Un dolor punzante se extiende desde mi hombro derecho hasta el cuello, el auto gira bruscamente para acceder a la autopista que nos llevaría fuera de Prado Alto provocando que me golpease contra la puerta de copiloto. Siento el pulso subirme a la garganta acompañado de las descargas de adrenalina, teníamos a los paparazis siguiéndonos el paso sin tregua, revelar mi rostro al mundo era lo único que deseaban incentivados por el episodio sucedido anteriormente en la fiesta, siendo la principal causa de mi huida.
Nathaniel Callwer pisa el acelerador del Challenger blanco de Heraldo. Mis amigos lo alientan ocupando los asientos traseros, también Naguell se había sumado a esta aventura, estábamos un poco apretados considerando que habían cinco asientos y éramos ocho personas. Las chicas permitieron a Batley y Heraldo sentarse en sus regazos para cederle un diminuto espacio a Naguell, quien no podía soportar el peso de nadie debido a la herida recién tratada de su abdomen.
Por otro lado, los Paparazis usando motos disminuyen la distancia entre nosotros. Toman fotografías pegando los focos de sus cámaras a las ventanas del auto. Sin embargo, para su mala suerte todavía conservábamos los antifaces que les impedían tener la captura anhelada de mí.
Nathaniel aumenta de nuevo la velocidad sobrepasando el límite establecido y con mucha destreza sortea a los vehículos de la autopista. Los pasajeros recitamos las oraciones visitando nuestras mentes rogando salir ilesos de la repentina escena de persecución. Casi nos infarta cuando se cuela entre el espacio estrecho de dos camiones transportando gasolina.
— ¡La idea es perder a los acosadores, no la vida, idiota!—le riñe Meredy aferrando el cinturón de seguridad a su cintura.
—De hecho, lo hemos logrado. Se han quedado retrasados. —comenta Naguell revisando el parabrisas trasero.
Soltamos un suspiro de alivio cuando Nathaniel retoma el cumplimiento de las normas habituales de conducción. Entonces, me permito respirar normalmente calmando a los latidos asustados de mi pecho, comienzo a cuestionarme si huir fue realmente sensato, los medios televisivos ya debieron transmitirlo a nivel mundial. No me sorprendería recibir las llamadas de mis familiares angustiados, sabía que traería consecuencias exponerme asistiendo a esa trampa disfrazada de fiesta.
Una de ellas es la conformación del peculiar grupo acompañándome a la localidad Barracos de la isla Vancouver, el hogar natal de Odeth, la novia de mi amigo Batley. Hace días habíamos planificado una futura visita recreacional pero tuvo que adelantarse por razones desesperadas.
-Media Hora Antes-
Heraldo y yo sonreímos mutuamente luego de concretar la posibilidad de cambiar el matrimonio de Samantha. Lucharíamos por ayudarla a convertirse en la artista que anhela, si sus padres no interferían una vez se cobrara la herencia ya no sería necesario para mi rubia amiga ir secretamente a bares clandestinos o escenarios improvisados a compartir su música. La mandaríamos directo a alguna renombrada disquera en el momento que estuviera zanjado el asunto monetario.
—Jamás imaginé que te involucrarías, te hacía alérgico a los compromisos. —le digo bromeando a Heraldo.
—Conoces bien mi debilidad por ayudar a quienes aprecio. —me abraza delicadamente sobre los hombros. —Samantha es importante a pesar de nuestros continuos desacuerdos, ella no ha dudado ni una vez en ayudarme cuando se lo he pedido en la preparatoria, es mi turno de agradecerlo.
Asiento festejando su determinación.
—Me aseguraré de prestarte mi fuerza. No estarás solo en ninguna competencia, lo prometo. —beso su mejilla expresándole el afecto de nuestra inquebrantable amistad.
Alcanzamos el escenario rodeado de personas felicitando la reciente presentación de Samantha, la saludamos a la distancia esperando que terminara de estrechar las manos de quienes apreciaron su voz.
Meredy, Odeth y Batley la ayudan a abrirse paso en medio de la multitud. Imagino que sucesos similares sucederán en el futuro, probablemente en grandes conciertos o firmas de autógrafos, tenía curiosidad por averiguarlo y esta vez me alegra esa necesidad.
— ¿Cómo va todo, Lhelia?—saluda Sam dándome un cálido abrazo cuando llega a nuestro espacio— ¿Estabas conversando con mis padres?
Su curiosidad es predecible considerando mi promesa de ayudarla, pero tengo prohibido darle los nuevos pormenores y me toca respetarlo.
—Estuve saludándolos, parecían muy ocupados esta noche. —le miento protegiéndola de crearse expectativas que todavía no son completamente certeras.
—Sí, el trabajo nunca se detiene para ellos, lo harás en otra ocasión. —comenta resignada—Por cierto, estoy encantada de mi elección en tu vestuario, robas el aliento con una sola mirada.
—Se lo debo a ti y Mere, me ahorraron muchos minutos parada frente a mi armario.—confieso agradecida.—También, has cantado precioso hoy, ya debieron decírtelo mucho.
Su sonrisa impregnada de felicidad nos contagia a todos.
—Le dije que me diera un autógrafo, estoy lista para unirme a su séquito de fanáticos.—suelta Odeth emocionada, me gusta su vestido morado corto y el antifaz plateado enmarcándole los ojos marrones rojizos.