22 de junio, año 2017
Nunca pensé que me podría ocurrir esto
Es lo primero que cruza por la cabeza de Alejandro Cuzman cuando en la noche a las 22:00 pm, entraron a su casa, mientras él y su familia se iban a acostar, unos tres uniformados con armas apuntando a todos lados.
Su padre reacciona de la manera más inesperada sacando un arma y disparando a los uniformados quienes contraatacan.
Lorena, la madre de Alejandro, toma a su hija menor Andrea e insta a su hijo mayor a seguirla mientras de fondo se escuchan disparos.
—Vamos, vamos, vamos —dice repetitivamente Lorena a sus hijos, estos les hacen caso hasta que bajan al sótano y se esconden tras una pared que los chicos nunca habían visto.
— ¿Qué está pasando Mamá?— pregunta un muy asustado Alejandro cuándo se escucha un último disparo y después...silencio.
—Nos...Nosotros—Lorena traga en seco y empieza a acariciar la cabeza de una emocionada Andrea, quien piensa que está en una película. — Somos opositores y tu padre fue la cabeza de una manifestación, nos descubrieron—empieza a llorar mientras se disculpa.
Cuando empezaron a escuchar pasos que se acercaban ambos mayores se quedaron quietos y la pequeña de 5 años lanzó un pequeño grito de emoción, su madre le tapó la boca inmediatamente y se dejaron de escuchar los pasos.
Asustada, Lorena empezó a tantear el piso con la mano libre que tenía mientras la otra seguía tapando la boca de su hija. Al encontrar lo que buscaba abrazo a la niña y le dio una mirada cargada de amor, tristeza y despedida a su hijo.
—Aquí hay un pozo, está tapado— susurró la mujer mientras lágrimas amargas bajaban por sus redondas mejillas.
—Pero... ¿Cómo? —le preguntó Alejandro
— Sabíamos que esto algún día podía pasar, perdóname hijo y por favor cuida de tu hermana —le dijo besando la cabeza de su princesa. — Andrea, quédate callada por favor.
La niña asiente ya no tan emocionada, pensó que venían los hombres buenos, pero al ver a su madre llorando se dio cuando que los pasos eran de los malos.
Mientras su madre abría una pequeña puerta que estaba escondida con una alfombra, Alejandro agarró fuertemente a su hermana.
—Listo, cuando bajen caminan unos pasos y van a salir al patio trasero, de ahí tienen que correr hasta pasar la cerca de los vecinos y de ahí doblar a la derecha, se van a encontrar a dos personas que los van a ayudar—dice secando sus últimas lágrimas e intentando mostrarse fuerte ante sus hijos.
— Pero mamá, vos también podes venir con nosotros —dice él mayor desesperado porque sabe lo que va a ocurrir, pero no lo quiere aceptar.
— No puedo, ya saben que hay alguien más — le dio una sonrisa triste y se corrió a un lado para que sus hijos puedan pasar —les daré tiempo, tenés que ser rápido.
Él joven siguió intentando convencer a su madre por algunos segundos hasta que ella prácticamente lo empujó para que baje con su hermana en brazos.
—Los amo —fue lo último que dijo antes de correr escaleras arriba.
Alejandro salió al patio trasero y empezó a correr por donde le dijo su madre, mientras lágrimas salían de sus ojos prometió cuidar con su vida a Andrea y sacarla de allí cueste lo que cueste.
— ALLÁ VAN, USTED QUÉDESE QUIETO—cuándo Alejandro escuchó eso, dobló a la derecha, como dijo su madre y siguió corriendo.
No veía a nadie, todo estaba oscuro como en una película de terror. Hasta que escuchó pasos, aceleró el paso, pero quienes los seguían hicieron lo mismo.
Se tropezó y cayó de rodillas, sintió como su pequeña hermana lloraba mientras lo agarraba del cuello cada vez más fuerte.
Alejandro sintió un fuerte dolor y después nada.