—Date, la vuelta, quiero ver si das la talla— fue lo primero que dijo, cuando me vio. Ya decía yo, lo que tiene de guapo, lo tiene de presumido y nariz respingada, idiota es lo que es, quiere que gire, como si yo fuera un pedazo de carne. —No me escuchaste o eres sorda, además de.
Me mira de arriba a abajo, maldito cabrón, pasó sus dedos entre su labio inferior y su quijada y me mira como si de verdad fuera un cerdo, pero no me dejó vencer. Después de todo, quien huyó ese día del atar fui yo, y ese gusto nadie me lo quita.
—¡¿Qué mierda haces en mi silla?! — Yo, que estaba a punto de estamparle a ese muñequito mi puño en su cara por mirarme de esa forma, giro mi cuerpo y observo ante esa voz.
—Hermanita, yo.
—Hermanita, un demonio, nadie te dijo que te metieras en mi oficina y fungieras de jefe, recuerda que solo eres un empleado más igual que el resto. Te di una oportunidad, no hagas que me arrepienta de eso.
Juro que hasta yo sentí lástima por el rubio, no es así, solo por unos segundos, ahora mira a quien ahora sé, es su hermana, quien diría, es raro que hagan algo así, será castigo por mi huida aquel día, no seas curiosa Victoria, que dicen que la curiosidad mato al gato y yo soy una pantera, no un gato.
—No tienes por qué hacerme quedar en ridículo, delante de los empleados, no puedes tratarme como a uno más, soy tu hermano mayor, ¡ese sillón es mío por herencia! Mi padre es un viejo senil, que no sabe lo que hace —creo que se olvidaron que estoy aquí entre ambos, puedo percibir la tensión, sus miradas lanzan dardos. Llenos de fuego y dagas, se me erizan los bellos de todo el cuerpo.
—¿Recuerdas nuestro trato? ¿Quieres seguir con este juego?
El rubio sintió el golpe directo al estómago, le quito el aire y la delantera mete gol. No sé qué significaron sus palabras, pero definitivamente liquidaron el muñequito. Se va tan enojado hasta azota la puerta, como en las películas. No debería ni pensarlo, pero quiero una porción de palomitas y una soda muy grande.
Creo que la jefa, se dio cuenta de que yo estaba aquí, porque se ve avergonzada en cuantos sus ojos se posan en mí.
—Lo siento mucho, no debiste presenciar este espectáculo bochornoso.
—Todas las familias tenemos una oveja negra, supongo, tranquila, haga de cuenta que solo vi una telenovela mexicana.
—Qué graciosa eres, pero bueno, olvidemos lo que sucedió y, por favor, discreción, que se supone que él no es mi hermano aquí, es un empleado más —le hago una mueca de que mi boca es una tumba.
Me estuvo entrevistando como casi una hora, para ser la gran jefa de todo este imperio. Se nota que es una mujer muy sencilla, inteligente y de unas bonitas piernas largas, como de modelo de esas que salen en televisión. Soy mujer, también puedo apreciar esas cosas. Salí muy contenta la verdad, agradecida por la oportunidad, siento que esto es como un sueño hasta ganas tengo de llorar, todas esas noches en vela, estudiaba, trabajaba y seguía trabajando muchas veces sin dormir, sin comer, hasta se me caía el cabello por el estrés, pero no podía derrumbarme, no cuando tenía una meta, tenía una familia, mi princesita y Virginia, por ellas me levantó todos los días, dispuesta a darle pelea al mundo y tratar de no perder la sonrisa en el camino, porque el día que eso pase, mi vida será tan oscura como color sabroso y hermoso.
—Por tu sonrisa, se nota que te fue bien, la jefa no es mala persona, la mayoría de tiempo es muy permisiva y más que jefe, es una excelente líder, pocas veces se enoja, en realidad no la he visto enojada, debe ser igual de dulce—Si claro cómo, yo no vi ahí una palomita, más bien parecía un águila a punto de comerse con zapatos y todo a su hermano, como en los videos juegos zas para aquí, zas para allá.
—¡Eres un inepto!
—¿Disculpa? ¿Quién te crees tú para llamarme así? Ni que fueras el dueño.
Le dice un chico algo fornido y tan alto como el muñequito de torta, hasta aquí puedo ver, como se muerde la mejilla izquierda, quiere devolverle el golpe, sin embargo, se queda callado, su mano hecha puño, parte de mi carrera como un curso opcional, fue acerca de lectura de lenguaje corporal, como si no se me perdiera ningún detalle, finalmente recoge los papeles que se han caído, debe ser muy humillante para él, casi estar de rodillas, se nota a leguas que es el tipo de chiquillo mimado, acostumbrado a que todos hagan su santa voluntad, en cambio, ahora, se tiene que tragar sus palabras, esto parece ser más divertido de lo que pensé.
—Ese tipo no ata ni deshace, solo lleva semanas aquí y no aprende.
—¿Qué puesto tiene aquí? —Sé muy bien, pero no quiero que piense que ando metida en sus cosas.