Estábamos en un pequeño trance, procesando todo, pero la paz no reinó en ese momento, ya que entró Simona como una Urraca dando gritos al darse cuenta del resultado.
Ella salió del baño feliz con teléfono en mano llamando a quien sabe quién y yo no podía ni mirar la cara de mi pareja.
— Kai, mírame — dijo Emiliano.
— ¡Perdón!
No pude más; me deslicé hasta quedar sentada en el suelo, lloraba y no porque no quería al bebé si no, por miedo, miedo a ser rechazada por la persona que amó.
— No tengo nada que perdonarte mi amor, al contrario, me haces el hombre más feliz de la vida y sé que este bebé es la prueba de nuestro amor.
— Pero yo quería ser mamá después de estar casada no antes, si los chismosos hablando mal de mí por el Vitíligo. No quiero ni pensar lo que dirían ahora acerca de mi embarazo.
— Serás la madre más hermosa del mundo, de eso estoy seguro; lo que los demás piensen no te debe importar, solo lo que piense yo. Soy el papá de esa hermosa obra de arte.
¡Dios!, solo pensaba en cómo no amarlo si era tan perfecto, esperaba que eso no dañara nuestra relación; aunque cada segundo mi miedo aumentaba, estaba segura que mis padres cuidarían a mi bebé desde cualquier lugar. Aún sentada en el piso del baño Emiliano me abrazaba, como si su vida dependiera de eso.
— Perdón por dañar tan bello momento, pero es mejor que vayan a un médico para hacerle un chequeo a Kai — soltó Simona interrumpiendo el momento.
La loca tenia razon, nos levantamos del suelo; mientras yo buscaba mi cartera Emiliano y Simona fueron a esperarme en la camioneta, mi amiga no quería perderse ningún en la camioneta, mi amiga no quería perderse ningún detalle; aunque el momento era más de Emiliano y mío a ella no la podíamos dejar atrás; porque sabía que en el fondo muy en el fondo, ya se había proclamado la madrina.
Media hora después estábamos saliendo del hospital de la Isla, ya sabíamos cuánto tiempo de embarazo tenía.
— A ver si entendí, tienes alrededor de tres semanas y media, esto concuerda según mis cálculos a la vez que llegó a casa está tal nana y yoles preparé la cena para disculparme por lo de los perros.
Emiliano y yo solo nos miramos las caras sin decir nada.
— ¡Ajá! Los pillé picarones, eso era para que tuvieran un momento de romance en su relación no para que procrearan.
— ¡Ya, Simona! Solo súbete a la camioneta y espéranos ahí.
Ella se fue dejándonos a él y mí solos por un momento.
— Cariño, te amo tanto — expresó Emiliano.
— Tengo miedo, pero no de tu amor, si no del gran cambio que habrá en nuestras vidas.
— Lo sé, y yo igual, pero no estás sola, ya no estás sola. Me tienes a mí, al bebé y a la loca.
— Prométeme algo, el día que dejes de amarme dímelo.
— Lo prometo, aunque dudo que eso pase y sabes ¿Por qué?
— No, ¿Por qué?
— Porque mi boca se enamoró de tus labios, mis ojos de tu mirada; mis manos de tu hermoso cuerpo, porque tener Vitíligo no te hace una persona fea, todo lo contrario, te hace una persona valiente, que a pesar del precio y señalamiento de los demás, te muestra tal cual eres, eso me enamoró la primera vez que te vi.
Cuando pasaron dos meses no lograba conciliar el sueño.
— ¡Emiliano! — grité—. ¡Dios! Solo fue un sueño, solo un sueño.
— ¿Qué?, ¿Qué fue? ¿Estás bien?
Vi entrar a Simona armada con un gancho de ropa de esos donde colgaba las camisas, con una bata; algo de color verde en la cara, descalza y con unos rulos en la cabeza — al estilo de doña Florinda —, luego me vio; caminó hasta la cama y sentándose en una esquina dijo:
— No digas nada, solo cuéntame por qué gritaste, ¿Emiliano está bien?
— Tuve una pesadilla donde Emiliano salía en un barco y se perdía en una tormenta o algo así.
— Tranquila solo fue un tonto sueño, no es como si se hiciera realidad o alguna mierda así.
— No hables así, pareces camionero. Por cierto, ¿Qué haces despierta a esta hora y en esa fachas?
— ¡Oye! No todas nos vamos a la cama luciendo sexys, además a esta hora pasan mi dorama favorito.
— Okey, ¿Puedo dormir contigo?
— Claro tontita, vamos y no te burles de mi pijama.
— ¿Por qué no? Pareces a doña Florinda.
Ella me miró feo, antes de voltearse e irse de la habitación mientras yo me reía la seguí, llegando a su habitación nos acomodamos en su cama, mientras ella veía la televisión a las 4:00 de la mañana, yo dormí otro poco.
Tres horas más tarde el timbre de la puerta nos despertó y antes de que Simona saliera a ver quién tocaba tan temprano, lo hice yo, no fuera a darle un infarto a quién estuviera allá abajo, solo por verla con lo que sea que trajera en la cara.
Bajando las escaleras rumbo a la puerta principal, acaricié mi aún algo plano vientre tres meses, mientras caminaba como zombi, abrí la puerta.
— Cariño. ¿Qué haces aquí, tan temprano? ¿Estás bien? ¿Sucede algo?
— Todo está bien no te preocupes, solo le vine a traer esta rica ensalada de frutas a la hermosa mamá de mi hijo o hija.
— ¡Oh!, gracias Amor, tu trayéndome frutas y yo recibiéndolas en pijama, que romántico.
— No importan el cómo estés vestida, los únicos que hacemos el momento romántico somos tú y yo. No nuestra ropa.
— Detalles, nada más.
— Exacto, ya estas aprendiendo. Solo quería decirte que iré a pasear en barco con uno de los nuevos inversionistas del hotel.
— ¡No! No vayas, tengo un mal presentimiento. No nos dejes.
— Tranquila no va a pasar nada, al medio día estaré de vuelta.
— Cariño, no vayas tuve una pesadilla. Te perdías en un barco.