—Te amo, te amo tanto —en el momento en el que cruzaron el primer umbral Noah brincó encima de Alex y lo besó de manera incesante— Ayer me sentí... me sentí tan solo sin ti... —su respiración era difícil de mantener—. Tuve que... abrazar tu olor...
—Yo... Yo... —sacaba las llaves de su bolsillo— Tuve que soñarte para poder sentirte a mi lado... —mordió su labio— No volveré a irme nunca.
—No me dejes nunca... Amor —una palabra hizo que Alex abriera la puerta con rapidez.
—Dime más así —lo lanzó al suelo y le abrió las piernas—. Dímelo otra vez.
—¡Alexander! —gritó una mujer sorprendida dejándolos a ambos sin habla— ¡Por Dios! ¡No lo hagas en el piso! ¡Ve a la habitación!
—Paga —un hombre reía a carcajadas. Otro le lanzó un billete hecho pelota.
Se miraron un momento a los ojos antes de girar el rostro al mismo son a donde salió la voz. Una mujer de ojos azules, cabello negro ondulado, labios carnosos y un vestido formal parecía estar muriendo de risa. La viva imagen de la mujer en un chico más joven estaba en la sala bebiendo un vaso de whisky. Por otro lado, en el mesón estaba sentado un hombre comiendo un emparedado junto a una taza de café.
Alex levantó a Noah en sus brazos. Tomó su cabeza y la escondió en su hombro mientras el otro hacía un puchero para que lo soltaran. Dorian lo miró con burla ante el acto. Alex dio un portazo y lanzó al chico en la cama. Se sentó en el piso. Alborotó sus cabellos. No podía concentrarse. Estaba estresado. Deseó que nada de eso hubiera ocurrido de manera tan repentina. Sus ojos le picaban. Estaba tan enojado que golpeaba el piso una y otra vez.
—¡Mierda! —gritó mientras apretaba su cabeza— ¡Un puto problema se arregla y vienen tres más! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —no aguantaba.
—¡No somos problemas, Alexander! —gritó su madre— ¡Vinimos porque estábamos preocupados!
—¡No debieron! ¡Es que en verdad no debieron hacerlo! ¡Mucho menos cuando todo está yendo mejor! —Noah lo veía extrañado, intentó acercarse, pero los gritos lo asustaron— ¡Carajo! —se levantó— Quédate aquí —le señaló al otro antes de que pudiera dar un paso más.
—¿Qué te pasa? ¿A dónde vas? —no hubo respuesta. Salió y cerró la puerta.
Su padre siguió comiendo su sándwich. Estaba enojado, pero tenía demasiada hambre. Beatriz, su madre, le acarició la cabeza al joven. Su hermano suspiró para luego servirse más whisky.
—¿Qué quieren? —preguntó Alex.
—Me obligaron a venir, no te creas tanto —el hermano mayor siempre había tenido ese sentido de superioridad.
—A mi Müller me dijo que cobraste mi favor —el señor de la casa lo miró con odio—. Mi favor.
—Yo solo estaba preocupada —su madre le pasó el brazo sobre el hombro, este la quitó de encima haciéndola sentir mal.
—Lo entiendo —suspiró— ¿Ya se van? Estaba en medio de algo —su voz estaba furiosa mientras señalaba su habitación.
—¿Tanto te dolió que te quitara a Enma que te volviste gay? —el hermano rio.
—Imbécil.
—¿Quién era ese? —Dorian buscaba molestarlo, hacerlo enojar. Todo a pesar de que ya sabía todo del joven chico con el que se estaba acostando.
—Soy su novio —Noah salió rápidamente y lo abrazó por la espalda. No quiso soltarlo— ¿Qué mierda contigo? —era la primera vez que alguien fuera de la familia le hablaba así a Dorian. Le gustó la personalidad del chico— Idiota.
—Es rudo... —la madre lo miró con seguridad— ¿Cómo te llamas, cariño? —se acercó a él.
—Se llama Noah —Alex lo defendió poniéndose frente a él e intentando que nadie lo tocara.
—Ese es Freeman —suspiró el padre—. Teníamos también que hablar con él ¿recuerdan? —sacó su celular— Voy a pedir más sándwiches —estaba hambriento. El enojo lo ponía hambriento— Si alguien tiene un pedido especial que lo diga ahora…
—¿Tantos problemas por esa cosa? —Dorian salió a las banquetas, no había querido ver a su hermano— En verdad es rudo...
—Es un completo idiota. —llevó al chico frente suyo y lo atrapó entre sus brazos— ¿Estás bien? —el otro estaba nervioso, pero asintió. No se iba a dejar de nadie.
—Maldita sea... —volvió a suspirar el señor— El uno me sale narcisista adicto al trabajo y el otro me sale gay —en verdad no había querido creer que eran pareja. Había apostado con Dorian de que todo era una farsa, pero verlos besándose lo confirmó—. Ven, Alexander —negó—. No es una pregunta.
—No quiero ir —apretó al otro entre sus brazos. Recibió el mismo abrazo con fuerza.
—Si, se aman —el padre se estaba quejando—. Ya entendí que no voy a tener nietos y que debo aceptar tu sexualidad entre tanto bla bla bla —lo fulminó con la mirada—. Ahora muévete antes de que me hagas enojar y deje en libertad al padre de tu novio —ambos temblaron en medio de su abrazo.
—Ve... —Noah lo soltó— Yo no me moveré —tuvo que agachar la cabeza.
—Ve a la habitación. Volveré pronto —tomó su mano y la besó.
Alex miró a su madre en señal de que no se atreviera a tocarlo, ella asintió con la cabeza con burla. Lo vio salir a las banquetas con su esposo. Miró al chico de ojos verdes. Tenía marcas en su cuello que al parecer le habían dejado antes de entrar. La ropa que usaba era linda. Su cuerpo tampoco era malo. Su rostro era tierno y bello. Cuando conectaron sus miradas lo supo. Era el correcto. Le acarició los cabellos a lo cual recibió un gruñido. Se paró con firmeza y le estiró la mano. El otro la vio con recelo.
—Beatriz de Allamand —sonrió—. Bueno, hasta que ese idiota deje que me divorcie de él.
—Noah Freeman —apretó su mano—. Novio de su hijo.
—¿Crees que voy a aceptar que mi hijo sea gay? —lo estaba probando—
—No busco su aceptación, tampoco busco caerle bien —el apretón de manos duraba más de lo esperado.
—¿Eso crees? Te puedo mandar a eliminar cuando me dé la gana —lo escuchó chasquear los dientes.