La tensión fue cada vez más opresiva. Helena sabía que esa cosa le estaba haciendo algo, porque sintió nuevamente la corrosiva brisa girando a su alrededor. Subiendo por su espalda y lastimando cada hueso de la columna vertebral, respirando en su nuca, haciéndola temblar. El temblor se hizo tan fuerte que los dientes le castañearon hasta el punto de parecer maracas. La niña se llevó ambas manos a la cara, el dolor era insoportable. Las encías se estiraban dolorosamente obligándola a sonreír.
— Eso es— dijo triunfante la voz, que según pudo distinguir Helena era de un hombre, un anciano—así me gusta, obediente como un corderito.
La pequeña intento hablar, quitar al menos esa mueca artificial de su rostro, pero no pudo, y lo intento con todas sus fuerzas, pero el dolor era peor. Intentar abrir la boca era un suplicio porque sentía que cientos de hilos invisibles se tensaban en su boca impidiendo cualquier movimiento. El simple hecho de pretender bajar las comisuras de su boca era más de lo que podía soportar. Los músculos faciales se acalambraron de la posición de carcajada mantenida durante tanto tiempo.
—No-no-no-no-no— la voz parecía estar reprendiéndola con autoridad moral, pero eso era imposible, la cosa no sabía que rayos era autoridad ni mucho menos moralidad—yo soy el que va a hablar. Ya tuviste tu oportunidad y la desperdiciaste. Así que ahora tienes el deber de oír. Y debes estar muy atenta a lo que voy a decir, porque no lo pienso repetir. A propósito, mírame cuando te hablo, es grosero no mirar a quien te está hablando.
Helena miro a todos lados desconcertada, no sabía a donde mirar. Pero no tardo en sentir de nuevo la brisa que la empujaba un par de árboles más allá. Miro los arboles esperando que se manifestara como Ela, en una fruta, supuso. Pero esos árboles ni siquiera tenían hojas, todas estaban en el suelo. La brisa la soltó y se aproximó a las hojas, levantándolas y haciéndolas girar hasta tomar la forma de una persona. Un hombre encorvado hecho de hojas secas y marrones. La figura se alzó con orgullo y la miro a los ojos. Suponiendo que las dos piedras oblicuas que tenía en la cara hicieran el papel de ojos.
—Vaya, vaya— Con todo y la forma medianamente humana la voz seguía siendo un estruendo de ultratumba— como ha cambiado este lugar desde la última vez que estuve aquí— la figura giro sobre si misma repetidas veces como si no hubiera poseído un cuerpo en mucho tiempo— ¿sabes? era muy hermoso, mucho más que ahora. Era más salvaje. En la espera de que alguien lo descubriera y sacara a flote sus tesoros.
En un movimiento rápido y calculado, la brisa/energía del hombre, dio un salto dejando caer con un golpe sordo las hojas y piedras que tenía como cuerpo. Dio varias vueltas entre las plantas y la casa de Helena. Al cabo de un rato la figura volvió a tomar forma.
—Es agradable volver a casa— parecía decirlo enserio— no existe nada mejor en el mundo.
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Editado: 19.06.2019