Siento una fuerte presión el pecho, funciono espero que si, abrir los ojos puedo sentir la suave tela de la sábana. No lo puedo creer si funciono, trato de ponerme de pie. Pero no se porque mis pierna no tiene fuerza. Me arrodillo al suelo, cierro los ojos, me agarro fuerte la cabeza. Niña dejaste un desastre mi cabeza, ciento fuertes dolores de migraña, puedo sentir que tengo emociones residuales de la chiquilla. En cierta manera sus recuerdos se fusionan con los míos. Me tengo que tranquilizar, ya volví a mi cuerpo, de apoco voy recuperando las fuerza. Puedo mover los dedos de mi pie, me tiemblas mis piernas pero me puedo mantener de pie. Miro mis manos solo una pocas yagas, la mayor parte de la palma de mi manos están cicatrizadas.
Un poco desorientado, algo confundido pero no se olvida esa sensación de sentir indefenso a merced de su atacante. Nadin se levanta, como si despertara de un largo letargo, con el rostro pálido, no puede respirar.
Sebastián algo mejor, se percate que su nueva mejor amiga, no puede respirar, se coloca el guante, agarra de las manos a Nadin.
Sebastián: tranquila, ya esta viste volvimos a la normalidad.
Ella se aferra fuerte a las manos de Sebastián.
Sebastián: oye por fin despiertas en tu cuerpo, Relájate.
La joven trata de hablar, Sebastián le hace la seña de silencio.
Sebastián: no tienes remedio, quieres hablar y no podes respirar. Mira solo cierra los ojos, tranquilízate, trata de inhalar fuerte bocanada de aire.
Haciendo caso, solo se esfuerza por respirar, como no puede por la nariz, lo hace por la boca. De apoco puede respirar por si sola, su cabeza se recuesta en el pecho de Sebastián, mientras el le abraza.
Sebastián: no pasa nada, lo difícil ya paso. Me alegro que todavía estés con nosotros. Bienvenida de nuevo al mundo de los vivos.
Nadin: "hablando en tono bajo" de que hablas, nunca morí.- Ella se acuesta y empieza a retorcerse por el dolor.
Sebastián: ahora con que sales mujer, que te pasa.
En el rostro de ella se manifiesta todo el dolo que siente en su cuerpo. Puede sentir como los tornillos y clavos del torniquete el carcomen los huesos y la carne. Es como tener cientos de agujas en las piernas. Llorando le pide que haga algo tiene mucho dolor.
Sebastián: pero de que hablas, cuando estaba en tu cuerpo no sentía dolor.
Viendo como esta sufriendo por el dolor, se da cuenta que no esta mintiendo. Saca entre su bolsillo unas pequeñas ampolla de morfina.
Sebastián: como no se cuanto pesas, aplicare la dosis para un niños de once años.
De un botiquín saca una aguja y una inyección, carga la misma con la morfina y lo inyecta en el suero de Nadin.
Sebastián: vale creo que será suficiente, solo aguanta un poco más. Como te siente.
Nadin: puedo sentir como de apoco se esta atenuando el dolor. Se cubre el rostro con las manos, estalla en llanto y lagrimas.
Sebastián: que pasa, no esta haciendo efecto inmediato la morfina.
Nadin: No, me siento miserable, me as ayudado, y trate de hacerte daño.
Sebastián: "haciendo una leve sonrisa". No eras vos, créeme se quien es el responsable.
Ella no para de llorar, Sebastián trata de calmarla pero no logra tranquilizarla.
Nadin: no te acerques, lo mal que te trate, mi cuerpo recuerda el terror que le cause, me tiembla las manos. Hasta lo disfrute, mientras te abofeteaba, en mi mente algo me decía mas, no es suficiente.
Sebastián: ni modo no tiene remedio.
Sujetando su mano, mira unos segundo a ella, mientras ella con su manos se tapada los ojos. El, en un movimiento lento, sus labios se posan en los suyos, las pupilas de sus ojos se dilatan.
El sabor de sus labios, hacen que Sebastián viaje al pasado, en un lugar remoto, en un finca, una anciana, le da una fruta a un crió. El niño sentado en su silla, come con felicidad la fruta.
Sebastián: -mentalmente- sus labios, son tan dulce que me recuerdo los duraznos que la abuela me daba.
Sorprendida, ella pasa su mano sobre el rostro de su visitante, el tiempo difuso fueron uno minutos, pero pareció como si fueran horas. Se termina, el ritual del beso, ellos se quedan mirando sin decir nada. El que rompe el silencio.
Sebastián: bueno, ahora estamos a manos, tú trataste de lastimarte y como compensación te robe un beso.
Nadin: pero yo, ya tengo. -El le cierra sus labios con su dedo índice-.
Sebastián: no pasa nada, si tú lo olvidas yo lo olvidare. Aparte estuve en tu cuerpo un beso es lo de menos. Mírate dejaste de llorar, no me diga que no te animo un poco, se que estoy viejo pero en mis años de mozo, robaba uno que otro suspiro.
Nadin: abuelo eso ni te crees vos, no me hagas reír que me duele todo.
Los dos se ríen, aunque ella haces uno que otro gesto de dolor, Sebastián mira su reloj, pero se queda blanco.
Sebastián: no joda, paso varias horas, ya es la tarde, con razón que tengo hambre no almorzé.