—¡Maldita sea! —el grito de Dánae lo sorprendió— ¡El tonto de Alex está jugando como la mierda! —señaló— ¡Lo ves! ¡Lo ves! ¡Va a hacer que perdamos! —Noah solo escuchaba a las mujeres hablar. No preguntó nada— ¡Dagan intenta apoyarlo, pero no está concentrado! ¡El muy idiota! ¡Vete a la mierda! —le gritó por lo alto. Cruzó sus brazos e hizo una rabieta.
—No grites tanto —la calmó Anelisse—. Debe seguir con el problema de Amanda. Calma, es solo un juego.
Anelisse se acercó a la mejilla de Dánae con delicadeza antes de darle un beso en la mejilla. Noah las veía y se sentía triste por ello, por no poder hacer eso de la misma manera. Lo asustaba. Ver a una pareja así, mostrando su amor ante todos, lo asustaba. Pensaba en los miles de insultos que podrían decirles, o los golpes que podrían darles, pero a ninguna de ellas parecía interesarles. pensaba que en cualquier momento podrían matar a cualquiera de las dos y sufrirían lo que él había sufrido por tanto tiempo. Se preguntaba si la gente estaba igual de consciente con la muerte que él.
—Niña tonta —siguió Anelisse—. Deberías calmarte un poco, no estamos en la cocina.
—Esa estúpida... —suspiró— ¡Noelia es mejor! —chasqueo los dientes sin hacer caso a que dejara de gritar— ¡Es idiota que siga pensando en ella! —Noah se dio cuenta al instante lo que hicieron con su nombre.
—No es tan fácil olvidar el maltrato, cariño, cálmate.
Tomando la mano de Dánae con dulzura, la acariciaba sin temor a que cualquier persona las viera. Se complementaban la una a la otra. Como el yin y el yang. Se acariciaban los dedos sin dejar que sus ojos escaparan de los de la otra. A Noah se le hacía extraño, doloroso, nostálgico y prohibido. No podía describirlo en palabras.
—Quiero besarte —le respondió con cariño. Noah las veía con intriga. Eran dulces. No les interesaba lo que la demás gente podría ver. Dánae se acercó a sus labios y lo hizo. La mordió y sonrió— ¡Hecho! —se veían ciertamente hermosas sentadas mientras tomaban sus manos. Lo inspiraba a hacer algo parecido, pero no se sentía capaz. Su pecho dolió por sentir miedo.
—Ya mismo es medio tiempo, ¿Vamos a verlo? —la otra asintió. Noah quería ir a ver a Alex. Sintió que el hecho de que estuviera jugando mal fuera en parte su culpa. No quería afectar a su rendimiento.
—Disculpen. —llamó su atención tocando el hombro de Anelisse quien le inspiraba más confianza— ¿Se puede ir a ver a los jugadores?
—El entrenador no suele dejarles, pero sabemos cómo ir —ella era muy dulce— ¿A quién estás buscando? —Noah intentó disimular el enojo repentino que le causó la pregunta.
—A Alex. Tengo que hablar con él de manera urgente.
Dánae se preguntó por qué había venido él y no la chica de la cual había hablado, pero no dijo nada. Anelisse supo la verdad y respondió antes de que pudiera formular un comentario.
—No está en sus mejores momentos ¿Es en verdad urgente? —asintió con una sonrisa.
Intentaba dejar las preguntas a un lado. Sonó el pitido de medio tiempo. Las mujeres llevaron al chico sin quejarse. Pasaron por algunos pasajes estrechos y molestaron a algunas personas, pero al final llegaron. Estaban en los vestidores, ellas fueron rápidamente a abrazar a Dagan. Dejaron a Noah solo quien rápidamente reconoció a Alex. Era aquel chico que se encontraba cabizbajo y sentado en el rincón. Se notaba su aura de odio, ira y estrés.
Había sido regañado por el entrenador y ahora no quería hablar con nadie ni ver a nadie. En su interior eso no le interesaba en lo más mínimo lo que todos pensaban. Se preguntaba de manera seguida qué era lo que era lo que había hecho mal aquella mañana. No le importaba nada de lo que la gente le intentaba hacer para que se alegrara. Se culpaba a sí mismo si Noah no venía y no lo volvía a ver. No quería perder a aquella persona a la que había estado cuidando los últimos días. Solo quería sentirlo a su lado. Deseaba estar con él por un momento. Deseaba que le dijera que no hizo nada malo pues en verdad sentía no haber hecho nada malo.
Alex se decía a sí mismo que no quería presionarlo. Se decía que no debía llamarlo. No debía preguntar dónde estaba o qué estaba haciendo, ya lo había llamado una vez. Hacerlo una segunda era ridículo. No quería ser una molestia y mucho menos ser un estorbo. Pero quería hacerlo, en verdad deseaba hacer todo eso. En sus traumas aquella mujer le decía que la dejara en paz. Ella le decía que se contactaría con él cuando ella lo viera correcto. La espera lo mataba. Cada minuto quemaba y cada hora daba mucha más ansiedad que la anterior. Esa mujer decía odiarlo y odiar su forma de ser. Razón por la que constantemente pedía que se le diera un tiempo por separado para pensar, pero no dejar de ser pareja. Decía que jamás le perdonaría una infidelidad y así era como controlaba a Alex quien ahora se estaba volviendo loco en medio de un vestidor en el cual todos intentaban apoyarlo.
Noah se sentó frente a él en el suelo. Lo golpeó en el rostro de manera suave para llamar su atención. Alex reconoció el tacto de manera sensible. Se había dado cuenta de su aparición por el olor a vino que empezó a existir cerca de su nariz. El chico seguía con su capucha y todos se preguntaban quién era. Alex levantó su rostro para verlo y sin darse cuenta se puso a llorar. Sus lágrimas caían de la nada en sus rodillas que eran sostenidas por sus brazos haciéndose una pequeña bola. Su rostro parecía querer abrazarlo, pero no lo iba a hacer pues sabía que el otro no estaba listo para hacerlo en público.
Noah se tapó el rostro mientras reía de lo estúpido que era. En verdad le causaba gracia ver a alguien tan grande y fuerte en un rincón llorando por cosas estúpidas e innecesarias. Se vieron a los ojos y Noah no pudo evitar reír a carcajadas. Se tapaba aún más para no atragantarse con su paleta. Después de respirar profundamente, le acarició el rostro. No iba a acercarse demasiado pues parecían estarlo viendo, pero por lo menos iba a hablar con él.