Kazuo
No escucho ni siquiera el murmullo del viento, es como si hasta la brisa y el mismísimo sonido huyeran por su vida del escenario que está enfrente. Llueve ceniza que al quitarla deja un borrón gris en nuestra ropa y piel, charcos de color escarlata humedece la tierra seca que con afán absorbe el preciado líquido, y allí frente a mí, tirado igual a un muñeco de trapo, roto y sin vida. Sus ojos cristalinos me observan echándome la culpa de lo que le paso.
Corro buscando seguridad, buscando aquellos quienes confío pero no los encuentro ante el caos que envuelve todo el lugar, las grandes edificaciones empiezan a derrumbarse y entre los escombros noto la silueta de seres antes de que sean aplastados. Grito el nombre de mamá, de papá, grito todo lo que puedo aún cuando ni yo mismo escucho mi voz.
Tengo miedo, todo a mi alrededor solo hay lucha seguida de la muerte. Entonces, en el cielo que llora ceniza aparece una luz que espanta a todos los que aún respiran, haciendo que escapen y por el camino me empujan sin piedad para salvar sus vidas, pero ¿de qué? Entonces mis pensamientos son interrumpidos cuando caigo en el líquido escarlata, manchándome y soltando a mi único acompañante, un peluche de tigre, cuando me doy cuenta empiezo a buscarlo desesperado, logro encontrarlo rasgado y lo salvó de otro pisotón. Lo abrazo fuertemente y le juro que lo repararé. Sí, es fácil con él, pero no con todos los demás. Alzó la vista y a la distancia veo siluetas, pero una en especial que corre a mí, entonces, solo entonces entiendo porque corren, la luz al tocar el suelo marchito explota en una luz cegadora que desintegra todo a su paso, no aguanto más y al final oigo mi nombre hasta que todo es negrura.
Exaltado grito sudando frío, otra vez esa pesadilla, acerco la mano a mi frente para secar el sudor para descubrir tubos inyectados en la mano, maquinas pitando monitoreando mis signos vitales. Miro alrededor notando la habitación llena de blanco, la cama de hospital y por la ventana entra la luz de la luna menguante, en la mesa de noche un ramo de flores de narcisos amarillo mezclado con tulipanes blancos y lirios morados. Trato de agarrar una de las flores para sentir el punzante dolor del hombro, suelto un pequeño gemido de dolor y con la otra mano la apoyo de donde viene, debajo de la ropa siento el vendaje y puntos que cierran una herida. Empiezo a recordar ese día, no otra vez, la tristeza me invade por no poder evitarlo. Intento nuevamente agarrar una de las flores con la otra mano atrapando un tulipán blanco, la acerco para disfrutarlo conociendo su significado.
-No tienes que disculparte de nada- sonrío cerrando los ojos.
-Necesito hacerlo, fue mi culpa que quedaras así- desde atrás aparece la sombra de donde proviene la voz.
-También tuve esa misma pesadilla, pero vi más- con los ojos cerrados.
-Lo note al escucharte gritar, cuéntame para poder ayudarte-
-Son solo sueños, nada más que eso-
Volteo a verlo allí colgado desde la ventana, sus brazos se agarran de los pilares que sostienen la edificación y sus pies descansan en el marco quedando en cuclillas. Por estar contra luz no reconozco bien su silueta solo por sus ojos que brillan y sus dientes blancos que se muestra cuando habla.
-Si fueran solo sueños no serían tan a menudo- suspira -Se que igual no me contarás-
-Para nada, y dime... ¿Esta vez cuánto tiempo fue?- evita acercarse y se queda como un cuervo sobre el cabecero de la cama, esperando pacientemente.
-Diez días y siete horas, cada momento me quedé junto a ti, sin dormir-
-Fue mucho...demasiado...- me entristece que haga eso.
Se queda en silencio, su respiración golpea mí nuca, demasiado silencio y solo el pitido de las máquinas.
-Tú las compraste ¿cierto?- huelo el delicioso aroma del tulipán -No es algo que tu hagas, no queda contigo-
-No queda conmigo, pero por ti lo hago, por mi culpa quedaste aquí.-
Sin notarlo empieza a caer pétalos de las flores que estaban en la mesa de noche, Silas agarro varias que le arranca los pétalos y a otras le quita el tallo dejando que caiga la flor entera llenando la cama de diferentes colores. Lo volteo a ver para sentir su manos rodeando mi cuello, no como si fuera ha estrangularme, no, era más un abrazo con temor a lastimarme, sentía sus dedos pasar por mi piel y bajar hasta mi pecho y la otra subir hasta mi oreja, eran caricias de dolor que se podía sentir en sus nudillos. Paso mi mano sobre la que esta en mi pecho, siento sus heridas, sus venas, su piel áspera, se detiene al momento que la aprieto contra mi sintiendo sus garras ligeramente presionar mi piel.
-Te he dicho que no te tengo miedo, incluso cuando así me puedes arrebatar todo con un ligero movimiento- acomodo mi cabeza sintiendo su biceps contra mi oreja -Siento tu dolor, no se porque pero lo siento, siento tu distancia y me duele-
-No sabes lo que soy capaz- me suelta para bajarse y quedar junto a la cama -No sabes que he hecho-
-Es cierto, pero aún así estoy contigo cuando he escuchado tu sobrenombre- lo miro y se sorprende -General encarnizado, el General sangriento-
-¿Donde los escuchaste? Esos nombres...-
-Esos nombres se dicen entre los rumores que se esparcen rápido, como un veneno que corrompe el cuerpo-