Virginia Colt, Investigadora Privada

Cap. 8 La pequeña guerrera

—Pegas como niña, pero entonces eres una niña, si deseas pegar como una mula, te puedo enseñar.

Virginia miró sorprendida a Casiopea:

—¿Viste cómo le di a ese sujeto?

—¿Podré pelear así?

—Y hasta mejor, claro, si quieres.

La niña ni lo dudó:

—Quiero.

—Perfecto, seré tu maestra y como tal me debes respeto, primero le daremos duro a Guille y luego a los hombres.

Eso le gustó y preguntó:

—¿Y a las mujeres?

—Mujeres, vaya, vaya, apuesto que te molestan mucho, ¿verdad?

—Se burlan de mí.

Casiopea había vivido el bullying en su vida y le dijo:

—Dándole golpes a esto, no necesitarás darle golpes a nadie más, exceptuando en ciertas situaciones.

Entonces procedió a explicarle:

—Si un tipo te desea hacer daño, te debes defender; si un compañero abusivo te desea hacer año, te puedes defender; si hay alguien en problemas, puedes defenderlo.

Virginia entendió que los golpes solo se usaban en situaciones especiales.

—Entiendo.

—No te decepciones, ya verás que será muy bueno todo esto.

—Hubiera deseado saber esto antes…

—Yo también, pero como dice un sabio, mejor tarde que nunca.

Dan la vio muy entusiasmada y entonces habló con Casiopea:

—¿Cómo la ve?

—Como alguien en su peor momento, ¿qué le pasó?

—Perdió a su tío y mejor amiga asesinados.

Era algo grueso, sin duda, esa nena sin ayuda podía ser una bomba de tiempo, entonces le dijo a Dan:

—Tráela, después de clase, una hora mejorará su ánimo.

Dan salió con una Virginia impresionada:

—Me va a enseñar, a golpear, es genial.

—Me agrada que te guste.

Entonces se detuvo:

—¿Mamá estará de acuerdo?

Dan sonrió y…

—Nunca, por sobre mi cadáver, jamás permitiré que hagas de mi hija un marimacho.

—Es por el bien de nuestra hija.

—Nunca lo permitiré.

Virginia escuchaba la discusión molesta y salió y le dijo a su madre:

—Si no me dejas, saltaré del piso más alto de la escuela.

Nidia la miró con horror y Dan intervino:

—Nadie saltará de ningún lado, solo es deporte Nidia, por favor.

Ella cerró los ojos y accedió de mala gana.

 

Ya tenía ganado un round, como solían decir en el gimnasio, ahora le faltaba ganar otro.

 

Se afilió a varios periódicos de distintos pueblos con usando su nombre y el apellido Colt, usó un año distinto de nacimiento, algo más adulto de una chica de 23 años y mantenía la cuenta con publicaciones de música fuerte y gustos raros, de esa manera se mantenía atenta a las alertas y podía seguirle los pasos a ese sujeto.

 Si ese sujeto atacaba de nuevo, ella estaría lista para golpear su maldad.

 

Se levantó y con un marcador negro fijó la fecha en su calendario: Muerte de Grace y de Francis, para no olvidar y lo puso cerca de su cama, mientras lo viera siempre tendría un motivo para vivir y seguir adelante.

Cada tarde salía de la escuela e iba al gimnasio a golpear a Guille, lo hacía con fuerza y hasta que sus mejillas estuvieran rojas.

—Bien, ¿cómo te sientes?

—Bien, quiero seguir dándole.

—¿Puedo preguntarte algo?

Virginia asintió y ella le preguntó:

—¿A quién te imaginas cuando golpeas?

Virginia le respondió entonces:

—No tiene cara, así que golpeo a algo oscuro.

—¿Por qué no tiene rostro?

—Es que nadie lo conoce—entonces añadió—tal vez mi tío si lo hizo, pero lo mató en el camino.

—Entiendo, ¿es el que mató a tu amiga y tío?

—Sí.

—Es un monstruo grande, pero la vida me enseñó que mientras más grande son su caída será más ruidosa.

Eso esperaba Virginia que le dijo:

—Un día creceré y podré tomar venganza.

—Para eso debes prepararte—la hizo levantarse—tenemos que ejercitar esos brazos.

La llevó a una pera y le dijo:

—Se llama Hugo, puedes darle cuanto gustes.

Eso fue igual de relajante, hacía ejercicio y cuando iba a casa se miraba sus brazos, estaban más firmes.




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