Noah estaba sentado en el comedor de su maestro de finanzas. Frente a frente lo fulminaba con aquellos ojos verdes que hacían que su profesor quisiera besarlo.
El miedo recorría cada parte de su cuerpo. De principio a fin. Hace unos días había ido junto a Akram a un restaurante sin tomar en cuenta las repercusiones que ello podía tener. Un estudiante los había visto. El chico llamado Marcus, quien al parecer fue más idiota de lo que cualquiera pensó, a la tarde siguiente gritó a los cuatro vientos de la universidad aquella información. Desde ese día, y por medio de las pocas personas que escucharon el grito, Noah fue visto como "el que se acostó con su maestro para mantener su beca".
En su cabeza pasaba una y otra vez el mismo momento en el que decidió salir a un lugar público. Se sentía un completo idiota. Se culpaba a sí mismo una y otra vez. Tan grande era el peso de la culpa, que se volvió ira. Ira con la cual en ese momento quería golpear a su pareja.
Las preocupaciones de Noah crecían con cada segundo. Si aquel rumor se seguía esparciendo podrían despedir a Akram. Podrían hacerle daño. Podría perder su plan estudiantil por el cual se esforzó tanto. Podía romper promesas que hizo hace mucho tiempo. Podría traer serias consecuencias a la vida de ambos.
Mientras lo veía con odio, una lágrima casi imperceptible cayó de su ojo. La limpió rápidamente, entonces suspiró. Había agachado la cabeza de una manera horrenda para pedirle a su padre y hermana que pagaran la universidad, ser expulsado por ser gay era lo que menos deseaba. Especialmente estando tan cerca de terminarlo todo.
Akram estaba deprimido. Noah lo había seducido hacía ocho meses atrás. Entre la universidad, clases privadas y movimientos candentes, el delgado chico logró que alguien mayor por diez años cayera a sus pies sin ningún problema. Cuando Akram lo miraba, veía todo lo que deseaba. Ojos brillantes, hermosos y una delicada piel. Su cabello siempre alborotado con ondas. Labios tiernos y rosas, pálido con algo de rubor en sus mejillas. Era más hermoso que cualquier persona con la que hubiera salido. Pero su carácter era mucho más poderoso que su hermosura. Era fuerte, irritable y enojón. Jamás lo había visto de otra manera. Ni siquiera había visto debilidad en él cuando lloraba.
Noah era la personificación de la fragilidad del hielo.
Cuando ocurrió todo el problema, Akram no tenía en cuenta lo que ocurría. Hasta este momento, seguía sin entender bien el porqué estaba enojado. A él no le importaba demostrar su amor de forma pública, pero parecía que a Noah sí. Nunca habían tocado ese tema.
—Noah, cariño, ¿Podemos hablar? —preguntó rompiendo el silencio con ternura
—¿Y de qué quieres hablar? —se le quitó el apetito instantáneamente— ¿Algo en especial?
—No sé qué estás pensando, me pone triste que te pusieras así.
Noah levantó la mirada. Era el tipo de persona que esperaba a que supieran exactamente lo que pensaba sin decirlo. Creía que Akram lo entendía y le molestaba que no fuera así.
—¿Acaso crees que todo está bien? —lo apuntó con los cubiertos de manera grosera.
—Pero dime de qué hablas, cariño —estaba confundido, sin entender lo que pasaba entre ellos—. Si me lo dices, podremos arreglarlo.
—Los rumores Akram, los rumores... —suspiró— Me están gritando que soy un maricón y una puta por toda la jodida universidad —frotó su cabeza de manera que se le hiciera más doloroso aquel movimiento que el recordar lo que le decían cuando pasaba caminando— Alguien que tiene buenas notas solo por acostarse con su maestro... —aunque no era tonto y se defendía al gritarles que se callaran, mentalmente no se sentía para nada bien— Esos idiotas... —se sentía más destrozado de lo normal.
—¿Nosotros somos pareja? —dudó— Me estado preguntando eso.
Akram quería entender cuánto le afectaba lo que decía la gente, pero no podía comprender porque era tan doloroso.
—¿Lo somos, Noah? —nadie sabía de su sexualidad en la universidad, pero él creía que no importaba si la gente se llegaba a enterar. No le importó dejar a su familia para perseguir su sueño de vivir el amor— Yo pensé que lo éramos.
—Imbécil —cuando la familia de Noah se enteró, lo encerraron por meses en su habitación. Meses en los que pasaron todos los incidentes que arruinaron su corta vida.
—Cariño... —intentó tocar la mano del chico para que se calmara, pero este solo lo golpeó.
—No puedo seguir con esto —levantó la mirada con lágrimas en los ojos—. En serio te quiero Akram, pero nadie puede enterarse que me gustan los hombres. Por favor, entiéndeme. Entiende que no quiero que te pase nada —por primera vez en mucho tiempo dijo la verdad.
Sentía ahogarse en lágrimas mientras su interior destrozaba nuevamente la idea de un amor sin riesgos. Sentía como todo volvía a apagarse, como todo se volvía en blanco y negro dejando el brillo atrás. Sintió el ardor en su pecho de saber que había tropezado con la misma piedra. Sabía que él mismo había roto su corazón por culpa de las expectativas. En silencio se preguntaba qué había hecho para merecer eso. Desde que le gustaran los hombres hasta tener que terminar una vez más con sus propias esperanzas e ilusiones.
—Noah, elige el amor, no a las personas... —dejó un tiempo suspensivo en el cual el chico se dejó llevar por las lágrimas— Solo estemos juntos, no se va a enterar nadie. Este es último año puedes estar seguro después de terminar. Si me despiden encontraré un trabajo nuevo y yo cuidare de ti —su acento extranjero apareció.
—En serio que no entiendes nada ¿Verdad? —se levantó dando una risa tortuosa— Si se entera alguien, nos van a odiar a ambos ¿No lo entiendes? —se acercó a Akram.
—Yo quiero entender –Akram monto al chico sobre sus piernas y lo abrazo mientras Noah, muy dolido, en lo único que pensaba era que no quería que nada malo jamás le ocurriera—. Solo quiero hacerte feliz.