Con lo dicho por su tío durante el camino, Virginia miró todo con suma atención, estaba tan absorta mirando que Grace le preguntó:
—¿Qué tanto miras?
—Es que…—entonces vio posarse una paloma—esa paloma es nueva.
Grace la miró sorprendida y cuando llegaron a la escuela Virginia se quedó de pie mirando a su alrededor:
—¡Oye loca, vamos!
Al parecer no vio nada raro por esos lares, sin embargo, debía estar atento. Durante la clase estuvo mirando por la ventana detenidamente y la profesora le colocó la hoja de tarea:
—¡Virginia! ¿Virginia?
Ella saltó en su puesto y la profesora le preguntó:
—¿Qué te pasa niña?
—Nada…
Grace frunció el ceño y a la hora del recreo se acercó a ella:
—¿Qué tienes?
—Es que… Es un secreto.
—Tú no tienes secretos conmigo.
Era verdad, pero decirle tampoco podía, entonces la pequeña le dijo:
—Es que mi tío me pidió un favor y es bien grande—sacó una liga de oso muy bonita—la compré para ti.
Grace sonrió y se la colocó:
—Es hermosa, gracias, loca.
Virginia miraba de cuando en cuando hacia los alrededores y no había nada sospechoso, a la salida caminó junto con Grace de regreso a clase y ella le contaba:
—Si saco buenas notas en el resumen del libro, mi mamá me va a dar un premio, puedo pedir lo que sea.
—Eso es súper.
—Ella sabe que no me gusta leer y por eso me motiva con premios.
—Ya quisiera que mi madre hiciera eso… Me conformaría con visitar a la abuela de vez en cuando.
Pasaron por la juguetería y se detuvieron a mirar los juguetes de madera que allí había:
—Esa mecedora un día será mía.
—Dile a tu tío que te la compre.
—No puedo, me dio la V de mi nombre de brillantes, eso vale mucho.
—Tal vez pida algo de aquí… O por internet—comentó Grace.
Se despidieron en la entrada de su edificio y Virginia se detuvo a mirar todo a su alrededor, todo parecía igual y su madre salía en ese momento y la vio elevada.
—¿Virginia?
La sacudió y ella saltó en su puesto:
—¿Qué tanto miras?
La niña quedó en blanco y dijo lo primero que se le ocurrió:
—Hay una paloma nueva en el vecindario…
Su madre hizo un gesto de fastidio:
—Por favor, Virginia, eso no es importante de ver.
Tal vez, pero si fuese una paloma rara y exótica valdría la pena.
Francis llegó en la tarde y fue a ver a su sobrina que escuchaba música con sus audífonos puestos y al verlo se los quitó:
—Tío.
—Vine para escuchar el resumen de tu observación.
Ella se acomodó su cabello negro y le comentó:
—Nada, no hubo nada clave en el camino.
—Bien…—dijo desilusionado.
—Pero voy a seguir atenta a todo.
—Exacto, eso es lo que espero de ti.
Francis pensó en una idea para fomentar el instinto de su sobrina:
—Escucha, parece tedioso y aburrido, pero la observación es primordial en un detective.
Virginia lo escuchó atento y lo vio sacar una libreta:
—A veces tendremos que apuntar cosas, por más irrelevantes que estás sean.
Le dio un ejemplo:
—Todos los días pasas por las mismas calles, debes notar si hay algo diferente en ellas y cuando lo encuentres lo anotas o lo fotografías.
“Un detective nunca subestima nada, es una de las reglas de oro, si ves un papel, toma nota de eso, hasta de la posición de las hojas… Todo detalle es relevante”.
Virginia grababa cada palabra en su mente:
—Debes de usar mucho tu intuición, hay cosas que se pueden sacar con solo pensar un poco, por ejemplo… Cuando resolviste ese asunto de tu compañerito, ¿cómo llegaste a esa conclusión?
—Llegué a esa conclusión, porque Perkins es alérgico al maní y nunca comería un chocolate con maní.
—Entonces usaste tu lógica y eso es bueno, hay cosas que se pueden deducir y otras que se lo dejamos a un sentir.
Virginia asintió segura de haber absorbido cada palabra:
—Tienes madera Virginia y si eres lista vas a llegar lejos.
Nidia se asomó y los vio conversando y les preguntó:
—¿De qué tanto hablan?
—Le cuento algunas anécdotas de mis misiones.