llamó a mi casa, solo para dar con la noticia que ya habíamos salido de ahí hace varios minutos. Llamó, también, a la casa de Amanda y de Robert, pero sus padres le dijeron que tampoco habíamos aparecido por sus casas. Naturalmente, todos ellos entraron en pánico por nuestra desaparición. Es así como decidieron reunirse en casa de James y alertar a la policía sobre nuestra desaparición, con el fin de iniciar una búsqueda por todas las calles de la ciudad.
No pasó mucho tiempo hasta que nos encontraron. Estábamos en camino a la casa de Harry, para devolverlo a su familia y explicarles qué es lo que le había pasado y porque se encontraba en un completo estado de pánico, cuando un oficial de policía nos vio. Al ser una ciudad pequeña, no tomaba demasiado esfuerzo saber quiénes éramos y conocer a qué familia pertenecemos. Varios residentes de Cumberland habían crecido juntos o, al menos, habían cruzado caminos en determinados momentos de sus vidas. Aquel oficial nos siguió, extrañado por la prisa con la que andábamos y porque, con nosotros, llevábamos a alguien más, en un estado deplorable. Cuando llegamos a nuestro destino, observó de cerca lo que hacíamos, con la intriga de quien divisa a un sospechoso de algún crimen. Pronto, alertó a nuestros padres y al resto del equipo destacado para la búsqueda sobre nuestra situación. Para el momento que pudimos advertirlo, fuera de la casa de la familia Ellis se encontraban autos de policía, alrededor de 10 oficiales y, por supuesto, nuestros padres. Asimismo, a escasos metros, varias personas de la ciudad, quienes se habían enterado de la desaparición de cuatro estudiantes de la escuela secundaria de Cumberland y, atraídos por la inusual presencia policial, se encontraban supervisando el desenlace de tal llamativo hecho.
Recuerdo vívidamente cómo lucía el rostro de mis padres. Había una combinación de furia y nerviosismo, pero aliviados por -finalmente- dar con nuestra ubicación. Todos pensamos que el verano había llegado a un final prematuro, incluso sin haber llegado a la mitad de la estación, pero, felizmente para nosotros, estábamos equivocados. El oficial de policía que nos había encontrado se encargó de hacer saber a nuestros padres sobre lo que habíamos estado haciendo (después de indagar sobre lo acontecido con la familia Ellis) y les explicó toda la situación que envolvía nuestro heroico accionar. Los varios curiosos que rodeaban el lugar, varios de ellos estudiantes de la escuela, escucharon sobre nuestro rescate al chico nuevo de la ciudad y nos alabaron. Los papás de Harry, aún preocupados y consternados por la situación, nos agradecieron un sinfín de veces. Aun así, no fue suficiente.
A pesar de esto, los cuatro fuimos castigados por nuestros padres. Aunque todos ellos admitieron que nuestro rescate a Harry tuvo un peso determinante a la hora de decidir cuánto tiempo duraría nuestra sanción. Nos prohibieron pasar el tiempo juntos, abandonar los límites de nuestras casas (a menos que sea en compañía de alguno de nuestros padres) y de usar nuestras radios para comunicarnos, “solo” por dos semanas. Era una ganga después de todo, en especial si consideramos que tuvieron que llamar a la policía, emprender una búsqueda por la ciudad y someterse al escrutinio del resto de la gente.
Debo admitir que éramos considerados héroes locales. The Cumberland’s Journal, un diario local, escribió un reporte sobre lo que sucedió aquella noche y nos calificó de héroes. Las veces que pude salir de casa durante mi castigo, mayormente para ayudar a mi madre con las compras, me cruzaba con gente de la escuela y todos ellos me saludaban con respeto, admirando mi nuevo estatus de héroe. Las personas mayores también me sonreían y usaban adjetivos como valiente o de gran coraje, hasta llegar a decir joven superhéroe. Incluso, uno me compró un helado.
Un día, escuché a mi mamá hablar por teléfono con la madre de Amanda, ambas intercambiaban sus experiencias recibiendo toda clase de cumplidos y felicitaciones, de parte de aquellos que conocían sobre el rescate, por haber criado chicos con grandes valores y valentía.
Aunque, no era el reconocimiento y los halagos aquello que ocupaba mi mente y consumía mis pensamientos. Al no poder hablar con mis amigos, seguí escribiendo cartas a Patricia. Por las noches, me encerraba en mi cuarto, me echaba en mi cama, ponía algo de música y empezaba a contarle todo lo que sucedía en mis aburridos días castigado, pero, sobre todo, trataba de encontrar una forma de explicarle lo que vi esa noche. Constantemente, me encontraba pensando cómo se suponía que explicaría eso. ¿Cómo explicas lo paranormal? ¿Cómo podría estar seguro de aquello que vi? Aquella noche, no tuvimos la oportunidad de hablar sobre el incidente, pero sé que Amanda y Robert también vieron esas decenas de ojos rojos que nos observaban desde el oscuro interior de la Casa Ferris. Nuestras mentes solo tenían como objetivo el devolver a Harry a su casa y mantenerlo vivo. Pero hoy, después de dos semanas, nos veríamos de nuevo y todo lo que podía pensar era sobre discutir el tema con ellos.