Victoria no quiere casarse

PARTE 14

VICTORIA

—Virginia, ¿qué fue lo que hiciste?

—Lo siento mucho, solo se dieron, así las cosas. Fue hace mucho, hasta lo había olvidado, no tenía idea. Mira, lee la carta, para que te des cuenta. Sabes muy bien que él fue muy bueno conmigo y mi hija, ¿recuerdas cuando casi la pierdo? Él le salvó la vida a mi princesa.

Lo leo y no lo creo, ¡Carajo! Ese señor lo tenía todo fríamente calculado, no sé porque la escogió, pero, ella tiene razón. Él le salvó la vida a nuestra princesa, se lo debe, no fue un trato con el diablo, pero se parece.

—Me duele mucho que no esté en este mundo, no quiero que su legado se pierda. Según esa carta, tiene un sobrino que, junto a su madre, harán lo que sea por la herencia; tienen pensado venderla, o despedazarla para venderlas en partes, como si fuera un auto robado.

—Virginia, sabes muy bien que dice esa acta, no es simplemente ir y decir: soy la heredera, esa gente te va a comer viva, además vas con la princesa.

Las horas pasan volando, no es fácil lo que ella va a afrontar. Me encantaría acompañarla y dar la cara y los brazos de ser necesario, pero ahí dice que tiene que ir sola, además de que la vida de mi amiga va a cambiar, un giro como de la vuelta al mundo.

Cenamos algo ligero, la princesita ya se durmió como buena niña, la voy a extrañar demasiado, justo ahora que la estoy contemplando, con sus mejillas rosadas, su boquita como piquito de pato, además de que luce el mameluco que la tía le compró.

—Crecen tan rápido —Escucho la voz de Virginia, quien se está secando las manos con un trapo de la cocina.

—Solo era ayer, cuando comía papillas y hoy me quiso robar mi pizza. —Ambas suspiramos como bobas.

—Algo curioso encontré en el baño hace unos días, como que este reloj, no es tu estilo, según me dicen los años que te conozco.

—¿De qué hablas? — giro mi cuerpo y la veo con un reloj de hombre, no puede ser, yo que pensé que había borrado la evidencia, cuando me mira de esa manera, es como cuando la abuela, sospechaba que había hecho alguna travesura, como dejar sin cerrar el granero o había olvidado meter a las vacas cositas como esas, minucias.

—Ya pareces mi abuela, invité a un chico cuando estaba de vacaciones y no pongas esa cara, que no pasó nada al final, solo que se fue al baño y seguro lo olvidó ahí. Bueno, la que necesita un baño soy yo —hago el ademán que realmente huelo mal y me marcho, casi como huyendo.

Me meto en mi cuarto y me lanzo sobre la cama, abrazo la almohada, sin darme cuenta, estoy suspirando sobre esta, me espanto y lanzo la almohada al suelo. Había olvidado lavar las fundas, tiene su olor o su baba, creo. El maldito arrogante durmió como bebé sobre mi cama, luego de lo que hizo, es un descarado, un sinvergüenza, toco mis labios, recordando aquel beso, la infeliz rata de alcantarilla, se atrevió a besarme, tuve que defenderme, aunque no sé por qué casi caí rendida, mis piernas se sintieron como gelatina, cuando apoyo mis manos sobre su macizo pecho, sentí un calor adueñarse de todo mi cuerpo, pero gracias a algún ser divino reaccione y lo aleje, pero creo que no le gusto besarme, porque termino expulsando la cena sobre la vereda.

A la mañana siguiente me preparo para el trabajo, es martes y el lunes, no sé trabajó por feriado largo, soy buena para disimilar, solo espero que mi mente no traiga de nuevo las imágenes que aparecen en mis sueños, ese hombre ¡Jamás!

—¿Cómo luzco princesita? — Ella aplaude y me muestra su hermosa sonrisa, efectivamente su tía esta más que guapa, hace poco cambie mi guardarropa, solo para la oficina, porque yo soy feliz con mis viejos jeans y mis adoradas converts, no lo niego ese día me sentía como niña en dulcería, claro todo eso, luego de enviarle un poco de dinero a mi abuela, espero este año si poder verla, aún no junto suficiente como para traerla, aunque también sé que no le gustara vivir entre gigante de piedra como diría el abuelo cuando despotrica de los citadinos.

—Señorita Hernández, luce muy guapa hoy.

—Yo siempre Richi, siempre—Le lanzo un beso volado y entro al edificio, como dirían, el molino de viento, veo el ascensor para personal de presidencia y otro para personal inferior, no es buena la separación, pero dicen que es necesario y no tiene nada que ver con el clasismo, solo es marketing, a lo lejos veo al hombre que acosa mis dulces y virginales sueños, viste una camisa blanca mal planchada por cierto y una horrible corbata, lo observo suspirar, porque le toca entrar al ascensor del resto de personal, a esta hora de la mañana es como meterse en una lata de sardinas, mientras que yo arreglo mi cabello en el reflejo, mi vestido blanco está impecable, no sé por qué me esforcé tanto en arreglarme, cualquier diría que voy a una cena no a trabajar nueve horas fundidos en tacones número siete. Victoria Hamilton, luces perfecta, miro mi trasero por el reflejo y ya quisieran las flacuchas de recepción. Tenerte preciosa, biscocho, una de las ventajas de mi hermoso color de piel. Es difícil ver a una morena sin un bonito y perfecto trasero. ¡Dios mío, qué egocéntrica, por favor, ya deténganme!

—Victoria, ¿puedes venir a mi oficina?, por favor, y por ahí pides el desayuno a la cafetería de al lado.

—Por supuesta jefecita como usted guste —le digo a través del intercomunicador y mando un mensaje a la dueña del local, así es más rápido, como dicen los contactos, los contactos.



#9715 en Novela romántica
#2076 en Chick lit

En el texto hay: comedia, venganza, amor

Editado: 05.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.