Durante las vacaciones de carnaval; Shawn, Sara y Samuel fueron de viaje al bosque para acampar. Fueron equipados con todo, las tiendas de campaña, repelentes, comida para dos días y todo lo demás necesario. Escogieron un claro del bosque para poner sus tiendas y empezaron a trabajar; mientras Sara trabajaba en su tienda, Samuel se acercó a Shawn para molestarlo un poco.
—Oye Shawn ¿tú y Sara no van a dormir juntos? —preguntó discretamente a forma de broma.
—¡¿Qué?! No bromees, ella y yo todavía no estamos listos para eso —susurró algo sonrojado.
—Chicos puedo oírlos —dijo Sara desde el fondo, para sorpresa de los chicos.
—Perdón Sara, solo fue una pequeña broma —dijo Samuel disculpándose con Sara en caso de que la haya ofendido.
—No tienes que disculparte —dijo mostrando su tierna sonrisa, indicando que le agradó la broma—. Shawn, si quieres podemos dormir en la misma tienda.
Shawn solo asintió con la cabeza, estaba demasiado apenado como para hablar.
—¡Alégrate hermano, eres un suertudo! —exclamó Samuel bromeando junto a Sara.
Aquella noche los tres amigos contaron historias de terror y comieron malvaviscos, después de divertirse por horas se fueron a dormir. Shawn se sentía algo nervioso por dormir junto a Sara, su rostro estaba bastante cerca y ella se veía preciosa, por lo que se volteó hacía al otro lado para poder dormir, pero Sara mientras dormía, lo abrazó y Shawn podía sentía sus pechos en su espalda, solo se puso más nervioso que antes, pero después de un rato cayó dormido.
Pasaron un par de horas, eran cerca de las once de la noche cuando un extraño ruido los despertó a los tres, por lo que salieron de sus tiendas, equipados con unas linternas y fueron a investigar la causa del ruido ya que no era algo normal, sonaba como una especie de animal enorme. Cuando más se alejaron del campamento, el sonido se escuchaba más claramente, hasta que finalmente encontraron a origen de dicho ruido.
Era un extraño ser, con la piel grisácea, sumamente alto, superando los dos metros, con garras afiladas, al igual que sus dientes, sus gritos eran aterradores, pero parecía herido, tenía una herida profunda en su hombro. Los tres adolescentes se mantuvieron a la distancia para no llamar la atención de esa cosa hasta no saber que era eso. Shawn sacó de su mochila un libro y con linterna en mano empezó a hojearlo.
—Shawn, ¿qué haces?—preguntó Samuel
—Revisando uno de los libros que me dio Jorel, es una especie de bestiario de criaturas mágicas, trato de ver que ese eso... ¡aquí está! Dice que se llama Wendigo y que... ah, que maravilla —dijo con sarcasmo—. Dice que esa cosa es un monstruo caníbal.
—¿Que hacemos? ¿Lo enfrentamos? —preguntó Sara.
—Es solo uno y nosotros ya hemos enfrentado cosas peores —dijo Samuel, despreocupado.
De la nada unas tres personas misteriosas aparecieron desde el denso bosque y empiezaron a pelear contra el temible Wendigo; los tres amigos estaban asombrados ¿quiénes eran personas ¿Por qué estaban en busca de aquel monstruo? Pero la mayor sorpresa de todos fue que dos de ellos eran ángeles. Cuando parecía que el Wendigo estaba bastante debilitado, uno de ellos tomó un raro disco de un bolso y lo lanzó contra el monstruo; la criatura brilló en un resplandor y cuando la luz se apagó, se había transformado en una pequeña figurilla hecha de madera.
Samuel salió de su escondite para confrontar a esas personas pese a las negativas de sus amigos, por lo que Shawn y Sara también salen para respaldarlo.
—¡¿Quiénes son ustedes?! ¡¿Qué fue lo que le hicieron a ese monstruo?! —pregunto con firmeza y valentía.
Aquel trío eran dos mujeres y un hombre; la mayor parecía como de unos cuarenta años, su cabello era corto y de color negro, caucásica, sus ojos eran marrones, se le veía en buena forma, vestía con una gabardina negra, sobre una camisa del mismo color, al igual que sus pantalones y sus zapatos con tacón eran de color gris. El chico que iba con ellos parecía de la misma edad que Sara, su cabello era pelirrojo y estaba peinado con un copete de los años noventa, sus ojos eran también de un rojo claro como el fuego. Por último la otra chica que estaba con ellos, parecía de unos catorce años, pero aún así su rostro era bellísimo, su cabello era algo largo, llegandole hasta los omóplatos, traía consigo una libreta de dibujo.
—Genial, nos vieron, parece que tendremos que borrarles la memoria ¿No cree usted? —pregunto el pelirrojo hacia la señora.
—Espera un segundo —dijo como una orden y se acerco lentamente hasta Shawn—. ¿Eres tú, Shawn?
—¿Cómo sabe mi nombre? —preguntó Shawn, confundido.
—Shawn, yo soy tu madre —dijo para sorpresa de todos los presentes.
—No, no... eso es imposible, no puede ser verdad —decía Shawn, impactado.
Aquella mujer la mostró a Shawn un relicario que tenía en su cuello, dicho relicario llevaba una foto suya y de Shawn de cuando este estaba recién nacido. Shawn se fue del lugar sin decir ninguna palabra, pero su rostro estaba lleno de lágrimas, se fue de vuelta al campamento. La mujer quiso seguirlo, pero Samuel la detuvo.
—Espere por favor, señora —dijo con toda la amabilidad que podía—. Él estará bien, solo necesita un poco de tiempo. Aún no responden mis preguntas.
—Mi nombre es Irene Holmes —respondió la mujer que decía ser la madre de Shawn.
—¡Señorita! Se supone que debemos mantener nuestras identidades en secreto —protestó el pelirrojo.