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— Cuídate, Nerd.—se despidió mi ahora compañero universitario y motociclista.
Reí por su tono, divertida. ¿Quién diría que después de una simple competencia nos volveríamos compañeros?.
Estábamos en la entrada de los bloques del campus. Él estaba en el bloque A y yo como en el... D, el último. Como les dije, es un mimado rebelde sin remedio. Él me acompañó a guardar la moto y bueno... ahora estamos aquí.
— Jeh, cuídate, princeso.—dije con burla, pra quedar a mano.
Ambos tomamos caminos diferentes. Yo caminaba con una sonrisa boba, y reía cuando recordaba cómo habíamos reído al salir del arenero.
Subí al asensor de mi bloque para becados, presioné el que daba al último piso y esperé. Me gustó mucho la compañía del raro y misterioso de Joseph. Era agradable. Cuando perdimos de vista a la patrulla que nos seguía, él me llevó a otro lugar, uno donde tardamos aproximadamente media hora en llegar. Era un peñasco, y las fuertes olas del atardecer eran el espectáculo a contemplar.
Y no, no fue algo romántico. El muy idiota casi me hace caer por el peñasco. Casi me hago del 2 cuando me abrazó por detrás, inmovilizando mis brazos para luego levantarme, así me llevó hasta el borde. Juro que de no haber sido porque corrió y se escondió por quién sabe cuánto, lo hubiese lanzado yo por ahí.
Lo más divertido de todo fue cuando lo encontré quejándose sobre un pequeño charco, al parecer había resbalado y caído, llenándose de lodo, ramitas inocentes y hojas secas. Se sostenía el tobillo derecho, aquél donde alguien super buena onda lo fracturó... quién habrá sido... en ese momento me reí como nunca antes lo había hecho, y grité: ¡El karma ataca, tonto!. Ya luego de que terminé de reír, le ayudé a levantarse, pero en el proceso, el muy infeliz me llenó de lodo. Pero no reaccioné como creí que iba a hacerlo, de hecho, reí aún más fuerte. Ya saben, así como cuando uno tiene gadejo y se ríe de todo y por todo.
Y volviendo a la realidad, bajé del asensor antes de que cerrara sus puertas, dirigí mis pasos hasta la puerta de mi apartamento, y detuve mis pasos al estar cerca de ella, pues había encontrado una caja al pie de mi puerta, envuelta en papel de regalo y con un moño rojo decorando la parte superior.
Confundida, me acerqué a la caja, y tomé entre mis manos un sobre con un estampado de cera con la letra "D" para sellar. ¿A quién conozco que tenga nombre o apellido por "D"?. Conozco muchos, pero ninguno que haga... estas cosas. Antes de abrir el sobre y la caja, saqué las llaves de mi bolso y abrí la puerta. Tomé la caja, que pesaba un poco, la entré, cerré la puerta tras de mi con el pié y dejé la cosa rara sobre el comedor.
— ¿Qué carajos hay acá?—fue lo primero que dije.
Abrí el sobre y me topé con la sorpresa de que había un gran fajo de billetes junto con lo que parecía ser un carta. Desdoblé el papel con las letras y comencé a leer su perfecta caligrafía cursiva:
"Linda nerd, éste presente es para darte a conocer que no todos son tus enemigos, y hacerte saber que no tienes porqué tratar a todos los que se cruzan por tu camino de una manera tan... escalofriante. Sé que esa es tu forma de ser, y me encanta, pero no a todos les da la misma sensación de admiración, amor y asombro que a mí. No sé por lo que has pasado, pero en tus ojos he visto que te hace falta esa chispa de vida que todos tenemos.
Linda, espero que tomes éstas palabras de la mejor manera posible. Quiero mantenerme en el anonimato, porque quiero seguir enviándote este tipo de detalles, quiero comprarte y darte lo que tú no puedes tener, por que me... gustas.
Por favor, acepta éste regalo de una forma positiva. Espero verte pronto.
Att: D. I. B."
Y justo así terminó la carta. Para cuando terminé de leer, quedé como el meme de pikachu. Osea, ¡¿Khá sta pasando?!.
Dejé el pedazo de papel a un lado y, con ahora más curiosidad e intriga que antes, abrí la caja.
—Oh, Dios...— murmuré, tapando mi boca con ambas manos.
Ahí mismo, en el fondo de la caja, estaba el hermoso vestido que había visto hace ya un par de días, éste era negro, de tiras y con la espada descubierta, parecía ser de mi talle. Unos tacones punta de aguja, de escarcha negra, lo acompañaba. Y por último, había una pequeña caja alargada, una muy segadora, con el logo de la empresa estampada ahí, en marca de agua.
Saqué los objetos con fascinación. Momento... eso significa que sea quien sea el remitente de esto, me está acosando... ay, pobre chico que lo esté haciendo, ha de estar aburrido.
Esta ropa, desde que la vi, la quise comprar, pero estoy pobre.
Tomé la cajita con delicadeza, abriéndola de la misma forma. Santa virgen de la papaya, éste anónimo me quiere matar de la emoción. El contenido de la caja era, básicamente, una esponja blanca perla, junto con un hermoso collar dorado con calaveras plateadas, el dije de mi nombre, y la "B", de mi anónimo.