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Capítulo 8: El inútil intento de acercarse a la verdad conduce a otros intentos.

—¿Dónde te metiste? Estuvimos a punto de presentar un examen sorpresa en Cálculo. Por suerte Odeth fingió desmayarse y el profesor preocupado decidió aplazarlo. —Batley me sujeta el brazo deteniendo mi andar por la cafetería—¿Te encuentras bien?

 

Asiento sin mirarlo directamente—Gracias, Odeth.

 

—No te preocupes, me gusta apoyar a mis amigos y la actuación es otra de mis habilidades secretas.—bromea transmitiendo su entusiasmo.

 

—Tengo un fuerte dolor de cabeza. ¿Han visto a Samantha?—pregunto conteniendo mi estrés.

 

—Creo que está en el auditorio practicando para el concierto del festival deportivo.—me informa Batley preocupado—¿Quieres que vaya a buscarla?

 

Niego—Iré personalmente, aprovechen para almorzar.

 

—¿Segura? Tu rostro esta pálido. Puedo acompañarte sin problema.

 

Muerdo mi lengua evitando soltar frases hirientes para librarme de la presión.

 

—Volveré enseguida.—les doy la espalda escapándome nuevamente de sus miradas interrogantes.

 

El auditorio me recibe con sus numerosos asientos de madera forrados de cuero negro y el gran escenario central constantemente usado para eventos estudiantiles como las elecciones presidenciales, conciertos, graduaciones u anuncios directivos. Al entrar te percatas de la maravillosa acústica con la que fue diseñada su arquitectura, las voces del coro ensayando se elevan hasta los asientos más altos cercanos a la salida.

 

Bajo las escaleras aproximándome al escenario donde esta Samantha cantando armoniosamente con sus compañeros el himno de Daymond Parks. Ella nota mi presencia regalándome su sonrisa sincera, me siento en las primeras filas a esperar que termine el ensayo queriendo no hacerla sentir presionada.

 

Dos manos cubren mis ojos desde mi espalda.

 

—¿Adivina quién soy?—susurra la voz juguetona de Mere.

 

—Alguien que no ajusta su edad física con la mental.—respondo quitándome sus manos del rostro.

 

Ella ríe sentándose a mi lado—¿No es muy temprano para estar de mal humor?

 

Encojo los hombros—No necesito horario fijo. ¿A qué se debe tanta alegría?

 

—Mi equipo ganó el partido, tengo dinero suficiente para abastecer el núcleo.—levanta ambos pulgares.

 

—Bien por ti, felicidades.—muestro poca emoción.

 

—¿Pasó algo malo?—intenta saber.

 

 Sus ojos avellana me estudian buscando indicios de mi malestar.

 

—Necesito mis calmantes, Meredy.—suelto de repente desconcertándola.

 

Ella tuerce los labios meditando su respuesta.

 

—¿Qué sucedió exactamente? ¿Puedo ayudarte?

 

Suspiro cansada—Nadie puede hacerlo, Mere. Simplemente los necesito ahora, no soporto esta sensación de estrés creciendo.

 

—Se le llama vivir, Calhelia, es imposible escapar para siempre de ello. —Dice seriamente—Necesito saber qué te preocupa para evaluar si realmente es tan necesario usar tus calmantes.

 

Me enderezo indignada—Eso no te corresponde, si te digo que los necesito es porque es así.

 

Meredy se mantiene quieta—Me estoy preocupando por ti.

 

—A veces exageras, sé cuidarme a mí misma perfectamente.—agrego ignorando su gesto herido—Vine a hablar con Samantha, te agradecería que no te involucres.

 

Suelta un bufido.

 

—Me interesa poco lo que vayas a decirle. Estoy aquí para practicar mi discurso de mañana.—menciona refiriéndose a la postulación de los candidatos del consejo estudiantil durante la primera competencia del festival deportivo.

 

—Hey chicas.—saluda Sam acercándose.

 

—Hola Thaty, me gustó tu participación individual.—le elogia Mere orgullosa—Llamarás la atención de los dirigentes de orquestas.

 

—¿En serio? Gracias por tu cumplido, nena.

 

—Oye Sam.—llamo su atención—¿Podemos hablar unos minutos?




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