Sakura
Cuando entramos en su despacho divisé el arma en cuestión, ya decorando una repisa detrás de su mullido sillón. La sirvienta lo saludo a él y en su camino fuera de la habitación nos saludó a nosotros. El despacho de mi abuelo era una habitación cuadrada llena de armas antiguas cubriendo las paredes e incluso alguna colgando del techo. Solamente abrir la puerta, de cristal blindado para ver quién venia, se divisó un horrible escritorio del siglo XVII del gran continente. El suelo era de madera de caoba oscuro pulido que quedaba bastante bien con el ambiente siniestro de aquella sala monstruosa donde nadie se podria haber imaginado que se havian organizado tantos asesinatos, extorsiones, amenazas y torturas.
Iba a comenzar a hablar cuando mi abuelo se me adelantó desde debajo de un montón de papeles que en aquel momento me pareció que tenían pinta de ser muy importantes y que estimuló mi deseo de salir corriendo de allí para no molestarlo.
-Sakura, Kurogane... -dejó los papeles que tenía entre las manos sobre la mesa y las juntó en un gesto como de atención . -Que deseáis de mí? -gotitas de sudor frío me cubrieron la frente. Tragué saliva. Me habia atrevido pocas vezes a pasar por ese sitio. Para mí simbolizaba todo lo anormal que tenia mi familia. Todo lo que no me gustaba.
-Queremos ... -dije, intentando ser prudente. Ni siquiera a mi me deja tocar esas armas.
-Quiero la espada que ha adquirido recientemente. -dijo Kurogane casi agresivo. Mí corazón dió un vuelco. Esa fue la primera vez que veía que Kurogane abandonaba toda la tristeza de sus ojos, para mostrar la fuerza y poder que se sustentaba en el centro de su ser.
-¿Quieres esta espada? -dijo mi abuelo señalando el arma, por encima de su cabeza -Por que? Que te puede interesar de ella? -sus ojos tenían un brillo gélida que me dio escalofríos.
-Bueno, yo ... -empezó a decir el chico un poco asustado.
Aun hoy en día me sorprende la facilidad que tenía mi abuelo, un hombre delgado y de apariencia usualmente afable, para intimidar a los demás solo con una mirada. Kurogane hizo de tripas corazón e intentó hablar con claridad.
-Para empezar, porque teóricamente es mía. En principio iba a ser para alguien mas pero ella la rechazó, se casó con alguien que no debia y nos abandonó a mí y mi familia. ¡Esta arma pasa de padres a hijos dentro de mi línea de sangre desde hace milenios! En el momento en que murió mi madre pasó a ser mía. No reaccionará a la sangre de nadie más. El segundo motivo es porque es una espada hecha para que la utilice un mago. ¡Debe estar en manos de un mago! Por último le diré algo sobre los tipos que nos atacarnos hace unos meses. Creo que no se han ido y creo que volverán mas fuertes. Con esa espada puedo ser mucho más fuerte de lo que soy ahora. Además, sé un método por el que convertir otra arma cualquiera en un arma similar a esta. Podría hacerle una a Sakura si usted lo quisiera.
-Convincente. Si me demuestras que es tuya te la daré. Si no lo consigues te haré dormir una semana entera fuera de la mansión; como si fueras un perro. ¡Sería un castigo adecuado por hablarme de esta forma tan irrespetuosa! ¿No crees...? - Kurogane sonrió encantado de una manera que no le había visto nunca y le encajó la mano al abuelo con una fuerza sobrehumana proveniente de uno de mis efectos. Mi abuelo soportó perfectamente el apretón de manos.
-Acepto el reto. -mi abuelo se levantó del sillón y cogió la espada de mago con cuidado y la puso encima de la mesa aún con más cuidado. El chico la agarró y la desenvainó. Le brillaban los ojos de la emoción -Se llama Xisaika. Solamente la vi ser utilizada una vez, por mi madre, ella no era una maga muy poderosa al contrario que yo. Su nombre significa "Espada de la revelión". Es la única arma para magos que se puede heredar. Algunos incluso dijeron que fué la primera. Es un misterio quién la forjó. Se ha intentado copiar muchas veces pero nunca dió el mismo resultado. Como he dicho hace un momento hay un sistema para hacer de esta arma otras de las mismas características. Aunque no sería hereditaria.
Se puso el arma en la palma de la mano y se hizo un corte rapido. La sangre brotó y fue absorbida por la hoja de la espada. Después tanto la Xisaika como su vaina comenzaron a brillar para al final apagarse lentamente.
-Si la espada no me hubiera aceptado como señor hubiera activado sus defensas y me hubiera roto el brazo. -le brillaron las sinsakas. Del circulo del centro de la hoja brilló el símbolo mágico del fuego y la hoja estalló en llamas. Cuando el símbolo desapareció el fuego remitió. Después Kurogane preguntó al abuelo -Es suficiente para probarlo? -el abuelo respondió secamente.
-Si le haces algo parecido a mi nieta te la dejaré. Pero probar lo que es probar no has probado nada. Solamente la has vinculado a ti. ¿¡Quién sabe si me has mentido y cualquier mago podría haberla reclamado!? Tendrás que dormir fuera de la mansión por un tiempo, tal como habíamos quedado. -dijo el abuelo con una gran sonrisa.
-Como un perro dices? -preguntó el chico alzando una ceja, no parecía nada preocupado por dormir fuera. ¿Tenia una impactante sonrisa? Seguro que había hecho acampada innumerables veces. Aun asi lo siguiente me impacto mucho mas -Me darás una caseta, o me la tendré que hacer yo? -en casi medio año que hacia qué lo conocía no habría adivinado nunca que aquel tipo de humor negro saliera de su boca.
-¡Evidentemente! Ahora mismo llamaré a alguien que te la construya. Y me debes 20 billones. -respondió el abuelo. Me dió la impresión de que cada vez Kurogane le caía mejor al abuelo -¡Y ahora lárgaos de aquí antes de que me arrepienta!
Huimos siguiendo su consejo. Cuando cerraba la puerta me fijé en su colgante: amarillo transparente, romboide, en una cadena del mismo material translúcido; tenía un símbolo grabado en la parte frontal y otro detrás. En su interior había una pequeña llave, una llave blanca. Tanto que la había visto y tanto que me fascinaba aún en aquellos días.