No, Helena no quería irse sola a su casa. No después de la pelea con Missi, no con el inexplicable miedo que sentía al solo imaginarse caminando cerca del bosque. Pero también sabía que necesitaban el dinero, que su madre estaba ahorrando para poder pagar su propio negocio. fingió la sonrisa más radiante que pudo y asintió de forma enérgica. Su madre le había besado las mejillas y le había agradecido por ser una niña tan independiente y colaboradora. Eso la había animado, hasta que llego a su casa y la soledad se hizo palpable. Se sentó en la cocina lo que parecieron siglos. De pronto el penetrante sonido del teléfono rompió el silencio.
—Cariño hola— dijo la voz de su madre amortiguada por el ruido de fondo— ¿ya estás en casa?
—Hola mami— saludo aliviada de escuchar la voz melodiosa—si ya llegué, y organicé todas las compras en su lugar.
—Esa es mi pequeña— dijo orgullosa su madre—escucha, tengo mucho trabajo, probablemente no termine hasta el domingo en la tarde— sonó pesarosa por tener que dejar sola a su bebe—Pero en las compras esta todo para que prepares tus comidas. Es más, te dejare preparar emparedados y comer de los waffles congelados que compre— intento animarla en vano.
—Está bien mami, no te preocupes— dijo quitándole importancia— será como cuando llego de la escuela los otros días.
Se despidieron y colgaron el teléfono. Ambas con un sentimiento de soledad que viajaba un par de kilómetros, hasta decaer en las pantallas de sus respectivos teléfonos. Eran muy unidas y cuando se separaban sentían el vacío de tiempo limitado que solo la familia puede provocar.
Helena no sintió apetito, tampoco tenía tareas, casi. De modo que salió al jardín y se dispuso a leer uno de sus libros con los rayos de luz que aun llegaban al sitio. Llevaba solo un par de páginas, cuando empezó a sentir algo, como distracción, o dicho mejor atracción, magnetismo. Hacia el bosque. Hacia el lugar del gran árbol y talvez la fresa misteriosa. Dejo el libro a un lado y centro la mirada en el espeso bosque que tenía delante. La imagen era magnifica. Siempre le había gustado el paisaje que rodeaba su casa. Pero en ese momento todo parecía más brillante, más atrayente, más hermoso... tenía un halo de luz mágico. El sol bañaba la boscosa vista, casi transportándola a las historias del libro que leía hace unos momentos.
Se levantó cual autómata, y casi contra su voluntad sus pies empezaron a avanzar en línea recta, haciendo crujir las hojas secas al hacerlo. Con cada paso que daba se sentía cada vez más liviana, más libre. El cálido viento acariciaba sus dedos y jugueteaba con su cabello.
El laberinto de árboles parecía guiarla directamente hacia un objetivo. El tiempo se comprimía para ir cada vez más lento. Cuando llego frente al árbol vio exactamente lo que unos días atrás. No se sintió asustada, solo relajada en una calma y serenidad absoluta. El brillo natural de la fresa se veía mas benévolo. Inclusive la voz tenia un tono adormecedor.
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amistad sin limites, magia blanca y oscuros poderes, lazos ancestrales y herencia de sangre
Editado: 19.06.2019