Virginia Colt, Investigadora Privada

Cap. 10 La chica rara de la preparatoria

Virginia tenía 13 años y era hermosa aunque siempre usaba ropa floja, faldas cortas y botas, parecía un remedo de chica, pero no le importaba.

Esa tarde miraba por su móvil las notificaciones de los diarios, nada, en 5 años no había pasado nada, era muy raro, tal vez se detuvo…

Había leído que ciertos asesinos cumplían un ciclo de crímenes y se retiraban, eso no podía concebirlo, el maldito se fue matando a dos de sus seres queridos y no había resultado para encontrarlo.

Había pasado la información del diario de su tío en un archivo en su computadora y tenía una copia en el correo de Grace, ella se sabía la clave, de hecho compartían la misma clave.

Iba al gimnasio regularmente a practicar el boxeo y algo de body combat, en donde aprendió a combinar saltos y golpes, además de patadas al aire, La Tigresa era una fiera lista para atacar.

Revisaba los apuntes de su tío, él tenía teorías de la causa por la cual el asesino podía actuar y eran estás:

Sobre el comportamiento criminal, para su tío ya venía determinado desde que el individuo nacía, como una herencia.

La adicción a la emoción de delinquir, todos los criminales buscaban repetir la emoción de la "primera vez", tal como sucedía con los adictos a la marihuana.

Además, Francis había dejado un cuadro donde se ponían los 4 deseos egocéntricos que llevan a un hombre a delinquir:

Cuatro deseos egocéntricos que llevan a un hombre a delinquir

1—Deseo de la nueva experiencia: Muchos crímenes se cometen por la búsqueda de experiencias nuevas y llenas de riesgo.

2—Deseo de seguridad: Este se basa en la búsqueda de la seguridad económica.

3—Deseo de ser correspondido: Los delitos pasionales por celos o traición de la persona amada, recaen en este deseo.

4—Deseo de reconocimiento: Se refiere a la búsqueda de notoriedad de las personas y su deseo de sobresalir por encima de las demás.

Entonces el trabajo de Virginia primero era entender cómo funcionaba la mente de este asesino y darle por su lado.

Debía de saber sobre el ego criminal que en estos eran anormales, su ética y conceptos sobre el Bien y el Mal están por debajo de los del hombre normal: Las personas normales sienten miedo de las consecuencias de algún acto delictivo.

Pensó un poco: Paul, nunca pensaba en las consecuencias, desde que lo conocía, era como si el qué dirán no le importaba, andaba como ocioso molestando a todo el mundo y no les temía a las consecuencias, no deseaba catalogarlo como un posible delincuente, pero todo indicaba que su falta de ética lo llevaría a algo malo.


En un delincuente esto no funciona así, el crimen es una tentación irresistible, una forma de vida o el fin de su vida.

Cuando leía esos apuntes sentía que su tío deseaba entender cómo alguien podía tener el valor para matar a una niña y destruir a una familia en el camino.

Esa tarde fue a visitar a Grace, le llevó dos rosas y contempló la tumba de su amiga, tenía su foto tras un cristal, siempre sonriente.

—Te extraño loca, son tres años los que llevo sin ti.

“He visto muchos pasteles desfilar ante mis ojos, de muchos pisos y nadie entiende que todo puede ser un engaño, el amor no es real”.

Acomodó las rosas y tocó la lápida, ahora debía ir por el tío Francis, cuando vio su tumba vio sobre ellas unos claveles rojos, eso le pareció poco común y miró a todos lados y vio a un hombre camino a la salida.

Virginia corrió a detenerlo y cuando estuvo cerca lo detuvo:

—¡Espere!

El hombre se giró y él la miró sorprendido:

—¿Eres Virginia?

—Señor Colt…

—Vine a ver a mi Francis, lo extraño mucho.

—¿Usted le puso los claveles rojos?

—Ajá.

Virginia le dijo entonces:

—Siempre le traigo rosas blancas, nunca de otro color.

El hombre admiró a la jovencita, era bonita, aunque intentara disimular su belleza luciendo como un adefesio:

—Él te amaba mucho.

—Y yo a él.

—¿Deseas tomar un café?

Ella asintió y fueron cerca donde había una cafetería y frente a un capuchino y un café, comenzaron a charlar:

—Me siento culpable de lo pasado con Francis, siempre deseé que encaminara su energía en algo bueno y cuando me pidió apoyo para estudiar derecho y el curso de Investigador Privado, lo apoyé.

—Nadie sabía nada…

—Es cierto, hoy es el aniversario de su graduación como Investigador Privado.

—No lo sabía…

—Quise visitarlo por eso.




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