—¡Papá! —Noah regresó a ver a la pequeña niña de cuatro años.
—Dime, cariño. —estaban sacando algunas cosas para limpiar el armario.
—¿Qué es esto? —le mostró una maleta verde
—Una maleta —sonrió con inocencia.
—¡Pero no puedo abrirla! —cuando la tomó, cientos de recuerdos volvieron a su mente.
—Alex... —un pelinegro con traje entró a la habitación
—Dime —lo abrazó por la espalda— ¿Y eso?
—¡Maleta! —gritó la niña quien fue levantada por Noah.
—¿Recuerdas que hace años te di unas llaves?
—No sé dónde están —pareciera que se pusieron mal—. Dame un rato, deben estar guardadas.
—Tu papi siempre guarda las cosas y nunca recuerda dónde las dejó.
—Papá tonto… —reía Elena.
—No le enseñes esas cosas a la niña —besando su mano, le entregó las llaves—. No pierdo las cosas, solo que no suelo recordar dónde las dejo.
—Papá abrazo —le estiró los brazos a Alex—. Abrazo, abrazo.
—Ven aquí, pequeña —se la llevó—. Noah ¿pasa algo?
—Yo… —sacó algunas cosas de la maleta— Crees… —su voz no salía— Crees que yo…
—¿Qué pasa?
—No… nada.
—¿Quieres ir a verlo? —le dio una sonrisa tranquilizadora.
—No…
—Dime la verdad —se acercó de manera tierna con la niña despeinando sus cabellos
—Estoy bien.
—Cariño —puso su frente contra su sien—. Puedes ir si quieres —susurraba.
—¿Vamos a pasear? —preguntó Elena.
—Pero… —aún no estaba seguro
—¿No quieres mostrarle lo felices que somos? —ya no era celoso. Desde que se comprometieron, sentía que nunca se iba a ir de su lado— Además…
—¿Además...? —quería llorar.
—Además ya no tengo que preocuparme de que vuelvas a escapar —mordió su mejilla—. Nunca en mi vida.
—No me muerdas frente a ella, luego ella quiere morderme.
—No digas eso frente a mi niña —le pellizcó el cachete a Elena—. Solo yo puedo morder a tu papi —le sonrió.
—¡Papi! —abrió los brazos. Noah la puso en los suyos.
—Me voy, amor —volvió a darle una mordida en la mejilla—. Hoy vienen July y Mel en la noche, van a traer a Dania.
—¡Dania! —gritó Elena.
—Te veo entonces en la noche —se dieron un pequeño beso—. Iré solo un rato, no te preocupes.
—No me preocupo, confío en ti.
—Y yo en ti.
Con la niña en brazos, después de darle de desayunar y cambiarse de ropa por lo que se acababan de ensuciar. De la mano la llevó a pasear. Primero al parque, después al centro comercial. Buscaba una manera de entretenerse en algo más mientras pensaba si ir o no ir. Se sentó a ver la manera en la que comía helado. Contrario a Alex, ella adoraba los helados.
Elena Freeman y Dania Baudín nacieron de un vientre compartido y con varias decisiones de un grupo de amigos. Elena compartía varios rasgos de su madre, así también como los de su padre. Era una niña dulce y tierna la cual le gustaba vivir entre la gente. Se llevaba con todo el mundo. Siempre intentaba hacer una buena amistad con todos. Siempre dispuesta a ayudar a sus padres. Los rasgos de personalidad los tenía más parecidos a los de Noah. Siempre peleando por que la gente no entendía que tenía dos padres. Era legal, pero no había demasiados casos como el de ellos. Aun así, eran felices.
—Papi. —le llamó la atención
—Dime.
—¿Estás enamorado de papá? —asintió— ¿Lo amas amas amas? —volvió a asentir— ¿Mucho mucho mucho?
—Mucho mucho mucho.
—¿Alguna vez amaste a alguien que no fuera papá?
—Yo… —Noah siempre sintió que ella decía lo correcto en el momento correcto— Si, una vez.
—¿Quién era? —la niña le compartió su helado.
—¿Quieres ir a verlo?
—¡Si! ¡Quiero! ¡Hacerlo! —saltó en su lugar
—Dilo seguido. “Si, quiero hacerlo”
—¡Si! ¡Quiero hacerlo!
—Es un avance.
La volvió a llevar caminando por el lugar. Eran cerca de las cuatro de la tarde cuando llegaron al cementerio. La niña no entendía nada, pero igual se sentía feliz de acompañar a su padre. Cuando lo vio sentarse, ella se sentó a su lado. Noah tomó las llaves de su bolsillo y abrió la caja entre risas. Recordaba todo lo que algún día había hecho en ese lugar. Ahora ya no lo extrañaba, su recuerdo era algo hermoso que le gustaba mantener en lo más profundo de su alma. Aún tenía la esperanza de cumplir su promesa de verse en otra vida. Cuando la niña se sentó en medio de sus piernas, se sintió tan feliz que no pudo no llorar.
—¿Papi? —le apretó las mejillas— ¿Por qué lloras?
—Él se llamaba León —sonrió
—¿Quien?
—La persona que amé antes que a papá.
—¿León? —asintió— Suena lindo.
—¿Te importa si hablo con él? —inclinó su cabeza
—¿Él puede escucharte?
—No lo sé, tal vez.
—Está bien —se puso a jugar con sus manos.
—Ella es Elena… —suspiró—. No he venido aquí en varios años. Creo que sabes la razón ¿Verdad? Soy feliz —abrazó a la niña—. Alex…
—¡Papá! —lo cortó
—Papá me hace muy feliz —acariciaba el césped con nostalgia—. Nuestra boda no fue nada grande, pero me hizo feliz. Salir al mar a su lado. Comprar la nueva casa. Tener a nuestra hija. Estar criando a esta niña juntos… es lo que más feliz me hace. Saber que no cometemos los errores de nuestros padres también me hace feliz.
—Yo también soy feliz —la niña levantó sus manos.
—Ellos también son felices estando conmigo —sollozó al ver a la niña recostarse en una de sus piernas— ¿Puedes creerlo, León? Soy feliz y ellos son felices conmigo. Es hermoso ser feliz…
—Feliz… —susurró la niña entre sueños.
—Elena tiene mi mala costumbre de hablar dormida… No tengo idea de cómo lo tiene —susurró—. Es preciosa ¿no te parece? —exhaló— Yo solo vine hoy para decirte que no has sido olvidado. Te superé, pero siempre serás aquella luz que me ayudó a salir de toda la mierda que era mi vida. Asesinaron a Rick hace dos años, tengo miedo de pensar que fue la madre de Alex —rio intentando no hacer mucho ruido—. Esa mujer está loca —acariciaba la cabeza de su niña—. León… soy feliz. Es lo que querías ¿no? Era todo lo que en verdad buscábamos. Llegar a ser felices.