Vino Y Miel (gay)

CAPÍTULO IV

En el momento en el que Noah vio los ojos sorprendidos y asqueados de Julieta al descubrirlos, un dolor ya conocido lo volvió a recorrer por completo. Empujó a Alex quien tenía sus dedos totalmente clavados en la piel del chico. Aquel sentimiento de haber querido estar más tiempo de esa manera, se fue igual de rápido que llegó. Escapó de los brazos del pelinegro sin dejar de llorar por lo que había hecho.

Alex intentó atraparlo, pero le fue imposible. Lo vio correr directamente a su habitación donde con un portazo le había dado a entender que no quería verlo, pero no iba a dejarse de manera tan fácil. A pesar de sentirse culpable de todo lo que había ocurrido, no sintió un mayor remordimiento o arrepentimiento. Sentía el deseo de repetirlo una vez más. Jamás pensó en cruzar esos límites de la amistad con Noah. Aquel chico que se mostraba con tanto odio hacia todos era nada más que una fiera llena de deseo y perversión. Una electricidad magnífica lo recorría una y otra vez.

Cuando se dio cuenta de la mirada de odio que tenía Julieta, se dio cuenta. No importaba lo bien que se había sentido, había estado mal. Tembló intentando dar una explicación razonable pero solo consiguió sacar balbuceos de su boca. Al darse cuenta de esa mirada, logró entender lo que Noah había sentido. Haber sido visto con tanto asco lo había lastimado. Cuando se dio cuenta de ese dolor, supo que era su culpa y se sintió mucho más culpable que antes, esta vez el deseo ya no era suficiente como para cubrir sus actos.

Corrió hacia la puerta de su habitación.

 

—¡Noah! ¡Por favor, abre la puerta! —sintió ahogarse con sus lágrimas— ¡Por favor! ¡No hagas esto! ¡Por favor!

—¡Jodete, Alexander! ¡Todo es tu culpa! ¡Tu culpa! —Julieta decidió buscar las llaves de la habitación— ¡Púdrete! ¡Idiota! ¡Idiota! —el volumen de su voz disminuía por el nudo en su garganta— ¡Eres un idiota si crees que voy a abrirte!

 

Julieta lo empujó con fuerza, estaba ciertamente enojada. Con las manos temblando de ira, logró insertar la llave. Al abrir la puerta sintió que todo ese día había sido un error.

Al entrar, encontraron a Noah abrazado a sus rodillas encima de la cama destendida de Alex. Aquella persona tan fuerte, tan decidida y de tan mal carácter, ahora estaba llorando sin poder detenerse. Una faceta que nadie conocía se notó en ese instante. Parecía odiarse a sí mismo, querer lastimarse, querer lastimar a todo el mundo y seguidamente escapar, nadie se daba cuenta de que era lo más cercano a lo que en verdad sentía todos los días de su vida.

Alex por su lado fue directamente a la pared contraria. No podía verlo a los ojos. Entendía lo mal que debía sentirse, sabía que todo había sido un error del cual no podía alegrarse, pero no podía negar ni por un segundo que, por primera vez en su vida, su corazón sentía ser golpeado miles de veces con cada palpitar. Agachó la cabeza cual animal arrepentido, pensó entonces en lo siguiente que debía hacer. Quería disculparse, pero no quería asustarlo al acercarse. Quería abrazarlo, pero temía ser apartado de un golpe. Quería hacerlo feliz, pero temía fallar en el intento. No pudo evitar derramar algunas lágrimas.

Julieta tomó el mando y la madurez. Se sentó frente al chico quien, a pesar de todo, no la odiaba, solo se sentía terriblemente mal por aquellos ojos. Tan mal que no era capaz de levantar la mirada. La mujer intentó calmarlo dándole algunas palmadas, pero no sirvió de nada.

Fueron cerca de tres minutos en silencio hasta que ella dio un largo suspiro, se levantó con calma y fue hacia el otro chico. Con la palma extendida, la mayor cantidad de fuerza posible, el odio y resentimiento del día, lo abofeteó.

 

—Tú tienes novia… —estaba seriamente enojada— Hablamos de eso hace unas horas —por más que fuera su amigo, las infidelidades no eran de su agrado— ¿Cómo mierda se te ocurrió hacer eso?

 

Melissa salió de la habitación por el ruido. Vio a Noah en la cama, a Julieta parada frente a Alex, a este con una mano en su mejilla. Con una mirada confundida se acercó al chico que no había sido golpeado. Julieta negó su presencia. Estaba más concentrada en ver si el otro podía dar una buena explicación o al menos una disculpa.

 

—¿Estás bien? —preguntó Melissa al sentarse.

—Si, —levantó la cabeza sabiendo que no iba a dejarse— estoy bien —le tomó la mano a la chica quien la aceptó por amistad y apoyo—. Completamente bien.

 

Julieta tomó el brazo de Alex con tal fuerza que lo hizo asustar. En el momento en el que notó lo que hacía, la mujer se disculpó. Abrazándolo por el hombro se lo llevó fuera de la casa. Se sentaron frente a la piscina por un momento. Respiraron la oscuridad de la noche. Pegaron sus cabezas a pesar del enojo, todo en señal de pedir perdón por sus actos.

La mujer metió la mano a su bolsillo, de allí sacó un encendedor y una caja de cigarrillos. Tomó dos y le entregó uno a Alex.

 

—Fumemos —sonrió—. Para olvidarlo todo.

—Gracias —seguía perdido.

—¿Qué estabas pensando? —su cuerpo temblaba por varias razones— Estaban por hacerlo ¿no?

—No lo sé —respondió Alex—. No sé qué hubiera pasado —mintió. Sabía lo que hubiera pasado—. Es una estupidez —sabía que el deseo lo habría consumido.

—¿Qué pensaste que iba a ocurrir? —soltaba humo al hablar— No te dejaste de Diana, pero sí de Noah ¿Qué pasa con eso? —levantó la mirada— ¿Qué pasa con Noah? —rectificó.

—No lo culpes a él —saber que debía defenderlo lo despertó—. No es su culpa, yo fui quien empezó todo —“o algo así”, pensó.

—Alex... Dios mío, Alex... No está bien... No importa que quieras defenderlo, pero ¿Y Amanda? —el chico negó con la cabeza— ¿Vas a ocultarlo? —la idea la molestaba, pero no iba a ir en contra— ¿Qué vas a hacer con Noah?

—No va a decir nada —intentaba olvidar lo que había pasado.



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En el texto hay: romance, gay, amor lgbt

Editado: 29.12.2022

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