Virginia Colt, Investigadora Privada

Cap. 5 La muñeca

Virginia estaba en la jefatura y Grace a su lado asustada por lo pasado.

—¿Por qué le dijiste a ese tipo asesino?

—No lo sé… Tal vez me asusté mucho.

Dan se acercó a ellas que aguardaban:

—¿Niñas están bien?

—Papá, queremos irnos.

Grace vio llegar a su madre asustada:

—Afortunadamente, no pasó a mayores, el sujeto era un tipo algo excéntrico, no tiene antecedentes.

—¿Lo investigaste bien?

Dan miró a su hija y le respondió:

—Hicimos un cateo en su casa, aparte de ser un jubilado aburrido no hay nada.

La madre de Grace abrazó a su hija y se la llevó a casa, Dan hizo lo mismo con Virginia.

—Actuaste bien, es decir, te defendiste.

—Mis pies están mojados…

Cuando llegaron a casa Nidia los esperaba molesta:

—¿Gas pimienta? ¿Esa es tu forma de proteger a una niña de 8 años?

Francis miró con orgullo a su pequeña sobrina y le dijo:

—Sé que nunca serás una víctima y eso me deja tranquilo.

Nidia la envió castigada a su habitación, mientras discutía con su esposo sobre el gas pimienta.

Francis se le acercó:

—No le hagas caso a tu madre, hiciste bien, pensaste en defenderte.

—No deseaba que le hicieran daño a Grace.

Francis entonces le dijo en tono confidente:

—¿Quieres saber un secreto?

Ella asintió y él le contó:

—Desde que murió Angelic, mi pequeña novia, no habido un solo día que no la vea junto a mí.

Virginia se sorprendió y le preguntó:

—¿Puedes ver fantasmas?

—Es un don… Ella siempre me acompaña, creo que espera que le dé venganza a su causa y luego descansará en paz.

Virginia le dijo entonces:

—Es un gran compromiso.

—Lo es, a veces es un fastidio, pero no podría vivir sin verla—sonrió.

Nidia entró y los vio charlando:

—Virginia, vístete, te llevaré al médico.

La pequeña fue a cambiarse y salió sintiendo el mal clima de su madre:

—¿Te molesta que me defendiera?

—Virginia, no eres una guerrera, por Dios eres una niña y debes ser frágil y delicada, no una peleonera.

Virginia hizo una mueca, el doctor observó los pies detenidamente de la pequeña y le dijo:

—Te enviaré una pomada, para esos pies, para detener la excesiva sudoración.

Virginia miró sus pies y le comentó al médico:

—Hay sitios en donde te piden fotos de tus pies por dinero.

Nidia miró a su hija con ojos censores y el doctor sonrió:

—Debes tomar estas pastillas y esta pomada usarla antes de ponerte calzado.

Eso era todo y su problema iba a estar solucionado.

 

 

El obsequio de Grace

Glenda Perkins después del susto sintió que amaba más a su hija, Grace, su pecosa era su mayor tesoro y verla expuesta a un peligro lo hacía inconcebible.

—¿Ese hombre intentó tocarlas?

—No, solo quería invitarnos a dar una vuelta.

—Dios mío, es que no me cabe en la cabeza que haya gente así.

—Mamá, Virginia, no dejó que nada malo pasara.

Por ese lado, la hija del policía era tremenda y Glenda le dijo a su hija:

—Te compraré gas pimienta a ti también.

Grace entonces le recordó a su madre:

—Me debes mi premio.

La mujer cayó en cuenta y le dijo a su hija:

—Es cierto, te debo un obsequio, ¿ya pensaste en lo que deseas?

—No, pero si me llevas a la juguetería podría decidirlo mejor.

Glenda sonrió y le dijo a su pequeña hija:

—Vamos, pues, entonces.

Grace gritó con todas sus fuerzas:

—¡Yupi!

Se cambió en un instante y salió junto con su madre a la juguetería, iban charlando:

—Espero que no se me burlen por pedir un juguete.

—Eres una niña.

—Ya no se usan los juguetes, mamá.

Glenda hizo un gesto, ahora querían móviles y videojuegos.

—Me gusta que todavía te agraden los juguetes.

Entraron en la juguetería, Grace vio la mecedora, estuvo tentada en comprarla, aunque no dijo nada porque la iba a tomar como último recurso.




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