Vino Y Miel (gay)

CAPÍTULO XXV

—Buenos días —saludó Alex despertando a Noah.

—Hoy te toca el desayuno —habían pasado cuatro días desde el incidente. La vida era fácil. Perfecta.

—Siempre hago el desayuno yo —bromeó pellizcando su nariz—. Pero esta vez te toca a ti.

—Mentira, yo lo hice ayer —estaba tan somnoliento que era lindo.

—Mentira, ayer lo hice yo porque dijiste que seguías enfermo —abriendo sus brazos lo llevó a que se acurrucara en su pecho.

—Sigo enfermo… —mintió.

—Si lo hago me debes algo.

—Además aún me duele la mano.

 

Haber golpeado a aquel tipo había hecho que su mano se hinchara. No necesitó mayor tratamiento, pero Alex le ponía una venda hasta que se curara por completo.

 

—Está bien, está bien —murmuró—. Pero primero déjame ponerte algo para que deje de doler.

—No me quiero levantar…

 

Estaba tan somnoliento que daba ternura. Alex decidió no despertarlo. Tomó su mano y tras darle un beso le puso una crema que le ayudaría a que doliera menos. Estaba dormido. Alex sin camiseta. Se acomodó de manera que pudiera ver su rostro sin impedimento.

La luz del día traspasaba la ventana. Las pestañas del chico eran claras y hermosas. Tan hermosas que jamás dejaba de admirarlas. Sus labios eran carnosos. Su nariz estaba roja por haber estado enfermo, pero se alegraba de que ahora todo estuviera mejor. Puso su mano en su mejilla mientras lo acariciaba.

En esos momentos de corta felicidad no podía dejar de pensar lo que hubiera pasado si Noah se hubiera rendido. Admiraba al chico con todo su corazón y quería ayudarlo a salir adelante. A su lado. Quería ser feliz y que él fuera feliz estando así de cerca todo el tiempo.

Antes de levantarse se acercó a su frente y dándole un beso, se fue. Tomó su teléfono en su mano, antes de que pudiera hacer cualquier cosa, una vez más las alarmas que decían que había alguien fuera, se activaron. Ya enojado por la situación, salió a ver quién era aquel tipo que pasaba toda la noche parado frente al hogar.

Cuando abrió la puerta vio a un hombre.

 

—¿Busca algo? —fue lo primero que le preguntó

—¿Aquí vive Noah? —era una voz conocida. Aquella que escuchó por teléfono cuando salvó al chico.

—¿Quién lo busca? —temía lo peor, se puso a la defensiva.

—Nadie. Nadie. Solo un amigo.

—Váyase —retrocedió sabiendo que podría haber problemas—. Noah se mudó hace algunos días.

—¿Sabes a dónde fue?

—Ni idea.

 

Cerrándole la puerta en la cara, aquel tipo se quedó allí por unos cuantos minutos más. El hombre daba miedo. Estaba acosando y si se daba cuenta, había más problemas de ese tipo.

Antes de hacer el desayuno se puso a revisar las cámaras de los últimos días. En todas seguía aquel hombre. Fumaba y esperaba alguna señal de que alguien saliera. Cuando Alex y Noah se iban, aquel tipo también así lo hacía. Estaba empezando a preocuparse.

Una de las cámaras mostraba a aquel hombre lanzando basura a la casa, metiendo cosas en el buzón y alarmando a la gente que cruzaba por allí. Así también parecía esperar a que Noah estuviera solo por alguna razón.

Suspiró antes de darse cuenta de que Noah había salido sin zapatos y estaba caminando hacia él. Bloqueó el celular en un movimiento. Abrió ambos brazos para que Noah se sentara encima suyo y así lo hizo.

 

—¿Quieres que cocine yo? —murmuró al sentir su corazón palpitante.

—No, tranquilo. Solo estaba viendo algunas cosas y se me pasó el tiempo.

—¿Quieres ir a comer fuera? —lo miró aún con sueño— Podemos salir a comer.

—No quiero salir…

—Si quieres voy a comprar algo a la cafetería de la esquina —estuvo a punto de levantarse cuando fue detenido.

—No te vayas. Ya voy a cocinar hoy.

 

Dejando al chico sentado en una de las sillas, se levantó y preparó el desayuno. Noah se veía tan cansado que le daba risa. Lo dejó desayunar tranquilo mientras él salía a las banquetas de la piscina. Lo vigilaba de manera constante para que no saliera. Especialmente ahora al saber que aquel hombre seguía en la puerta.

Tenía algunos contactos de abogados para hacer algo con aquel tipo, pero todos ellos llevaban a hablar con sus padres. Cuando vio todos ellos, tomó la opción que menos lo encaminaba a ellos. Llamó entonces a Dagan.

 

—Alex, cariño ¿Cómo estás? ¿Qué tal tu vida? ¿Qué tal vas con tu nueva chica? —respondió Dagan entre risas.

—Bien, gracias —sonrió—. Necesito un favor.

—Con este me deberías tres —se escuchó como Anelisse lo golpeaba—. Bueno, bueno, no me debes nada.

—¿Qué necesitas? —gritó Danae.

—Un abogado —ambas chicas prefirieron darles su espacio e irse.

—¿En qué tipo de problema te metiste? —Alex negó.

—Hay alguien que está merodeando mi casa ya por varias noches... —vio a Noah dejar los platos en el lavabo y recostarse en uno de los sillones— Además creo que es el mismo tipo que mandó a golpearme.

—¿Matones?

—Si. Esos de los que hablan en la tele pero que nadie les hace caso. Nunca pensé que me pasaría algo parecido.

—La gente enloquece un poco más cada día —suspiró con fuerza—. Tengo un amigo que se especializa en ese ambiente. Te daré su número y espero te pueda ayudar.

—Gracias por eso.

—Oye, Alex.... —estaba preocupado de lo que iba a preguntar. Se lo presentía.

—Dime —saludó a Noah a través de la ventana, parecía verlo extrañado, pero se volvió a dormir.

—¿Por qué no se lo pides a tu padre? Tu padre era muy bueno en eso —lo escucho quejarse entre dientes—. Vale, vale, no dije nada, cariño mío.

—Cállate —rio.

—Bueno, tengo que ir a comer con mis futuras esposas, así que me voy —se sentía la felicidad en su voz.

—Suerte —colgó antes de ir con Noah— ¿Cómo te sientes? ¿Aún sigues enfermo?



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En el texto hay: romance, gay, amor lgbt

Editado: 29.12.2022

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