Arabeth.
Terminamos de comer entre preguntas y más preguntas.
—¿Te miro la ceja? —pregunté.
El tenía la ceja partida, así que intenté curarla como pude. Me costó, pero creo que lo logre.
Devid me miró con absoluto terror. Aún recuerdo cuando intenté curarle las heridas y casi me gano un puñetazo de su parte.
—No seas quejica y ve a sentarte al sofá —dicté.
Bolita le gruñó y corrió a mi cuarto cuando el se sentó en el sofá.
—¿Porque le caigo tan feo a la bola de pelo esa? —preguntó con una mueca en su rostro.
Yo le fulminé con la mirada y le di una palmada en la nuca.
—Vuelve a llamarlo bola de pelo esa —enfaticé la última palabra—. Y te arranco la ceja de una, ¿me entiendes?
Devid dio un respingo y asintió efusivamente. Suspiré y me arrodillé entre sus piernas que é l había abierto con sorpresa al ver que me iba a posar ahí.
Carraspeó muy incómodo.
«Como si estuviéramos haciendo algo más dieciocho» puse los ojos en blanco tras ese pensamiento repentino.
—¿Te duele mucho la ceja? —pregunté.
Él negó, embelesado.
—¿Como te reventaron la cara de esa manera? —pregunté—. ¿Que hiciste?
El me miró unos segundos antes de apartar la mirada, considerablemente incómodo.
—Desobedecí órdenes directas de mi jefe en Ciudad Sur —masculló cuando coloqué pomada en la ceja y el labio.
Me quedé mirándolo por unos segundos. Y supe, solo con eso, que no estaba siendo completamente sincero.
—Ajá —alcé una ceja escéptica al respecto pero no comenté nada.
Cada cual lidiaba con sus propios demonios y no era quien para juzgarlo por lo que sea que hiciera.
—Bien —comencé—. Mañana a las seis te quiero despierto y vestido con la ropa del armario —dije con autoridad.
Él asintió de inmediato.
***
Después de cenar y darle la cena también a Bolita, ambos nos fuimos a dormir.
Estaba con los codos sobre mis rodillas, sujetando mi cabeza entre mis dos manos.
¿Miau?
Alcé la mirada de golpe, asustada pero me di cuenta de que solo era Bolita con su tono triste y preocupado.
—Estoy mejor, no te preocupes Bolita —le aseguré.
El dobló su cabecita. Suspiré.
—Sí Bolita. Yo también noto rara su historia. Hay algo que no dice —mascullé.
Miau.
—¿Cómo qué mañana vienes con nosotros? —pregunté.
Nunca me ha gustado que Bolita me acompañe. Podría pasarlo mal si se corta una patita con los escombros de algunos edificios.
Miau.
Ese «miau» a sido el más decidido que le he escuchado decir jamás.
—Pero...
MIAU.
Alcé las manos en señal de rendición.
—Vale vale chico. Tampoco es para que te pongas así —mascullé con mala cara.
Me cambié por una camisetas simple blanca y unos bóxers negros. Recogí mi cabello en un moño desordenado justo encima de mi cabeza. Voy a la estantería que ocupa toda mi pared y agarro el libro que me estoy leyendo.
—¿Crees que sirva de algo...tener a Devid aquí?
Miau miau.
Suspiré y me fui a la cama a leer mi libro.
***
—Buenos días —murmuré somnolienta cuando atravesé el pasillo con Bolita al lado.
Bolita vigilaba todo como un ave.
—Hola —contestó Devid desde la cocina—. Espero que no te moleste que haya usado tu cocina sin permiso.
—Depende, ¿para que? —pregunté desde la sala de estar.
—Para cocinar el desayuno —casi pude percibir que puso los ojos en blanco.
—Ah.
Devid soltó una risa divertida.
—¿Y qué has hecho para desayunar? —pregunté.
—Huevos revueltos —dijo simplemente.
Cuando llegué a la cocina, un olor delicioso golpeó mis fosas nasales.
—Bien —dije mientras iba al armario bajo de la cocina.
Me agaché justo a la altura de sus caderas, justo a su lado. El se tensó notoriamente. Hice caso omiso de aquello y saqué una lata de la comida gourmet de Bolita.
Me levanté y sentí el peso de su mirada en mi espalda cuando fui hasta el cacharro de comida para Bolita. Di tres golpes a la parte trasera del bote para que su comida cayera en este.
—Come Bolita. Lo necesitarás para hoy —susurré.
Me levanté de mi lugar. Y me giré hacia Devid.
—A desayunar, después saldremos un rato para recargar la comida y que no se acabe —dije—. Después de eso, empezaremos el entrenamiento.
Devid asintió mientras ponía un plato frente mi, colocó un huevo. Yo fui hasta la nevera y agarré un bote de zumo de naranja natural. Después de dejarlo en la mesa junto a dos vasos, Devid y yo nos colocamos uno al lado de otro en la isla.
***
Después de que ambos nos dimos un baño y nos preparamos, salímos con mascarillas y protectores de ojos, incluso Bolita tenía unos.
Iba realmente serio y inexpresivo para ser un gato.
—¿Dónde tenemos que ir?
—Primero tengo que ir a una tienda, necesito una bolsas de tela para llevarlo todo. Así contamino menos con el plástico de las bolsas que quedan en el supermercado —dije con una sonrisa radiante y orgullosa.
Devid me sonrió de vuelta, una sonrisa tierna mientras analizaba mi rostro. Me giré a Bolita intentando no grabar la imagen de esa sonrisa en mi cabeza.
—Bolita —llamé su atención—. ¿Quieres acompañarme a por las bolsas?
Miau.
Bolita y yo fuimos a la tienda más cercana en la que habían cosas muy monas como para que estuviésemos casi en el fin de la humanidad.
Bolita maulló hacia un juguete de gato, era una ratita gris con una cola larga para que se entretuviera con eso.
Bolita agarró una bolsa y me la pasó con insistencia. Cuando la agarré, maulló hacía el muñeco. Suspiré y no me negué, pues sabía lo corta que solía ser la vida de los gatos y quería que disfrutara al máximo de su experiencia de mi como su dueña.