Violet

Capítulo I. Las gemelas

—¡Oye, aguarda! —gritó en medio de la multitud, abriéndose camino a los empujones—. Disculpa que te aborde de esta forma tan brusca —se disculpó de inmediato— ¿Estás en la clase de literatura antigua del profesor Murphy, verdad?

—De hecho sí, la de ayer fue mi primera vez —respondió Violet sin dejar de caminar, a paso acelerado.

—No pude dejar de notar que te apellidas Weiz…

—Sí, eso dicen —tiró mordaz.

—Por casualidad tienes algún vínculo con…

—¿Disculpa, hay algo en lo que pueda ayudarte? —preguntó vehemente, incómoda, quitándose los lentes de lectura que mantenían atrapada su mirada.

—¡Tus ojos! —susurró perplejo, poseído, inmerso en un hechizo singular—. Lamento haberte incomodado, solo quería entablar conversación —se excusó—. Pero el color de tus ojos es….

—No, discúlpame tú —interrumpió, arrepentida, esbozando una sonrisa resignada—. Es solo que esperaba pasar desapercibida y, por lo visto, la ilusión duró apenas 24hs.

—Pues, es difícil ser invisible cuando portas una belleza semejante…

—Agradezco el cumplido —dijo sonrojada, frotándose las manos.

—Y no debes preocuparte, nadie cree que tu padre haya hecho las cosas que dicen…

—A decir verdad, no me interesa lo que crean o dejen de creer sobre mi familia; solo pretendo tener una vida normal, como la de cualquiera.

—Mi nombre es Jeremy Plotmayer, por cierto —dijo extendiéndole la mano.

—Violet —sonrió devolviendo el apretón—, pero ya lo sabes.

—¿Tienes planes para esta noche?

—¡Guau! Veo que vas directo al punto.

—No, no me malentiendas —sonrió—; los viernes nos juntamos con un grupo de la escuela; la mayoría de la clase de literatura antigua, y nos desvelamos contando historias un tanto macabras que algún día soñamos formen parte de una novela, mientras nos convertimos en los próximos Allan Poe.

—Parece divertido —respondió no muy convencida.

—Nos encantaría contar con tu presencia.

—¿Y cómo sé que no eres un psicópata en la búsqueda de su próxima víctima?

—Puedes ir con quien tú quieras —respondió abriendo los brazos de par en par—. A pesar de ser una suerte de hermética cofradía, estamos dispuestos a hacer una excepción por ti.

—Entonces admites que me ven como un fenómeno…

—No mentiré ni insultaré tu inteligencia diciéndote que el halo de misterio que rodea a tu padre, no tiene que ver con la invitación; pero ya verás que será divertido…

—¿Y tú eres el líder de la sociedad secreta de los nerds? —preguntó mordaz.

—¿Quién, yo? ¡Para nada! Harry Stoker, un egresado del instituto, es quien preside las reuniones.

—A decir verdad, no soy buena contando historias; prefiero leer que inventar.

—Cuando menos ven a escuchar; quién te dice que la pases bien y te vuelvas una miembro activa.

—Solo por curiosidad —suspiró—, sé que me arrepentiré de preguntar ¿Dónde se reúnen?

Precedida por una curiosidad insolente y la distracción imperdonable del censor de cautela que prefirió ceder a su espíritu aventurero, Violet cargó la mochila sobre sus hombros y salió al camino, bajo la atenta mirada de la luna llena, hasta arribar al 349 de la calle Bristol; un caserón tan imponente como intimidante sobre el que corrían miles de rumores, dotándolo del terror indispensable para cumplir su cometido.

Allí, en el sótano de la propiedad,  para volver el ambiente más tétrico de lo que era sin necesidad de aditamentos, un grupo de 14 jóvenes, aguardaba para dar rienda suelta a una nueva historia que prometía destrozar los nervios de los presentes y llevar al límite, hasta estremecer, los corazones ávidos de una tragedia bien elucubrada.

—Amigos, préstenme un segundo de su atención —dijo Harry tomando la batuta—; este viernes no es un día más, uno cualquiera —carraspeó—; como podrán ver, tenemos una visita y eso sin duda nos obliga a elevar la vara de nuestros relatos.

—¿Eres Violet Weiz, cierto? —preguntó Emily Balster, una de las fundadoras del grupo.

—Parece que todo el mundo me conoce —se sonrojó.

—¿Es cierto que tu padre asesinó a tanta gente? —preguntó Lorenzo Panuttini, el nerd por excelencia de toda la escuela.

Jamás se oyó silencio semejante. Anonadados por la impertinencia de su amigo, todos agacharon la cabeza sin la menor idea de cómo revertir tamaña barbaridad y proseguir con una velada que se adivinaba para el recuerdo.

—No le hagas caso a Lorenzo, a veces ni siquiera piensa antes de hablar —dijo Harry para paliar la ofensa que cayó violenta sobre la invitada.

—Descuiden, estoy bien.

—Entonces a lo que vinimos ¿A quién le toca esta noche?

—A Nadia —respondió una voz ronca, como de ultratumba.

—¿Lista Nadia para transportarnos hacia la tragedia? —preguntó Harry mientras se acomodaba en el suelo, luego de encender la última de las doce velas que ardían al compás de la tensión.



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En el texto hay: misterio, crimenes, suspenso

Editado: 08.09.2020

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