Ocho años atrás~
—¿Cómo está? —le preguntó León a la hermana de Noah, Aura.
—Dice que tuvo una pelea con sus compañeros —su padre había golpeado al chico demasiado fuerte. Tenía una mejilla morada y su cuerpo no podía moverse bien—. No es nada grave.
—¿Te importa si lo reviso?
Él acababa de llegar de visita. Sacó una excusa con Aura para ir a verlo. Le mintió diciendo que iban a estudiar e iba a ir a verla a ella. Al final, estando tan enamorada, se lo creyó por completo. La verdad era que Noah le había enviado un mensaje en el que decía que no podrían verse en unas cuantas semanas debido a que se enfermó, al descubrir la mentira, el pelinegro corrió en su ayuda.
—Ya lo hice yo —estaba enojada. Odiaba que León le diera más atención a Noah que a ella, pero le perdonaba cualquier cosa.
—Por favor, por favor —la abrazó con algo de asco. Noah era demasiado importante para él—. Luego te invito a comer —supuso ser romántico.
Para León, Noah era más importante que cualquier persona. Lo había conocido desde su infancia. Sabía acerca de los maltratos de parte de su hermana, pero había tantas controversias, que confrontar a aquella familia sólo haría que no lo dejaran verlo nunca más. No podía sacarlo de allí pues era menor de edad y sería un crimen. Noah intentó denunciar una vez, nadie le creyó a pesar de tener golpes en todo el cuerpo. Las esperanzas de sacarlo antes de los dieciocho años se habían desvanecido con el tiempo. Ahora sólo podía cuidarlo los días en los que iba a verlo, la mayoría de los días de la semana y algunos fines de semana en los que podían escapar a comer algo en las noches.
—Está bien —suspiró—. Ve a verlo, pero como te digo, solo tiene heridas superficiales. Vuelve pronto —apretaba los dientes con odio.
León le agradeció mientras subía corriendo a la habitación del chico. Ya que estudiaban medicina, ir a revisarlo no era algo extraño, lo tomaban como una práctica. Ella lo tomaba para saber dónde golpear para que le doliera pero que no pudiera matarlo.
En aquel tiempo y desde hacía mucho tiempo atrás, León cuidaba a Noah. Revisaba sus constantes heridas, los golpes de aquellas constantes peleas y limpiaba la sangre de las tan constantes arañaduras que supuestamente eran causadas por sus compañeros de clase. Siempre llevaba en su maleta una botella de agua, pastillas, alcohol y vendas, todo para cuando fuera necesario. Era ciertamente precavido en ese sentido.
Al subir lo vio recostado en su cama. Estaba leyendo un libro, como siempre. Parecía que su mejilla había bajado su hinchazón, pero su cuerpo estaba incómodo por los moretones. Parecía no poder moverse bien por su espalda. Un nudo se creó en el pecho de León. El pequeño libro que tenía entre sus manos estaba en perfecto estado a pesar de que se lo había regalado tantos años atrás que ya ni siquiera recordaba cuando fue.
Cerró la puerta con odio, no le interesó que pudieran escucharlo. Cuando Noah notó aquella presencia tan familiar, con dolor, escondió su rostro tras una de sus almohadas. Decidió no ver lo que iba a ocurrir. Escuchó el seguro de la puerta. Pasos llenos de resentimiento y cansancio se acercaron a su cama. Un gran peso hizo que el colchón se hundiera. Estaba respirando con fuerza. Quería huir una vez más.
León movió su mano hasta llegar a su cabeza. Lo acarició con cariño por unos segundos hasta que logró tranquilizarlo. Con calma le quitó la almohada del rostro. Quiso sonreír, pero estaba tan enojado que fue incapaz. Asustó tanto a Noah que el chico volvió a cubrirse, esta vez con el libro.
—Perdón… —se arrepintió— Déjame verte.
—No —se sentía horrible.
León tomó sus manos hasta levantarle el libro. Sonrió por ver aquel verde maravilloso. Se sonrieron pocos segundos después. Noah no pudo más. Se lanzó encima de León a darle un abrazo. No quería llorar, pero había sido exactamente lo que esperaba. Había esperado que viniera a verlo. Era todo lo que necesitaba en ese instante.
León era demasiado reconfortante. Siempre tenía un olor a vino mezclado con la frescura diferente de un perfume. Al estar juntos, ambos apretaban el cuerpo del otro sin darse cuenta de que habían estado enamorados por varios años. Nunca habían hablado de sus sentimientos, nunca se habían besado y a su vez ninguno podía expresarse de la manera correcta pues eran las únicas personas por las que tenían aquel sentimiento.
Cuando se abrazaban, así como en ese momento, notaban lo parecidos que eran. Sabían que había algo más que una simple amistad o hermandad entre ellos, aquella extraña conexión en sus pechos les decía que estaban hechos para estar siempre juntos.
Pero había tantas cosas en sus vidas, que jamás habían pensado en una futura relación aparte de sus fantasías, aparte de aquellos sueños tan constantes en los que le pertenecían al otro.
—¿Dónde está Rick? —habló León con algún tipo de recelo sin soltarlo.
—Salió a un viaje de negocios. Va a volver mañana en la noche —deseaba llorar, pero hacerlo frente a León, quien era su ídolo, era imperdonable para sí mismo.
—¿Te sientes bien? —sabía la respuesta, pero buscaba una diferente. Quería que le dijera que estaba mal y que quería ser salvado. Quería que pidiera ayuda.
—Si, estoy bien —se soltó. Deseaba que se fuera para poder llorar en paz.
—Quédate aquí, ya vuelvo —no quería creerle.
León fue a la sala. Se encontró a Aura y le dijo que se había olvidado algo en su casa. León vivía a media hora de allí. Pidió rápidamente que ella fuera a por ello. La mujer en lo enamorada que estaba lo hizo sin preguntarle si iba a ir con ella o no. Aura haría todo lo necesario para que se enamorara, pero el corazón de León ya pertenecía a Noah.
El corazón de León le había pertenecido a Noah desde que tenía memoria. Le gustaba demasiado pasar con él, y a pesar de que mantenían una relación de tipo fraternal, sabía que en algún momento iba a confesarle acerca de sus sentimientos. Volvió a la habitación del chico. Se encerraron al instante. Se acercó al ver que había llorado por su repentina partida más que por el dolor. Por más que se tapó el rostro, León le apartó las manos. Al verlo sollozante se sintió tan decepcionado de sí mismo que lo abrazó aún con más fuerzas sabiendo que Aura ya se habría ido.