Sabiendo que eras fuego y podías reducir a cenizas estás ilusiones locas, mías.
Así mujer; así vida de mi vida, me enamoré de ti.
Y no lo hice de necio, testarudo y tonto, como a veces insinúas,
Mujer de esta alma arriesgada,
Si se pudiera uno proteger...
Si se pudiera uno cuidar del amor que arremete como proyectil en crepúsculo hiriente.
Esas cosas no se eligen,
Esas cosas no se piensan.
El amor se vive y se disfruta.
Hasta que uno olvide y el otro sufra.
Pero que más da, cuando se nace no se piensa en morir,
Esa noción no existe en los primeros años.
Dime mujer mía, si para amarte debo temer,
Me empezará a gustar el miedo
Y si para tenerte, necesario sería sufrir,
Esta vida cómica, tiene un nuevo masoquista.