Vino Y Miel (gay)

CAPÍTULO VIII

Alex se rio al darse cuenta por qué había ocurrido todo ello. Cuando Noah lo vio, aún entre respiraciones cansadas y algunos últimos gemidos, no pudo evitar sonreírle. Por más mal que se hubieran sentido, aquellas sonrisas que se dieron les decían que todo iba a estar relativamente bien.

Consideraron su aventura como algo que los ayudó a ambos. Alex se sintió más tranquilo al saber que aún podía excitarse. Noah se sentía tranquilo cuando estaba en los brazos de Alex. Seguían siendo fuertes, grandes, cálidos y acogedores. Sintieron por primera vez en mucho tiempo verdadera tranquilidad.

Alex besó el cuello de Noah haciendo que le dieran cosquillas. Su hombro se levantaba y cerraba sus ojos. Un sonido lindo salía de su boca. Balbuceaba que se detuviera, pero Alex no quería eso, quería seguir molestando. Lo hizo hasta que el otro lo golpeó en la cabeza con seriedad sin lastimarlo.

 

—Te dije que te detuvieras —se puso el pantalón y vio su pecho con risas—. Fue mucho en verdad —sonrió.

—¿Quieres bañarte? —lo vio sonrojarse— Puedo prestarte algo de ropa y lavar la tuya mientras tanto.

—Si... Eso estaría bien —la sonrisa dulce que dio estando bajo el sol hizo que Alex descubriera que aquello de ser rudo era solo una fachada— ¿Qué pasa? —preguntó al verlo tan concentrado en nada— ¿Te sorprende que te haya hecho venir? —cubrió su sonrisa pervertida.

—Cállate —le sonrió— ¿Te gusta el agua caliente o fría?

—Agua caliente no estaría mal —estaba lo suficientemente feliz como para tomar un baño de agua caliente como no lo había hecho en meses.

 

Noah lo siguió por detrás mientras iban a la ducha. Al verse en aquel espejo tan grande y tan minimalista del baño se dio cuenta de que nunca había sido tan salvaje. Por lo menos, nadie lo había mordido tanto. Su hombro tenía aquellas gotas de sangre que Alex creó. Su cuello estaba lleno de chupetones al igual que gran parte de su pecho. No quería ver su espalda. Sabía que estaba peor. Suspiró al recordar la existencia de las cicatrices las cuales no habían tenido mención. Se sintió cómodo al recordar que Alex no había preguntado nada personal. No le pregunto si es que le dolían, tampoco les preguntó su origen. Ni siquiera antes de ese momento cuando solían nadar en la piscina y él llevaba camisa se lo había preguntado. Estaba feliz de que Alex nunca dijera nada acerca de la cadena que llevaba en el cuello. Se sentía feliz de que nada se hubiera puesto extraño por ello.

Entre risas, miradas coquetas y palabrería por el típico placer que se siente después de hacer eso, Noah tomó una ducha corta. Se sentía mucho más tranquilo. Por primera vez en su vida sintió que estaba tomando un baño en completa paz. El agua caía encima suyo y era tierno ver que Alex tenía todo sumamente limpio. Aprovechó el poco tiempo que tuvo para darse un respiro de todo lo que lo molestaba. Especialmente del infierno que era su casa.

Al salir, Alex le entregó ropa. Una sudadera amarilla era lo que más sobresalía. Era enorme a comparación de él. Reía por lo tierno que se veía. Noah era del tipo de personas que jamás iba a verse mal vestido o con ropa que no tuviera un verdadero equilibrio. Le gustaba además resaltar su cuerpo y curvas. Usar aquella sudadera lo hizo sentir cálido, pero no le gustaba como se veía. Era la primera vez que usaba algo tan grande.

Noah se sentó en uno de los sillones de la sala. Echó la cabeza hacia atrás y respiró con calma. Cerró sus ojos hasta el momento en el que Alex se acercó con una secadora. Lo vio con enojo mientras levantaba una ceja. Su mirada era de desdén y odio puro. No entendía lo que estaba haciendo.

 

—¿Y tú qué? —se sentó correctamente.

—¡Déjame secar tu cabello! —sonreía con ternura— ¡Por favor! —se comportaba demasiado infantil.

—¿Por qué habría de dejarte? —vio a Alex acercarse demasiado a su rostro— Suficiente por hoy —lo apartó pensando en que quería repetirlo.

—Solo quiero secar tu cabello —hizo un puchero— Además puedes resfriarte.

—... —lo vio con cansancio— Dios... ¿por qué siempre haces tanto? —lo dejó sentarse a su lado.

—Es un mal hábito —intentó no recordar más de lo que debía. El otro lo notó.

—Ten cuidado con lo que haces —suspiró cerrando sus ojos—. Adoro mi cabello —bajó la guardia.

—Lo tendré —sonrió al verlo tan tranquilo.

 

Con suavidad masajeo las raíces. Secó las puntas y le puso calor dentro de la sudadera haciendo que por poco cayera dormido. Le acarició las orejas y antes de terminar le dio un beso en la mejilla. Al tomarlo desprevenido, Noah tuvo que tapar su rostro. Se sentía tan extrañamente idiota el que un chico con novia lo tratara de esa manera que no pudo evitar enfurecerse. Le pidió en susurros que no lo volviera a hacer, Alex no respondió pues el timbre sonó con locura. Noah prefirió irse a esconder al baño, no tenía mucho interés en ver a nadie. Bostezó y revisó su teléfono mientras tanto.

Por otro lado, la mujer que estaba en la puerta era Julieta. Alegaba que Diana había sido golpeada por Melissa y luego ambas habían corrido en diferentes direcciones. Buscaba a cualquiera de las dos. Pensó que estarían con Alex, pero se equivocó.

 

—¿Qué pasa? —pregunto al ver la cara de Alex, parecía estar decepcionado o enojado— ¿Estabas con alguien? —sintió que si era Amanda todo se iba a ir “a la mierda”— Me hubieras dicho. Ya me voy. Me saludas a tu amante —intentó irse, pero la detuvieron al sostenerla de la muñeca. Alex le dijo al oído que Noah estaba en el baño, en un mismo susurro ella le respondió— ¿Qué estaban haciendo? No puede ser... —estuvo a punto de gritarle por lo enojada que se puso.

—No es nada malo, tonta. Solo conversábamos —lo analizó de arriba a abajo, no encontraba marcas de haber tenido algún tipo de relación, pero sí una sonrisa característica de una buena ocasión, la hizo sonreír también con algo de culpa.



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En el texto hay: romance, gay, amor lgbt

Editado: 29.12.2022

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