Departamento de Policía de Cumberland
- Gracias por venir tan pronto como pudo – agradeció el oficial Burton, mientras guiaba al inspector Keery hacia una sala en el sótano de la sede del Departamento de Policía de Cumberland.
- No, ni hablar. Descuide, jefe – respondió Keery.
Tras pasar por varias puertas de oficinas que servían como lugar de almacenaje de documentos en la sede de policía de la ciudad, ambos sujetos llegaron al lugar de su destino. Al final del corredor, una puerta de fierro, blanca con rastros de óxido, dejaba filtrar por sus ranuras una destellante luz blanca.
- Adelante – instruyó con voz firme el oficial Burton.
El jefe de policía abrió la puerta e instó al inspector Keery a entrar a la habitación. Dentro, en el medio se encontraba una mesa de fierro, también visiblemente desgastada, sobre la cual se posaba un extraño cuerpo cubierto por un plástico negro. Se podía apreciar que el cuarto era usado con algún otro fin, porque diversos documentos y cajas se encontraban apilados en las repisas que se encontraban pegadas a la pared.
Al lado de esa mesa, se encontraba, de pie, un oficial. Su expresión era seria y miraba fijamente hacia el objeto que descansaba inmóvil sobre la mesa.
- Inspector Keery, este es el oficial Bramahan. Él es quien encontró el objeto en los alrededores del sumidero, durante su turno matutino– Dijo Oliver Burton.
Anton Bramahan era un oficial con más de 15 años trabajando en el departamento de policía de Cumberland. Era uno de los oficiales más veteranos, que además resaltaba por su cabellera pelirroja y su fastuoso bigote, el cual lo hacía ver un tipo serio e inmutable.
- Así es, inspector. – intervino Bramahan, retirando su sombrero de la cabeza, mientras asentía en forma de saludo – Lo encontré en mi patrulla rutinaria de la mañana. Cuando lo vi, había aún un poco de sangre fresca, se ve que había estado sangrando bastante y….
Mientras el oficial Bramahan hablaba, Anton Keery había decidido examinar el extraño cadáver por sí mismo. Se acerco a la mesa y cautelosamente levantó el plástico negro que cubría al extraño ser. La vista estaba lejos de ser placentera: esa extraña criatura tenía claros signos de haber sido golpeada hasta causarle la muerte, el cráneo estaba severamente maltratado, y el resto de su cuerpo estaba lleno de arrugas y estrías, con venas resaltando sobre la piel.
Con guantes en las manos, empezó a recorrer minuciosamente la estructura ósea de la criatura. El objetivo estaba claro: tenía que saber qué clase de espécimen era ese. Al haber sido violentada gravemente, era complicado emitir un juicio rápido, pero si algo era seguro, es que esa “cosa” no lucía -en lo absoluto- convencional.
- …Es el perro más extraño que he visto en mi vida – culminó Bramahan, luego de dar detalle de cómo dio con el objeto.
- ¿Perro? – preguntó Keery, sin quitar los ojos del cadáver.
Un breve silencio se apoderó de la habitación.
- ¿Disculpe? – contestó Bramahan, visiblemente desconcertado.
- No es un perro – respondió el inspector – La línea de la mandíbula… la cavidad de los ojos e incluso las…bueno… sus ¿garras?
El inspector levantó la mirada y observó fijamente al oficial Burton, quien yacía de pie, quieto y con la mirada enterrada en el misterioso cadáver.
- No es un animal – sentenció Keery.
El oficial Bramahan no podía ocultar su confusión. No entendía qué ocurría ni a qué se refería el inspector.
- Arnold, podrías dejarme a solas con el inspector – solicitó el oficial Burton, tras un instante en silencio.
Tan pronto Arnold Bramahan abandonó la habitación, el oficial Burton dejó de lado su postura receptiva e imperturbable, tal como si hubiera vuelto la vida.
- Inspector, cuando le pedí venir, no lo hice para que viera el cuerpo de lo podría haber sido un animal cualquiera. -dijo el oficial Burton, mientras apagaba las luces de la habitación y encendía una lámpara de luz ultravioleta - Si le pedí venir, es porque tengo un mal presentimiento y necesitaba corroborar que yo no fuera el único en sentirlo.
Tan pronto se encendió aquella lámpara, el cuerpo de la criatura que yacía sobre la mesa empezó a resplandecer, con un brillo atípico, como si fuera un árbol de navidad con luces esparcidas sobre sí mismo.
- Keery, puede que yo no sea un científico, pero si algo sé es que la sangre no brilla bajo luz ultravioleta y esa criatura está llena de esa cosa – prosiguió Oliver Burton, esta vez mirando fijamente al inspector.
El inspector Keery estaba quieto, anonadado, visiblemente superado por la situación, pero intentando ocultarlo. Esa sustancia era idéntica a lo que le había mostrado en el laboratorio tras analizar los restos de los cuervos que habían sido hallados en la Granja Elton. Aún sin tener una explicación coherente sobre esa misteriosa sustancia, esta se volvía a presentar y en un contexto no menos misterioso.
- No es un animal – atinó a decir Anton
- ¿Entonces? ¿Qué diablos es esa cosa? – preguntó Burton.
- Es…