Vino Y Miel (gay)

CAPÍTULO X

Noah respiraba con fuerza ya dentro de su habitación. Su pecho estaba lleno del peso de no saber qué hacer ante lo que estaba ocurriendo. Sentía no tener salida ni opciones. Su cabeza le decía que tenía que encontrar el suficiente dinero como para vivir en un motel por un tiempo. Tenía que conseguir un empleo lo más pronto posible para luego poder costear un apartamento pequeño.

Aun cuando sintió miedo e impotencia, Noah razonó. No podía quedarse sentado en ese lugar. A pesar de querer deprimirse, llorar y no volver a despertar, no pudo hacerlo. Su conciencia no dejaba de repetir que morir de manera tan fácil era una salvación de la cual no era merecedor.

Tomó tres de las maletas más grandes de su armario. En la primera de ellas guardó objetos de valor personal, collares, anillos, cinturones, accesorios. Tomó aquella caja que tenía escondida bajo una de las maderas del suelo y recogió todas las cartas que tenía de sus antiguos amores. Las de sus más de diez romances se encontraban en ese lugar. Se lamentó al ver aquellas que León le había dado. Todas ellas estaban guardadas en los libros de poemas que le había dedicado. Se sentó en la cama al pensar que le gustaría abrir todas para leerlas sólo por un momento. Estrujó el papel entre sus manos sabiendo que eso solo sería un mero castigo. Con todo el dolor de su pecho, metió con fuerza los escritos dentro de la maleta. No tenía tiempo para seguir lamentándose. Mañana iría a la universidad para pensar en lo que hacer con ellas.

En la segunda maleta guardó su ropa, solo aquella que le servía. Dejó algunas prendas que le gustaban pero que sabía que eran solo una carga. Cerró los ojos al pensar que todo por lo que había luchado podría verse reflejado ahora o solo verse arruinado. Preparó dos cambios de ropa simple para los próximos días. Al ver lo vacío que se encontraba su armario supo que debió haber hecho eso hacía años atrás. Al recordar la razón de no hacerlo, golpeó su cabeza contra la pared.

En la última maleta puso todos los libros que tenía, estos se encontraron con sus notas y apuntes. Era demasiado pesado para él. Supuso que tendría que llevarla el último día tras tirarla por el balcón. Al terminar y ver el lugar casi vacío, se asustó de las consecuencias que le podía traer un plan tan apresurado.

El día en el que saliera con la última maleta, le dejaría de importar todo lo que había vivido. Era el nuevo comienzo, que, de manera forzosa, tenía que conseguir.

Dio un pequeño recorrido antes de terminar. Tenía que llevar lo que fuera “especial” de su habitación. Tomó nuevamente la primera maleta. Entre gestos extraños recolectó un peluche que le había dado Akram, una pequeña fresa con un rostro. Guardo también algunos recuerdos. La foto de graduación de su anuario. Unas Polaroid que tenía con su pequeño grupo de amigos. Al ver a Alex en ella se sintió mareado. Apretó los dientes al recordar lo que aquel momento debió haberle hecho a su cerebro para que ahora lo viera con diferentes ojos.

Cerró la maleta con enojo. Tomó un candado del cual tenía la llave y se aseguró de que nadie más que él pudiera abrirla. Así como había hecho con todo lo importante de su vida.

Acto seguido a su desesperación, incluyó la llave del candado junto a la llave que tenía para la caja de León. Se aseguró de estar puesto el collar y fue al estante. De allí sacó un libro de cuentos que su madre solía leerle a su hermana antes de morir. Lo abrió y en el hueco que le había hecho hacía varios años encontró cerca de ciento cincuenta dólares en billetes de cinco y diez. Los guardó en su billetera y continuó buscando por su habitación. Tomó sus audífonos, los cables que necesitaba, sus dulces y otras cosas. Rompió un pequeño muñeco de cerámica que tenía cinco dólares en monedas de centavo. No era mucho, pero se conformó. Guardó aquello en la maleta de la ropa. Se sentó en su escritorio a pensar.

Después de una hora, hacer cuentas, buscar hoteles, pensar en dónde podría trabajar y cómo podría vivir por un tiempo, logró idear un plan. Iría a la universidad con la maleta más importante, le pediría a Alex que la dejara en su casa unos días sin darle mayor explicación. Pasado mañana haría lo mismo pero esta vez con su ropa. El tercer día tomaría la última maleta e iría a un motel hasta que su dinero se hubiera terminado. Conseguir un trabajo antes de quedarse sin dinero, era esencial.

En la parte de abajo de la casa estaba su hermana dando un apretón de manos con los abogados. El padre había tenido la oportunidad de salir un poco antes de lo esperado. La mujer esperaba con ansias la llegada de quien amaba y con quien compartía un odio común hacia Noah. Se despidió de los abogados y subió. Deseaba ciertamente golpear a su hermano. Darle una paliza como no lo había hecho en mucho tiempo. Estaba tan feliz que deseaba hacerlo, pero se contuvo por el deseo de saber lo que iba a hacer con su padre. Quería que su padre y ella disfrutaran de la cara de sufrimiento que solía poner cuando lo castigaban. No podía hacer nada ante ello, nunca pudo.

Ni siquiera en los peores momentos pudo levantar el rostro para que se detuvieran. Noah no tenía dinero para pagar la universidad y eso era lo único importante para él. Un día fue a la prisión, se arrodilló y suplicó que se la pagaran. El padre lo vio tan sumiso y desesperado que accedió a hacerlo si es que ganaba una beca. Su hermana no quiso apoyarlo, pero al saber las ventajas, se alegró de apoyar aquella loca idea. Desde entonces tenían control total sobre él.

 

En otro vecindario se encontraba Alex desconcentrado en su habitación. Miraba hacia el techo y estaba preocupado de que Amanda no hubiera dicho nada en todo el día. No quería llamarla así que prefirió esperar estando sobre su cama. Mañana se libraría de ella por unas horas. Tras terminar clases tenía un entrenamiento de soccer al cual ella odiaba ir. Se alivió por ello.



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En el texto hay: romance, gay, amor lgbt

Editado: 29.12.2022

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