Verdad Silenciosa

Enfrentamiento con su madre: Revelaciones dolorosas

Lucía no había oído a su madre entrar. Estaba demasiado sumida en los documentos, perdida en las fotos y los informes que habían destruido todo lo que creía saber sobre su vida. Los papeles cubrían la mesa, caóticos, reflejando el torbellino de emociones en su interior. Mientras pasaba de una página a otra, su mente alternaba entre el dolor de las revelaciones y la furia de haber sido engañada. Cada palabra le confirmaba que su vida había sido una mentira.

La puerta se abrió suavemente, y Lucía apenas levantó la vista. Fue un instante de silencio incómodo, seguido por la presencia de su madre adoptiva, de pie en el umbral. La tensión en el aire era casi palpable, como si el universo supiera que una confrontación inevitable estaba a punto de explotar.

—Lucía… —la voz de su madre era un susurro quebrado, cargado de dolor.

Lucía no respondió de inmediato. Mantuvo la vista fija en los documentos, como si necesitara procesar lo que había delante antes de poder enfrentarse a la mujer que había sido su madre durante toda su vida. El silencio entre ellas era espeso, una barrera que ni las palabras ni los años podían romper fácilmente.

Finalmente, Lucía levantó la mirada, y en ese momento todo cambió. La mujer a la que siempre había llamado madre estaba allí, de pie, con el rostro pálido y los ojos llenos de culpa. Lucía la miró como si la estuviera viendo por primera vez, como si se enfrentara a una extraña, a alguien que había participado en la más cruel de las traiciones.

—¿Sabías? —preguntó Lucía, con una calma que no correspondía a la tormenta que rugía en su interior.

Su madre dio un paso hacia adelante, pero Lucía se levantó de la silla de golpe, empujándola hacia atrás, como si no pudiera soportar la proximidad.

—¿Sabías todo esto? —repitió, esta vez su voz temblando con una mezcla de incredulidad y rabia.

Su madre cerró los ojos por un segundo, como si las palabras de Lucía la hubieran herido físicamente. Cuando volvió a abrirlos, las lágrimas comenzaban a brotar, pero su expresión no era de defensa, sino de culpa y resignación.

—Lo hice por ti —respondió, su voz apenas audible.

Lucía sintió cómo su corazón se detenía por un momento, como si las palabras de su madre hubieran golpeado en lo más profundo de su ser.

—¿Por mí? —repitió, con un tono de amarga incredulidad—. ¿Arruinar mi vida, manipular mis recuerdos, borrar todo lo que era? ¿Eso lo hiciste por mí?

La madre de Lucía se acercó con pasos lentos, el rostro lleno de lágrimas. La culpa era palpable en su expresión, pero Lucía no podía sentir más que una furia creciente.

—No entiendes, Lucía… —dijo su madre, con la voz rota—. Lo hicimos porque no teníamos otra opción. No fue solo una decisión… era la única manera de protegerte.

Protegerme. Esa palabra resonó en la mente de Lucía, tan vacía y absurda como todo lo demás. La furia contenida en su pecho se liberó en un torrente de palabras.

—¿Protegerme de qué? —gritó, su voz cortando el aire entre ellas—. ¡Lo sabías! ¡Sabías lo que me hacían y aún así lo permitiste! ¡Has mentido toda mi vida!

La rabia en Lucía era tan intensa que temblaba, sus manos apretadas en puños. El dolor y la traición habían sobrepasado su capacidad de contenerlos. Todo lo que había descubierto en los documentos la había dejado herida y rota, y ahora, la persona a la que siempre había confiado su amor y su vida estaba revelándose como parte del engaño.

Su madre se quedó en silencio por un momento, atrapada en su propio dolor y culpa. Pero entonces, algo en su expresión cambió, y su voz adquirió una firmeza que Lucía no esperaba.

—No lo entiendes —dijo, secándose las lágrimas y levantando la barbilla—. Nunca quisimos que esto pasara. Tu padre y yo… nunca quisimos hacerte daño, pero no fue una elección. Te entregaron a nosotros, Lucía. No fue una adopción como cualquier otra. Fuiste entregada a nosotros por el Proyecto Epsilon.

Epsilon.

Lucía sintió que todo su cuerpo se tensaba. La palabra golpeó con la fuerza de un puñetazo en el estómago. El nombre que había destruido su vida, la organización que había manipulado cada parte de su existencia. Su madre la había adoptado bajo un acuerdo con Epsilon.

—¿Entregada? —susurró Lucía, su voz llena de horror—. ¿De qué estás hablando?

Su madre se acercó más, sus ojos fijos en los de Lucía, como si supiera que la próxima revelación sería la más dolorosa.

—No eras una niña cualquiera… —dijo, y su voz se quebró—. Epsilon te eligió. Te habían sometido a procedimientos, a cosas que ni siquiera nosotros entendíamos del todo. Nos dijeron que eras especial, que tenías que ser protegida… que si no cooperábamos, estarías en peligro. Te entregaron a nosotros bajo la promesa de que te mantendríamos a salvo.

Lucía sintió que su mundo se tambaleaba de nuevo. Epsilon había estado involucrado desde el principio. Su madre no la había adoptado por amor, sino bajo la manipulación de una organización que la había utilizado como un experimento.

—¿Qué clase de procedimientos? —preguntó Lucía, sintiendo que la rabia volvía a hervir bajo la superficie—. ¿Qué me hicieron antes de que me adoptaran?

Su madre tragó saliva, como si las palabras fueran demasiado difíciles de decir. Pero ya no había marcha atrás.




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