Al día siguiente después del enfrentamiento contra Rasputín y su culto, Azrael se reunió con todos sus hermanos en Nueva Orleans, más específico en la oficina de Lucifer para informarles sobre Satán de la ira, quien había perdido nuevamente el rumbo y se había convertido en alguien más despiadado.
—¿Cómo encontraremos a Satán? Después de eso, debe ser alguien cauteloso —preguntó Gabriel dirigiéndose a su hermano Uriel.
—La verdadera pregunta es... ¿cómo lo derrotaremos? —se pregunto así mismo Uriel de forma analítica—. Satán es el pecado capital de la ira, si lo que dice Lucifer es cierto, su fuerza aumenta cada vez que su ira aumenta, nos enfrentaremos a un oponente más duro que Leviatán, que a diferencia de él, no tendrá ganas de cambiar.
—Si las cosas se ponen difíciles para ustedes, yo seré el que combata contra él —declaró Lucifer levantándose de su escritorio—. Después de todo, yo tengo la culpa de que todos los pecados capitales hayan entrado a este mundo.
—No tienes porque culparte tanto, hermano —dijo Raguel en un intento de animar a su hermano menor—. Por los momentos debemos trazar una estrategia clara antes de decidir buscarlo, de lo contrario nos pasará lo mismo que con Belcebú.
Mientras aquellos ángeles y demonios pensaban en un buen plan para enfrentarse a Satán de la ira, este seguía con su terrible matanza. Ningún criminal o pecador escapaba del juicio de su martillo, todos sin ninguna excepción morían aplastados por el peso de su arma, jamás se detendría hasta acabar con todos los pecadores del mundo y no le importaba cuanto tiempo le tome, el purgaría este mundo del mal. Por la noche, después de asesinar a un montón de pecadores decide descansar unos cinco minutos antes de proseguir con su masacre, en un claro del bosque se detiene y toma agua de un río cercano, se sienta debajo de un árbol y admira entre lágrimas su posesión más valiosa: los lentes de sol que le fueron regalados por su amigo.
—Lo lamento tanto Arthur, juro que purgaré a este mundo y lo convertiré en lugar mejor —declaró entre lagrimas—. Lo convertiré en un lugar mejor para tu nieto.
Después de aquel juramente, guarda con cuidado los lentes en los bolsillos de su desgastado pantalón y sigue su camino, la noche transcurrió tranquila mientras Satán meditaba de sus acciones, ¿quién tiene la culpa? ¿Dios? ¿Lucifer? ¿O aquel humano que mató a Arthur? Reflexionó toda la noche y terminó con la idea de que todos tienen la culpa de su sufrimiento. Dios jamás se interesó por purgar al mundo de los humanos pecadores, Lucifer solo se interesó en él mismo y dejó abandonado a otros caídos en el infierno y a los otros pecados capitales los dejó regados a su suerte y por supuesto, el humano que mato a su mejor amigo. Es hora que los demonios hagan lo que Dios jamás hizo: purgar a la tierra.
Por la mañana cuando finalmente se despertó, agarró su martillo y volvió a su misión diaria. Caminó durante una hora hasta que se encontró con algo que no esperaba ver aún, era Lucifer, vestido con su característico traje negro.
—Es bueno verte de nuevo, hermano —saludó con una expresión melancólica en la cara.
Satán se lanzó al ataque de inmediato tratando de aplastar a Lucifer con su martillo, pero cuando lo hizo, Lucifer desapareció y apareció de nuevo en otro sitio y así Satán, impulsado por su ira siguió atacando.
—Por favor detente, solo quiero hablar —dijo Lucifer tratando de razonar con su hermano—. Por favor hermano, quiero tratar de ayudarte.
—¡¿Ayudar?! ¡¿Quieres ayudarme?! —gritó Satán dominado por la rabia— ¡Tú nos traicionaste y te aliaste con la misma persona que nos mandó al infierno; eres igual de perverso que nuestro Padre! ¡Muere y desaparece de este mundo, maldito hijo de puta!
A la lejanía aquel que montaba toda esta ilusión era Jorel usando su telepatía, a su lado estaba Lucifer quien le decía a Jorel que decir para comunicarse con su hermano. Satán se hartó de lidiar con simples ilusiones y usando las vibraciones del suelo logra localizar a sus dos hermanos y de un salto llega hasta ellos. Lucifer con gran agilidad crea una barrera de miasma, logrando repeler el ataque de Satán, pero este no se da por vencido y con su martillo trata de romper su barrera, sin embargo, esto no parece preocupar a Lucifer.
—¡¿Alguna idea de como salir de esto?! —pregunto Jorel, alterado.
—Sí, ya le pase un mensaje a los chicos para que vengan —respondió Lucifer sacando una petaca de alcohol de su bolsillo—. Podremos aguantar aquí un rato, ¿quieres un poco de vodka?
Jorel algo molesto por la indiferencia de su hermano se sienta en el suelo rogando de que la barrera no se rompa, para su fortuna sus otros tres hermanos llegaron rápido a la escena. Gabriel acertó una patada en el costado del torso haciendo que Satán soltara su martillo, Gabriel ya estaba transformado con su Armadura de Fuego Celestial y este empieza a pelear cuerpo a cuerpo contra Satán desde el principio con su máximo poder sabiendo al oponente con quien se enfrentaba. Intercambiaron golpes rápidamente, Satán invoca su martillo y cuando este se dirige a su mano golpea a Gabriel por la espalda y Satán le atina otro golpe en la cara, pero esto no detiene a Gabriel quien lanza su potente fuego purificador.
—¡Fuego Purificador: Bombardeo Divino del Fénix! —exclamo Gabriel lanzando un montón de bolas de fuego a gran velocidad.
El ataque era rápido, sin embargo, Satán lo era aún más. Propulsándose a una velocidad de mach 1 con su vapor, rompiendo la barrera del sonido. El pecado de la ira salta y da un poderoso martillazo contra Gabriel, estrellándolo contra el suelo cual meteorito.
—¿Es todo lo que tienen? —preguntó Satán, desafiante.
Uriel moviéndose a una gran velocidad, lanza poderosos golpes de karate en el torso de Satán, pero estos apenas le causan unos cuantos moretones superficiales.