Epílogo: Viviendo

27 de octubre, año 2080

Cuando su abuelo terminó de contarle su historia, Javier retenía las lágrimas que querían salir.

—Después de algunos años conocí a tu abuelo y me enamoré de él — dice sonriendo ante el recuerdo —cuando nos casamos queríamos adoptar y aunque nos costó, logramos tener a tu mamá con nosotros. Desde ahí mi vida no pudo haber sido mejor. — Alejandro Mira a su nieto y le acaricia la cabeza —no llores Javier, eso ya pasó y ahora solo los recuerdo con una sonrisa porque sé que están en un lugar mejor.

El chico de 17 años asiente y le sonríe a su abuelo.

Definitivamente es mi héroe.

Piensa Javier al saber con más exactitud todo lo que tuvo que pasar su abuelo para llegar hasta donde estaba, perder a toda su familia debió ser duro, aunque le quedaba una duda no quiso preguntar más, pero Alejandro al conocer perfectamente a su nieto lo alentó a preguntar.

— ¿Alguna vez volviste a Venezuela?— pregunta de repente tímido el chico.

—Si, después de que me fui, unos años después mataron al presidente de ese entonces y Venezuela, aunque le costó, llegó a ser lo que era y ahora es libre de un régimen opresor. Lástima que murieran tantas personas en esos años, incluida mi familia y la de muchos otros. —Suspira y prosigue— en fin, volví cuando tu madre era chica y fuimos al parque donde me llevaban mis padres a mí hermana y a mí. Llevé flores ahí porque no sabía dónde estaban sus cuerpos y en ese lugar recordé a todos mis seres queridos.

— ¿Porque no volviste a vivir allá?— esta pregunta y no digo más, piensa Javier.

—Mi vida y la de tu abuelo ya estaba hecha acá y Venezuela, aunque es mi tierra, tengo mucho malos recuerdos en ese lugar.

Antes de que sigan hablando, Lucía, la madre de Javier los llama a ambos para cenar. Ellos se levantaron y entraron juntos.

Después de cenar los cuatro juntos, Damián acompañó a su esposo y juntos se fueron al dormitorio. Una vez acostados, ambos se abrazaron.

—Te amo— le susurró Alejandro antes de cerrar los ojos.

Esa misma noche Alejandro Cuzman falleció abrazado de su esposo.

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En lo profundo del mar mar mar hay un pirata con un cristal tal tal que bajó para festejar Jar Jar que muchos años el vivirá ra ra para seguir comiendo sin parar
Después de muchos dulces él pirata volvió a bajar Jar Jar y luego de muchos años el pirata volvió al mar mar mar

Alejandro abrió los ojos sorprendido al escuchar esa canción, pero se sorprendió más al reconocer quien la cantaba. Se miró las manos y eran las mismas que tenía de joven solo que llenos de arena, parecía que estaba en la playa.

Se incorporó y empezó a caminar hasta que escucho detrás de él a alguien hablando.

—Hijo qué bueno que estás acá, ¿Por qué no llamas a tu hermana? Creo que fue al mar — los ojos se le llenaron de lágrimas al ver a sus padres sonriéndole como si nada— camina dale hijo —y con eso Alejandro se dio vuelta y se acerca al agua.

Cuando se acercó a la orilla vio a su hermana armando castillos de arena, está al sentir su presencia se dio vuelta y sonrió.

—Volviste al mar pirata —dijo antes de abrazar a su hermano mayor. Alejandro se agachó e hizo lo mismo mientras lloraba, la veía como recordaba.

— ¿No hay abrazos para mí?— Alejandro se da vuelta y lo primero que ve son unos ojos marrones que jamás olvido. Él estaba parado a unos pocos metros.

—Javier me estuvo cuidando, anda a saludarlo mientras voy al agua—dicho esto Andrea entró al mar y se empezó a mojar en lo playo.

Alejandro, sin poder creerlo se acercó a Javier y lo abrazo fuertemente. Mientras lo rodeaba, sintió en sus manos un papel, al mirarlo se dio cuenta que era la foto que hace ya muchos años él le había dado y la cual nunca tiro.

Al separarse él, ahora joven, le dio la foto a Javier con una sonrisa, volvían a encontrarse y le devolvía lo que le pertenecía.

—Te acordaste— susurra Javier mirando la foto con nostalgia para después subir la cabeza y mirar divertido a Alejandro— y decime ¿Qué estuviste haciendo? —y sabiendo la respuesta le contesta inmediatamente.

—Viviendo.

FIN