Vientos de Pasión – Una Verdad Oculta L2

Episodio 4

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La emoción de la carrera aún palpitaba en la sangre de Clara cuando ella y Damien se alejaron discretamente de la multitud. El sol ya comenzaba a descender en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y rojizos, mientras caminaban por calles menos transitadas en dirección a la casa de Theo.

Ninguno de los dos comentaba lo que había sentido en aquel instante. Pero ambos sabían que, por más que intentaran ignorarlo, aquella tarde quedaría grabada en la memoria.

Damien metió las manos en los bolsillos y le lanzó una mirada de lado.

— Sabes, debo admitir que esta experiencia fue… inesperadamente divertida.

Clara arqueó una ceja, manteniendo un tono casual.

— ¿Ves? Londres tiene mucho más que ofrecer que solo bailes y cenas aburridas.

Damien soltó una risa baja.

— Oh, no lo dudo. Pero debo decir que tu pasión por los caballos y las apuestas no deja de ser sorprendente.

Ella se encogió ligeramente de hombros, desviando la mirada hacia el empedrado de la calle.

— Pasé la infancia observando estas carreras, escondida entre la multitud. Era un mundo que podía ver, pero nunca tocar. Ahora, vuelvo aquí disfrazada por elección propia, intentando encontrar el equilibrio entre lo que fui y lo que esperan que sea. Tal vez, en medio del caos de las apuestas y el galope de los caballos, consiga entender dónde pertenezco realmente.

Por un momento, Damien guardó silencio, absorbiendo la sinceridad en sus palabras. Clara no era solo una joven aristócrata desafiando convenciones por capricho, como tantas otras que había visto a lo largo de su vida. Había una inquietud genuina en la forma en que buscaba su lugar, como si intentara equilibrarse entre dos mundos sin pertenecer del todo a ninguno.

Ese dilema, esa lucha interna constante, despertaba en él una extraña admiración y, quizás, un atisbo de comprensión que no esperaba sentir.

— De todos modos, hoy me hiciste perder dinero — bromeó Damien, intentando aliviar la tensión inesperada.

Clara se rió y le lanzó una mirada de soslayo.

— Oh, pobre Lord Wesley. ¿Será que su fortuna no sobrevivirá a unas míseras monedas perdidas?

Él la miró con un brillo desafiante en los ojos.

— Sabes, aún hay tiempo para que me lo compenses. Tal vez con una partida de cartas.

Clara rió en voz baja, sacudiendo la cabeza.

— No confío en ti para un juego de cartas. Eres demasiado perspicaz.

— ¿Y tú eres una pésima jugadora? — provocó él.

— Todo lo contrario — respondió Clara con una media sonrisa. — Pero prefiero que seas tú quien pierda.

Damien soltó una carcajada genuina, sintiéndose más ligero de lo que recordaba en mucho tiempo.

Cuando llegaron a la residencia de Theo, la criada abrió la puerta y los condujo rápidamente hacia el ala privada de la casa. Theo ya los esperaba, recostada perezosamente en una silla junto a la chimenea, con un libro olvidado en el regazo.

— ¿Y entonces? — preguntó, levantando la cabeza con curiosidad. — ¿Sobrevivieron al mundo real?

Clara puso los ojos en blanco mientras comenzaba a desabrochar el corsé improvisado que llevaba por encima de la ropa noble.

— Diría que fue un éxito.

Damien se quitó la chaqueta sencilla que había usado y pasó una mano por su cabello despeinado.

— Fue… educativo.

Theo soltó una carcajada.

— Ah, Wesley, casi pareces un hombre humilde. Un verdadero milagro.

Clara y Damien intercambiaron una mirada cómplice antes de comenzar la transformación de vuelta a sus versiones aristocráticas. La soltura y libertad del día eran poco a poco reemplazadas por la formalidad de siempre.

Cuando por fin estuvieron listos, Damien ajustó el nudo del pañuelo en el cuello y suspiró.

— Bien, ha sido un placer, Lady Clara. Pero me temo que nuestro pequeño secreto deberá permanecer oculto para la alta sociedad.

Clara sonrió levemente, colocándose los guantes con elegancia.

— No te preocupes. Nadie jamás creería que Lord Damien Wesley se mezcló con el pueblo y ganó dinero apostando en caballos.

Damien sonrió de lado.

— Y nadie creería que Lady Clara Wellington alguna vez gritó como una verdadera plebeya.

Clara le lanzó una mirada fingidamente ofendida antes de sonreír.

— Guarda bien ese recuerdo, Wesley. Porque si volvemos a jugar, no te daré oportunidad de ganar.

Él le devolvió la sonrisa, como aceptando un desafío silencioso.

— Ya veremos.

Theo, que los observaba con evidente diversión, negó con la cabeza.

— Ahórrenme el flirteo implícito y márchense antes de que algún criado se pregunte qué están tramando.

Clara rodó los ojos y Damien simplemente rió.

Sin más demoras, salieron de la casa de Theo por separado, cada uno siguiendo su camino a casa.

Clara no sabía explicarlo, pero algo había cambiado aquel día.

Damien tampoco tenía respuestas — solo una certeza incómoda: quería más.

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En el texto hay: humor, intriga, amor

Editado: 03.09.2025

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