Vida entre dos mundos Lucy Grey 1° Entrega

SI EL INFIERNO EN REALIDAD EXISTIERA, NO SERÍA ESTO

SI EL INFIERNO EN REALIDAD EXISTIERA, NO SERÍA ESTO

 

 

Su mirada provocó en mí una reacción de pánico que no supe esconder. No me gustó la forma en que sus grandes ojos marrones penetraron en mi interior intentando leer mi alma, como tampoco me gustó su mirada que parecía que estuviera hablándole a mi mente. Sentí miedo a esa mirada que me estaba intimidando. Nunca me había observado de ese modo y no me agradó. Había algo en la forma de actuar que la hacía diferente. Tracy siempre fue una chica tímida y un poco insegura, pero en esos momentos su timidez y su inseguridad estaban muertas. Con el trascurso de la historia vi a una Tracy distinta, más valiente.

Pegué un sorbo de agua de mi vaso intentando apartar la mirada, pero no lo conseguí, su gélido rostro aparentemente feliz, me tenía atrapada.

 

―Fue un sueño oscuro, frío y muy extraño… ―continuó Tracy, aun sin apartar su mirada de mis ojos―, me encontraba en una calle fría y oscura, donde mis pies descalzos acariciaban el suelo adoquinado de ese lugar. “¿Dónde estoy?” fue lo primero que mis labios pudieron pronunciar entre el rechinar de mis dientes, provocado por el frío que hacía allí. Miré mi cuerpo y vi que lo único que me cubría era el mismo camisón con el que me fui a dormir esa misma noche. Miré al cielo intentando buscar algo, no sé lo que buscaba con exactitud, me sentía extraña, pero no vi nada, solo oscuridad. El cielo parecía un mar oscuro sin vida, no había luna, las estrellas parecían dormidas. Un solo farol que parecía estar levitando, alumbraba esa calle y el miedo se apoderó de mí. Comencé a andar sin dirección observando cada rincón de ese sitio, todo estaba oscuro y frío, a mi derecha pude distinguir entre las sombras unas casas hechas de piedra, con grandes portones de madera y pequeños agujeros que parecían ser ventanas sin nada que las cubriera. Todas construidas iguales. Me dio la sensación de que esas casas estaban abandonadas bajo esas sombras que parecían estar observándome. Eran viejas y descuidadas. A mi izquierda no vi nada, solo un inmenso desierto oscuro. Seguí andando por esa calle adoquinada sin sentir dolor en mis pies desnudos, solo más frío. La hilera de casas abandonadas continuaba en línea recta, no había calles paralelas, tampoco había calles entre casa y casa. Estaban construidas en una larga calle, una junta a la otra y por mucho que caminara no divisaba su final. Cada tres o cuatro pasos aproximadamente aparecía ante mí un farol en lo alto de la calle. Algo atónita me quedé observando uno de esos faroles con detenimiento; como te he dicho antes, enfrente de esas casas solo había oscuridad, esos farolillos que aparecían ante mí al caminar, estaban situados a mi izquierda uno justo enfrente de cada casa y nada, créeme cuando digo nada, los sujetaban, no había farola, ni paredes en las cuales estar atornilladas, nada Lucy, estaban levitando―mi amiga volvió a dar un sorbo de agua y se quedó mirando el magnetofón―. Creo que se va a terminar la cinta.

 

Cuando Tracy me recordó lo del magnetofón mi mirada, sin apenas esfuerzo, se desvió a ese aparato que había olvidado por completo que estaba allí. Di la vuelta a la cinta y cuando me aseguré de que iba a continuar apreté el botón de grabar.

 

―Seguí andando sin rumbo, deseando despertarme en ese instante…

Prosiguió ahora mirando fijamente a su hermana que se encontraba con la cabeza agachada mirando sus propias manos entrelazadas y apoyadas en su vientre, algo le ocurría a Claris, pero no quise desviarme de la historia, no hasta más adelante.

― ¿Viste algún indicio de seres humanos? O ¿viste a alguien no humano? ―La última pregunta me salió poco profesional, estaba tan atónita a su relato y preocupada por el estado de ánimo de Claris que dejé a un lado los tecnicismos.

― ¿Te refieres a si vi algún fantasma o demonio? ―Yo asentí con la cabeza―. Al principio no ―me contestó con voz tajante volviendo su mirada a mis ojos―, seguí andando por esa calle oscura intentando ir bajo los faroles que alumbraban muy poco. Tras varios minutos andando sin llegar a un lugar en concreto me paré. No sé cuánto tiempo había pasado exactamente, pero sentí como si estuviera andando horas y horas en círculo. Las casas eran las mismas, no había cambiado absolutamente nada. Era todo igual o simplemente ¿no me había movido del sitio?… Sí, algo había cambiado en ese momento en que me paré―se puso la mano en la frente como recordando algo―. La oscuridad era más densa, fue como si…, como si la oscuridad absorbiera la luz de los faroles, pero no me moví. Reconozco que ese sueño no me gustó en absoluto. ―Volvió a dar un sorbo de agua suspirando a la vez que depositaba el vaso en la mesa.

―Has dicho que viste algo…

―No, te he dicho que al principio no vi nada, y así fue. Cansada de mirar esa oscuridad comencé a andar de nuevo, esta vez regresando por el mismo lugar que aparentemente había venido. Cuando me sentí agotada sin saber dónde ir o que hacer y sin fuerzas en mi cuerpo, me senté en el frío suelo bajo un farol. Era el único sitio que me sentía algo segura, y sin ánimos me rodeé las rodillas con los brazos. A punto de llorar que estaba empecé a notar que algo o alguien me observaba. Una sensación de pánico me envolvió cuando una sombra más oscura que la propia oscuridad se acercaba a mí, surgiendo de entre las mismas entrañas de la noche.

― ¿Qué hiciste? ―Pregunté con interés.




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