Cinco años atrás.
—Perdóname, Alex, en verdad, yo no quería hacerlo —Enma lloraba al decirlo— ¡Puedo jurarlo! —estaban en casa. En la cocina— ¡Ellos me obligaron! —su madre preparaba el desayuno. Su hermano estaba arrimado en el umbral— ¡Ellos me sedujeron! —su padre intentaba disimular la vergüenza que sentía.
—Como si no te hubiera gustado, maldita perra —Dorian jamás había sido discreto. Gritar a los cuatro vientos que había estado con su cuñada no le importaba en lo más mínimo.
—Cuida tu lenguaje, hijo —suspiró el padre.
—Cállate, tampoco eres inocente —el padre cerró los ojos y frunció el ceño. La madre no dijo nada, seguía preparando el desayuno—. Tú también se lo metiste.
—¡Lo lamento! ¡En verdad! ¡Lo lamento muchísimo! —Enma, cayó al suelo mientras pedía perdón.
—Bueno, hermanito, la vida sigue —se acercó a Alex, le dio un pequeño golpe en el hombro—. Siempre podrás tener otra novia a la que me pueda follar —sonrió y se fue a su habitación.
—A veces Dorian es un imbécil —murmuró su madre.
—Alex... ¡Perdóname! ¡Por favor! ¡Alex! —no había respuesta— ¡Necesito tu perdón! —rogaba la mujer.
—No —su voz era gélida— ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡¿Sí quiera has pensado en todo lo que doy por ti?! ¡Estoy en la mejor puta universidad del país solo para complacer tus caprichos de mierda! ¡Yo solo quería complacerte, Enma! —estuvo a punto de golpearla, pero se detuvo— ¡Solo buscaba complacerte! ¡¿Cómo mierda vives sabiendo que destruiste a la única persona que pudo amarte?! —su padre salió, se llevó a la madre consigo— ¡¿Por qué?! ¡Dímelo! ¡¿No soy suficientemente bueno?! ¡¿No soy bueno en la cama?! ¡¿Son mis ojos?! ¡¿Es mi cuerpo?! ¡Dime qué es! ¡Puedo cambiarlo! —estaba asustado. Tenía miedo de la respuesta. No le importaba nada más que entenderla. Haberlo hecho con su padre y con su hermano, quienes siempre recalcaban ser perfectos, lo hicieron sentir deplorable— ¡Solo dímelo! ¡¿O eres la perra que todos dicen?! ¡Debe ser verdad que te acuestas con todos!
—¡Tú! —las últimas palabras la enfurecieron hasta llevarla a un punto de inflexión— ¡Eres tú! ¡Eres un maldito intenso! ¡Siempre me llamas! ¡Siempre me preguntas dónde estoy! ¡No confías en mí! —reclamó mientras se levantaba— ¡Tú eres el problema! ¡Tú jamás fuiste capaz de creerme! —golpeaba el pecho de Alex con un dedo, este solo retrocedió hasta llegar a la pared.
—¡¿Qué?! ¡Por este tipo de cosas no confío en ti! ¡¿Cuántas veces me has sido infiel?! —la empujó hacia atrás, su madre estaba en la puerta escuchando que ninguno de los dos perdiera el control— ¡Tú no entiendes nada! ¡Jamás te he sido infiel! ¡Te quise por años!
—¡¿Y qué?! ¡Tus celos dan asco!
—¡¿Míos?! ¡¿No te das cuenta de que no soy celoso?! ¡Solo estaba preocupado por ti! —la acorraló contra la pared— ¡Yo jamás desconfíe! ¡Quería protegerte!
—¡Vete a la mierda entonces! ¡Yo no quiero eso! ¡Me das asco! ¡Eres un estúpido! ¡Un idiota! ¡Muere! —golpeó a Alex en el rostro, él la empujó haciendo que golpeara su cabeza contra la pared
—¡Ya! ¡Suficiente! —entró la madre— ¡Lárgate de mi casa! —se lo dijo a Enma, pero fue Alex quien asustado y con la cabeza baja salió— Te lo decía a ti, maldita —la agarró del cabello con su mano más fuerte. Ella intentaba soltarse, pero la madre era demasiado fuerte. Algo típico de la hija de dos militares y antigua comandante— No me interesa que te hayas follado a mi marido, tampoco a mis dos hijos —suspiró mientras aplastaba la cara de la mujer contra la pared— Pero... ¿Lastimar a Alex? Él, quien te dio su propia vida —se acercó a su oído— No puedo perdonarlo —la golpeó repetidas veces hasta que vio que su nariz sangraba—. Y espero que te quedes callada... —le decía al oído, la casa tenía puesta música en alto para que sus lloriqueos fueran acallados— Sabes cuánto dinero tenemos, sabes lo fríos que somos... —la golpeó una vez más contra la pared la cual quedó manchada de sangre— Tenemos el dinero suficiente como para hacerte desaparecer, niñita.
—... —Enma asintió
—No eres más que una maldita perra asquerosa la cual no debería existir —suspiró con odio—. No sé qué es lo que vieron mis hijos en ti, pero ahora lo que yo veo es una mujer que, si no se aleja de mí familia, va a morir —sonrió al soltarla, la vio a los ojos los cuales tenían una mezcla entre sangre y lágrimas—. Espero hayas entendido bien. Adiós, nena —salió de manera tierna de la habitación agitando su mano, Enma tomó sus cosas y se fue.
La semana siguiente Alex recibió una denuncia, una orden de alejamiento y un mensaje de voz donde la mujer lo insultaba. Decía odiarlo. Sentirse asqueada por él. Preferir a su hermano o padre millones de veces pues ellos sí eran “perfectos candidatos”. Lo destrozó de maneras en las cuales Alex jamás pensó. Lo hizo creer que necesitaba ser perfecto para ser querido. Quiso hacerlo, pero se sentía cansado. Solo sabía que ahora no era feliz. Ya no quería vivir esa vida, pero a su vez tampoco quería suicidarse. Estaba asustado de no ser lo suficiente para ser lo que la gente quería.
Comenzó a faltar a clase de manera constante. Iba algunos días, otros preferían encerrarse a dormir. Pasaron tres semanas de universidad en las cuales Alex no se desempeñó de la mejor manera. Iba a bares, llegaba a la madrugada, otras veces ni siquiera llegaba. Solía acostarse con quien fuera, Julieta se volvió su coartada en todos los bares. Se deprimía por las mañanas y las noches intentaba alocarse. Allí fue cuando toda la familia decidió separarse.
Un día viernes su madre lo despertó. Alex sollozante decía no sentirse lo suficientemente bien como para ir. La madre intentó acariciar su cabeza, pero el chico reaccionó de manera grosera escondiéndose bajo sus cobijas. La madre se rio entre dientes. Le dolía ver a su hijo de esa manera. Quería verlo feliz y si para eso era necesario separar a su familia, lo haría, ella no estaba a favor de su padre o de Dorian. Contrario a lo que él creía, la madre estaba a favor de su hijo favorito, Alex.