Victoria no quiere casarse

PARTE 17

—Ya van tres juegos que ganamos, deberíamos dejar algo para el resto.

—Necesito ese dinero, el resto que se pudra “cariño” —Me dice de esa forma, porque yo me burle de él, una carrera atrás donde casi perdernos, además este hombre tiene hambre de dinero, todos, pero se trata de una actividad de integración, de compartir con los demás, él parece un zombi que, en vez de decir carne, carne, dice dinero, dinero, dinero.

—Bueno, creo que al final dejaremos, quieras o no quieras, la última prueba del día.

—¡¿Por qué?! — casi me deja sorda con su grito, no puedo decirle la verdad es que es canotaje y yo bueno, qué vergüenza, no sé nadar, una vez casi me ahogo en el lago de mi pueblo y de ahí nunca más quise intentarlo, solo he entrado una piscina, pero al lado de los bebés como diciendo la tía buena que ayuda a la sobrina, solo eso.

—Estoy cansada y hambrienta y una chica con hambre, pues se transforma en algo que no quiere ser.

—Alto ahí —Me toma del brazo y, por algún motivo, siento que su mano quemara. Creo que tengo fiebre, eso debe ser. —Hace un rato, comiste, así que no me puedes hacer esto. Si ganamos esta, mañana te dejo en paz y dejamos que todos ganen y todo ese discurso que su hermana dijo.

Veo a mi alrededor y todos nos miran con mala cara. Me da pena con mis compañeros, no queda de otra, pero eso sí escogeré yo el chaleco y el remo, no pienso correr riesgos. Sonrió y asiento con la cara de muy mala gana. Él sonríe de lado, parece un demonio que acaba de absorber un alma. Algo así, una sonrisa tétrica, diría mi mejor amiga.

Como eso será en un rato, trato de alejarme lo más que pueda de este sujeto, está loco, me hago ahora la loca yo y voy a ver los botes que tienen preparado, el río está un poquito movido y yo digo Victoria no seas cobarde, con eso que Virginia ya no vive conmigo tengo que empezar a economizar o buscar dinero extra, la mitad de mi sueldo se va para mis abuelos, así que tengo que ganar esto.

—¿Me puedes ayudar con algunos consejos, por favor? —Le pido al encargado de los botes, me dice algunas cosas que memorizo y repaso con la voz de mi cabeza, me sujeto fuerte de mi remo, no soltarlo por nada.

—Mira, este es el mejor de.

—¿Haciendo trampa Victoria Hamilton?

Esas palabras me dejan congelada, el tono demandante en que dijeron mi verdadero nombre, el temor recorre cada celular de mi cuerpo, me siento como en una película de suspenso, cierro los ojos, creyendo que esto es una alucinación auditiva, si eso debe ser hasta que siento una mano posarse sobre mi hombro, se sienten como áspera, cuando abro los ojos, veo al señor Wilson frente a mí, me tapo la boca antes de decir una palabrota.

—Tranquila, no te pongas así, no diré nada. Después de todo, es como pensé que sería, tu secreto está a salvo conmigo. En unos días me gustaría que vengas a mi casa a conversar o tomar un café, tranquila niña, que no muerdo.

Yo me quedo como en el juego de las estatuas, ya ni respiro, Se empieza a reír, agarrando su enorme barriga, tanta es la risa que empieza a toser y yo lo ayudo a estabilizarse porque casi se cae del bastón, aún estoy temerosa, no soy capaz de decirle nada o refutarle lo que me acaba de decir, después de todo se trata del mero mero, del dueño de la empresa donde trabajo y de la cual depende mi estabilidad financiera y hasta la emocional. Él se marcha y yo sigo en mi lugar, ni le presté atención a lo que el otro señor me decía de los remos.

Unos minutos después y todos están listos para la carrera, yo estoy que tiemblo de miedo, piensan que es por el frío. Cuando no imaginan que soy una gallina y las gallinas no saben nadar, ellas se ahogan.

—No hace tanto frío, deja de temblar.

—Si hace frío, además tú no te metas, que quería descansar y mírame aquí vestida como una presa—A punto de ahogarme digo para mí misma, somos cuatro grupos, nos dan algunas instrucciones y yo solo miro a la nada hasta que mis ojos posan sobre el señor Wilson y recordar la fugas conversación que tuvimos, más bien él habló porque a mí me ganó el miedo.

—¡Muévete Victoria!

—¡Si sargento! —Le respondo de muy mala gana, cuando veo que ya todos están en sus posiciones, me sujeto fuerte de los arneses del chaleco y retrocedo unos pasos, estoy a punto de entrar en pánico, hasta que unas manos se posan sobre mi espalda y toca mi cintura, puedo identificar ese aroma, el maldito engreído un poco más y me quiere cargar, me empuja hasta la canoa, yo sonreí de mala gana, él empuja solo con los remos y yo me encojo de hombros, después de todo me chantajeo para estar aquí.

Veo a la jefecita alzar su mano con esa pistola que usan en las competiciones. Por el micro, hace la cuenta regresiva y yo me persigno otra vez. Vamos, río bonito, pórtate lindo con la tía Victoria y prometo no contaminarte nunca más. Me estoy volviendo loca.

—¡Ya! —Seguido del ruido de la bengala resuena en el aire.

—Empecemos despacio, hay que darles ventaja, que crean que puede ganar—Me grita el idiota que tengo como compañero, a veces parece que mi jefecita quiere hacerla de cupido, como si no hubiera visto su guiño cuando dijo que seríamos pareja de juegos, todas se las sabe, bueno casi todas, porque ni imagina que casi fui su cuñada de verdad y gracias a Dios salí corriendo de ahí.

No sé cuánto tiempo pasa, porque yo tengo los ojos cerrados y unas ganas de devolver el almuerzo me están empezando a dar, el movimiento de la canoa o tal vez los nervios hasta los gritos de Andycito, así lo bautice como el de la película de los juguetes.



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En el texto hay: comedia, venganza, amor

Editado: 05.08.2024

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