Virginia pasaba llorando en su habitación, no alzaba cabeza y su madre afuera estaba preocupada y le dijo a su esposo:
—Hay que hacer algo por ella, no puede estar así siempre.
—El luto toma su tiempo.
—No puedo quedarme con los brazos cruzados y no hacer nada por mi única hija.
Dan le dijo que él hablaría con la pequeña y fue a su habitación:
—Virginia, hija.
—No puedo parar de llorar.
—Es bueno llorar, pero debes seguir adelante, tal como tu tío hubiese deseado.
Ella asintió y al día siguiente fue a clases, todos la miraban raro, las niñas murmuraban de ella y los chicos se le apartaban. Virginia los miró y les preguntó:
—¿Qué tienen?
—No queremos estar cerca de una niña que hecho mal de ojo a las personas.
Virginia los miró sorprendida y los confrontó:
—No maldije a nadie.
Una de sus compañeras, Ronda, se le acercó:
—Todos te oímos decir que esa muñeca la iba a matar y le echaste mal de ojo.
—Yo no…
—No queremos que te nos acerques.
Todos le dieron la espalda, el chico Paul la miraba bastante serio y la vio ir a su asiento, sola.
Desde ese momento Virginia era una paria entre todos, pasaba más tiempo sola mirando por la reja que circundaba la escuela, miraba por si ese sujeto aparecía. Siempre alerta aunque sola.
Ira
Ahora nadie quería estudiar con ella en los grupos, nadie le hablaba, todos la evitaban y le apodaban la “maldita”.
A veces solía escaparse para ir a visitar al cementerio y llevaba unas flores y le colocaba a Grace:
—Hola, loca, te extraño.
Se quedaba viendo las palabras de la lápida de Grace, su rabia aumentaba a cada momento y su soledad también. Solía ir los viernes y dejar flores en la tumba de Grace y de su tío, ese día había sido complicado, salió cansada, molesta y cuando llegó compró dos rosas blancas.
Entonces fue a la tumba y vio que le habían puesto flores, supuso que su madre, ella, acomodó la rosa.
—Todo está de cabeza, loca.
Miraba las letras en alto relieve y pasaba su mano por ellas, sintió sueño y se recostó sobre la lápida.
Cuando despertó estaba recostada sobre la tumba y Grace la miraba.
—Loca…
—Hola, loca.
—¿Puedes hablarme?
—A veces…
Virginia entonces le dijo apenada:
—Lo siento.
—Deja eso… Solo te hará daño.
—Ya nada es como antes.
—Nunca será como antes, yo ya no estoy, eso no cambiará.
Virginia entonces le preguntó:
—¿Quieres que vaya contigo?
—No seas tonta, tenías razón, date por satisfecha.
—Es que te extraño mucho—sollozó—no resisto estar sin ti.
Grace la miró tristemente y entonces le dijo:
—Gracias por la rosa blanca, siempre me han gustado mucho, debo de irme, loca, no te rindas Virginia.
Virginia lloraba sobre la tumba de su amiga y su madre llegó a verla, le habían dicho que ella estaba allí, cuando le encontró estaba dormida.
—¡Virginia! ¡Virginia!
Ella despertó y la miró desconcertada:
—¿Dónde está Grace?
—Virginia, me tienes preocupada, ¿qué haces aquí?
Ella miró a todos lados, no la vio por ningún lado y entonces su madre la llevó de la mano.
—No quiero que vuelvas a este lugar.
—Quiero estar con Grace.
—Grace está muerta y tú estás viva, nunca digas eso.
Dan las vio llegar, ya era muy tarde, su corazón de padre estaba preocupado por lo que pasaba con su hija, no quería perderla.
Cuando la vio llegar junto a su esposa y entonces ella le dijo:
—La encontré dormida en la tumba de Grace.
Ella estaba molesta y Dan le dijo a su esposa:
—Voy a hablar con ella.
Virginia estaba molesta y su padre entró y la vio sentada en la cama y entonces le dijo con voz suave:
—Me preocupaste.
Ella lo miró molesta.
—Virginia, esa no es la forma de enfrentar las cosas.
Ella guardaba silencio y entonces él le dijo: