—¿Alex? —Diana sostuvo su cabeza entre sus manos. Tenía una increíble resaca— Debe seguir en el hotel —estaba mareada y sacó una botella de agua con varias vitaminas— O comprando ropa, la de ayer debió haber quedado destrozada... —suspiró.
—¿Ropa? —preguntó con serio odio hacia ella— ¿Pasaste la noche con Alex? —asintió
—¡Dios! ¡Que puto dolor de cabeza! —se quejó mientras frotaba sus sienes— ¿Tienes algún problema? —no era su intención, pero quería ponerlo celoso para que fuera a por todo con el otro chico. Cosa que logró.
—¿Qué hotel? —la escuchó reír con tanta sensualidad que quiso golpearla.
—Conoces esos que son caros y elegantes —suspiró sacando su celular—. Alex tiene descuentos allí, así que los utilizamos.
—¿Qué...?
—Mira, allí llegó —señaló la puerta—. Se ve como la puta mierda. Aunque no me puedo quejar. Estoy igual. Con todo lo que hicimos, es imposible vernos bien —intentó levantarse, pero cayó encima de Noah quien la sostuvo con mucho asco—. Mierda, mis piernas.
—¡Diana! —gritaron dos chicos que eran algo parecido a sus mayores pretendientes— ¿Estas bien? —preguntaron al acercarse rápidamente. La hicieron sentir miserable.
—Si, si, si —los abrazó a ambos—. Solo estoy algo adolorida
En el momento en el que la mirada del pelinegro fue a su novio, pareció destrozarse. Se sentía culpable por haberlo dejado. Culpable por haberlo ignorado. Se acercó rápidamente y lo tomó de las manos. De manera repentina las retiró pensando que hizo sentir mal al chico. Melissa y Julieta se acercaron a saludar. Todos se veían de manera extrañada. Una tensión abrumadora recorrió todo el lugar.
El rostro de Noah empezó a lagrimear al ver que lo habían soltado. Pensó que ya no lo querían. Su determinación y la fuerza de su corazón desaparecieron. Toco su rostro y limpió sus lágrimas. Suspiró y puso su cabeza hacia atrás. Un movimiento de las piernas de Diana lo hizo lamentarse. Vio su propio pecho y era plano. Su cintura no era tan fina como la de la mujer y su rostro a pesar de ser bello se sentía inferior a ella. Su cuerpo dolió tanto que se quedó en un solo lugar. Por primera vez sabía lo que eran los celos.
—Eres un imbécil —sollozo a pesar de que las otras chicas estaban allí—. Es mi culpa por confiar en ti.
—¿Qué? ¿De qué hablas? —intentó acercarse, pero fue empujado rápidamente
—Había confiado en ti, idiota —le dolía pensar que lo había engañado—. Vete a la mierda. —fue a su lugar y se ocultó allí.
Todas las veces que Alex intentó acercarse recibió una mirada de decepción de parte del otro chico quien creyó haber sido engañado. No importó cuanto intentó hablar con él. Solo recibía lágrimas y un empujón suave.
En la última hora de clases estaban terminando de reforzar un tema para todos. Alex veía a Noah como la cosa más hermosa del mundo. Estaba terminando de escribir algunas notas. Su cabello brillaba y sus ojos hinchados por tanto llorar seguían presentes. Su mano se movía con delicadeza. Suspiraba y cada cierto tiempo veía a Alex, intentaba sonreír, pero le daba tanta lástima que le dolía.
Cuando la mayoría salió, Alex lo acorraló para hablar. Tenía miedo de que fuera a ver aquella tumba. Si Noah le decía que lo amaba en ese momento todo se iba a arreglar. Solo necesitaba que se lo dijera. Solo dos simples palabras.
—Ya suéltame —Diana los veía desde lejos—. Quiero salir de aquí. Quiero irme a fumar un rato —Alex pensó que se refería a irse con León, pero el chico tenía planeado volver a casa a recoger sus cosas e irse. No iba a ser engañado por nadie.
—¿No eras tú quien decía que no te dejara ir? —iba a acariciarlo, pero respetaba el poco espacio personal que le estaba dejando.
—¿No eras tú quien me llenó de sueños la cabeza? Confiaba en ti —sollozó con odio. La antigua personalidad salió como su primer método de defensa—. Idiota.
—Pero no te mentí en ningún sentido —no entendía bien a lo que se refería.
—Te acostaste con Diana —lo entendió, pero el tono que usaba no le gustaba para nada.
—No lo hice —quiso ser fuerte, pero no lo logró.
—¿Qué pasa? ¿Ahora vas a defender a la puta de la universidad? Al menos debiste usar protección —se molestó. Estaba seriamente enojado. Las chicas se sorprendieron de ver aquella actitud nuevamente.
—No la llames así —haberla visto tan vulnerable el día de ayer hizo que renaciera su instinto de protección.
—Oh no, tienes razón —quería golpearlo, pero se hubiera sentido como Amanda y eso lo molestaba—. Tu engañabas a Amanda conmigo, el hecho de que ahora sea tu novio dejó el puesto libre de una amante.
—¿Qué mierda hablas? No me acosté con ella —intentó tomar su mano, pero la golpearon.
—Ya cállate, no me interesa. León nunca me hubiera hecho eso —pasó un poco el límite.
—¿Qué dijiste? —lo hizo enojar. No notó aquella necesidad del otro chico de controlar que le diera un episodio.
—Que él jamás me hubiera engañado —aplastó su pecho con un dedo—. Puede que mi felicidad este incompleta sin ti, pero no voy a dejar que ningún idiota me engañe —no entendía ni lo que decía, solo quería hacerlo sentir tan mal como él se sentía en ese instante. Igual de traicionado.
—Pues tampoco podrá hacerlo ahora que está muerto —no pudo aguantar en decirlo.
—¿Qué mierda te ocurre? Te pasaste de la raya —se sintió culpable de haber sacado aquel tema.
—¿Qué pasa? Sabiendo lo que duele y cómo me puse vuelves a decirlo ¿No acabas de decir que él es mejor que yo? ¿Acaso no es culpa suya que ahora estemos peleando? Me amabas, pero acabas de comprarme una vez más —se puso a llorar para sacar su ira—. Yo... solo fui a beber y me encontré con ella. Yo estaba triste por no ser suficiente para ti. Estoy jodidamente deprimido. Mírame a los ojos y dime que no lo notas. Desde que vi ese puto video mi mente no me dice más que soy un imbécil imperfecto. Recuerda a León y dime que yo soy mejor. Inténtalo. No puedes. Lo único que ahora ves es a la persona lamentable en la que me convertí.