La vi durante un instante antes de notar aquel vino caliente y espeso brotar con pereza sobre el asfalto en el que se recostaba mi cuerpo como un títere que fue librado al fin de sus hilos, y deja que sus extremidades se recuesten a su parecer sobre la mesa.
Mis ojos se cerraron por si solos sin importarles cuanto les ordené mantenerse abiertos para buscarla entre la oscura multitud, que rodeaba aquel mar de vino y vidrio en aquella noche fría que se colaba entre la uva e ingresaba a mi cuerpo como fuertes corrientes de electricidad.