Violencia

ERNESTO

Caminar por las calles de una ciudad pequeña en México es una experiencia diferente a la de caminar en las grandes ciudades, las ciudades pequeñas son una representación de la clase mediera haciendo el esfuerzo diario por sobrevivir y vivir un poco mejor. El transporte público “mienta madres” y hace que todos los vehículos también, los trabajadores de los locales se miran estáticos observando sus celulares en espera de un cliente (aunque sean escasos; pues las ventas se reducen al estar a pocos días de las fechas de pagar sueldos), gente camina por las calles con diferentes uniformes; Famsa, Michelin, Elektra, Modatelas, escuelas locales, etc. haciendo una gama amplia de colores móviles en las banquetas y el humo que emana los escapes de los autos combinado con los olores de los puestos de comida de la calle terminan de completar un cuadro que abarca todos los sentidos… o al menos es el pensamiento de Ernesto todos los días mientras camina de su casa a su negocio; una pequeña repostería que ya se había convertido en la favorita de todos, obviamente es un pensamiento sumamente optimista y económicamente excelente pues Ernesto también sabe que aproximadamente ahorra 300 pesos a la semana en gasolina por no usar su camioneta.

Ernesto abre la cortina abre la cortina metálica de su local, el panadero llego 5 horas antes para preparar la primera tanda de pan dulce  para todas las personas que entran a trabajar temprano, cinco horas a Ernesto se la hacía demasiado, sin embargo el capacito al panadero y sabe que no es muy diestro, aunque si tiene buena mano para el pan… nunca ha entendido por que los pasteles sencillamente no le salen; “Yo soy humilde”, responde Juan siempre que Ernesto le intenta enseñar a preparar el pastel Tartufo; una de sus especialidades.

Ernesto abre su caja registradora y comienza a contar el dinero, hace unas cuentas y la gente mañanera comienza a llegar por su café y su pieza de pan dulce. Algunos se llevan rebanadas de pastel que Ernesto prepara el día anterior antes de cerrar la tienda y otros prefieren los cuernitos o conchas del panadero Juan; “claro aunque la calidad sea diferente la economía esta cabrona”, pensaba Ernesto cuando veía que se vendía más el pan que el pastel.

-Señor Ernesto ¿Cree que hoy me pueda ir temprano pa mi casa?- le pregunta Juan a su jefe.

Juan es un hombre sencillo, de familia humilde, proviene de un pueblo muy chico, casi enajenado de la civilización.

-¿Y eso Juan?- le pregunta Ernesto quien ya se ha cansado de repetirle a Juan que no le diga  “señor” siempre que le hable, pero no entiende.

-Mi chavalito ta malo, voy a ver si lo llevo al meico en el hospital-  le responde Juan preocupado.

-Ya, ya ¿Qué tiene?-

-La temperatura- le responde Juan sacando unas conchas del horno y poniéndolas en la canasta de pan dulce.

-Pues sí ¿A qué hora te quieres ir?- Le pregunta el dueño de la repostería viendo su reloj. Ernesto sabía que a la hora que Juan quisiera retirarse él puede hacerlo, simplemente tuvo ese impulso impositivo de jefe que todo dueño de local tiene a veces.

-Pos… como a las una- le responde Juan dudoso, lo que hace sentir a Ernesto bien de alguna manera.

-A pues hay que chingarle entonces, para sacar la chamba- le dice Ernesto con entusiasmo.

-Claro patrón- Juan se voltea y comienza a preparar una harina para preparar hojaldras.

-Oye Juan- le habla Ernesto a su empleado.

-Dígame- le responde el panadero.

-Va a estar bien tu niño, vas a ver-

-Gracias patrón, primero Diosito-  le contesta Juan.

El día tuvo una regularidad sorprendente, los clientes frecuentes llegaron y Ernesto los saluda hasta por su nombre, es el trato especial que él se jacta de dar “Aquí importa cada cliente”, se dice para el mismo cada que un cliente se hace frecuente.

A las 11:40 de la mañana la luz se va.

-¿Qué chingados?- ve Ernesto el foco e instintivamente lo intenta prender… -¿Juan se fue la luz?-

Juan se asoma al mostrador y toca uno de los refrigeradores.

-Se detuvo el motor patrón yo creo que sí-

Juan ve el local de enfrente de la calle y se da cuenta que tienen un ventilador prendido

-Juan ve a ver al puesto de a lado a ver si doña Carmina tiene luz-

Juan sale de atrás y sale a la calle.

Ernesto abre el refrigerador donde tiene algunos pasteles y siente el clima, para el es importante que los pasteles se conserven frescos.

-Sí patrón, parece que nada más somos nosotros- Regresa Juan –Ya cheque con Don Rogelio también y el don si tiene-




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